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Sobre democracia y otras manipulaciones

Estados Unidos y Cuba, dos caras de una moneda

Fuentes: Rebelión

Desde tiempos remotos, tal vez cuando se conformó la primera colectividad en la historia de la humanidad, los primitivos debieron sentir la necesidad de organizarse y ponerse de acuerdo para cazar, pescar, recolectar o trasladarse a mejores sitios que permitieran la subsistencia. Esa lógica consustancial a los seres humanos -gregarios por antonomasia-, ha venido evolucionando […]

Desde tiempos remotos, tal vez cuando se conformó la primera colectividad en la historia de la humanidad, los primitivos debieron sentir la necesidad de organizarse y ponerse de acuerdo para cazar, pescar, recolectar o trasladarse a mejores sitios que permitieran la subsistencia. Esa lógica consustancial a los seres humanos -gregarios por antonomasia-, ha venido evolucionando paralela al devenir humano.

La antiquísima Grecia señalada como cuna de lo que hasta nuestros días llega como el concepto de democracia (entiéndase etimológicamente la palabra demos: pueblo y Kratéo: yo gobierno), nos legó una filosofía, doctrina y concepto teórico-práctico que ha tenido tantas definiciones como pensadores han desarrollado este tema:

«Filosofía o sistema social que sostiene que el individuo. Solo por su calidad de persona humana y sin consideración a sus cualidades, rango, status o patrimonio, debe participar en los asuntos de la comunidad y ejercer en ellos la dirección que proporcionalmente le corresponde.»1

«Doctrina favorable a la intervención del pueblo en el gobierno.»2

«Predominio del pueblo en el gobierno de un Estado.»3

Estos conceptos demuestran lo esencial que para la vida de los seres humanos resulta la organización de la sociedad y la participación de los ciudadanos en la toma de decisiones a diferentes niveles, no obstante, en la etapa más reciente en la terminología política y mediática se ha empleado muy limitadamente. El elemento de los partidos políticos y las elecciones han significado el non plus ultra de la modernidad ante la democracia.

A pesar de que en las civilizaciones antiguas occidentales -como Grecia y Roma-, no existían partidos políticos sino concepciones acorde con la época esclavista de ese período de la historia humana, en la actualidad se pretende nuclear alrededor de esta teoría la vida y muerte de una sociedad.

En días recientes como cada cuatro años el mundo gira no solo sobre su imaginario eje, sino además lo hace por dos acontecimientos que sustraen a buena parte de los seres racionales en este planeta, nos estamos refiriendo a los Juegos Olímpicos de verano -en esa etapa del año- y en las postrimerías del ciclo de trescientos sesenta y cinco días las denominadas elecciones de los EE.UU. (la Roma de estos tiempos), las cuales suelen concitar sentimientos encontrados, como atracción y repulsión.

Una aproximación a la galopante realidad norteamericana nos permitiría arrojar algo de luz a esa sociedad maniquea por naturaleza y modélica por construcción mediática (los soberanos modernos) para el resto de los mortales en este mundo -catalogado excelentemente por Eduardo Galeano-, como al revés.

Tomemos por ejemplo los pasados comicios presidenciales y congresionales (donde se eligen todos los representantes a la Cámara y 33 senadores de 100), así como 11 gobernadores, alcaldes y jueces en los E.U.A., además el pueblo norteño tuvo que acudir a las urnas para aprobar enmiendas, leyes federales y de los estados. Todo esto de por sí ya es una enrevesada faena, súmele que tienen que hacerlo un día entre semana -caso bastante exclusivo- no siempre contando con la venia de los dueños o jefes de los puestos laborales, elemento que es un indicador sine qua non para una simplificada asistencia a los sufragios.

Ahondemos algo más en este importante proceso, en materia de recursos para ser postulado por alguno de los partidos políticos hegemónicos, tiene necesariamente que contar con el apoyo de las élites de poder económico y político, es decir, o se es millonario o se cuenta con el respaldo de estos. Tan solo los candidatos a la presidencia del enorme país al norte del continente americano, se gastaron en promociones televisivas más de 2 mil millones de dólares, práctica vergonzosa para una economía de cuyo vientre salen más desamparados y excluidos de los derechos inalienables.

Un adagio popular estadounidense reza que no hay nada más parecido a un demócrata que un republicano o viceversa, sin embargo, en ese país existen otros partidos, aunque sin papel protagónico en la política y toma del poder, ¿por qué exigir entonces a otros pueblos del mundo el pluripartidismo si ellos pragmáticamente no lo ejercen?

Dentro de las acusaciones a los gobiernos, países y pueblos que no tienen comprendido en su sistema político el multipartidismo, se puede encontrar la alusión con frecuencia casi absoluta a una supuesta carencia de democracia ¿acaso habrá que negar la historia antigua y el surgimiento de las formas de gobiernos por la sencilla razón de la inexistencia de partidos políticos? ¿No será esto una contradicción mayúscula para quienes pretenden dar cátedra de libertades y democracia?

En extremo un porciento minoritario de individuos, familias, países y/o grupos económicos controlan el 95 % de las riquezas que se producen en el mundo y conducen al planeta al grado de tensión más elevado hasta ahora conocido. No obstante, son los más a quienes les corresponden menos recursos pero sí las mayores responsabilidades para salir de tamaña peligrosidad, ¿en este trabalenguas quiénes salen perdiendo siempre, los menos o los más?

La superpotencia ha visto estremecido sus bordes por los menos que se hacen llamar Ocupa, comenzando sus protestas por el símbolo de la dominación económica -Wall Street-, extendida en los momentos actuales a todo el país. Entre Obama y Romney habrán votado por el primero coronado a la postre nuevamente como inquilino de la casa oval, ¿conocerán estas valerosas personas que tanto uno como el otro son hombres del sistema y no del pueblo, similar sería decir, que representan al uno por ciento y no al 99?

¿Será conocido por el pueblo de los Estados Unidos de América que el voto popular es un espejismo y no decide quien asume trono y cetro del mundo? ¿Se habrán enterado que en el 2000 George. W. Bush -quien encabezara esta debacle y uno de los períodos más oscuros para la humanidad-, llegó a la jefatura imperial por medio del fraude validado por un voto de la corte suprema de justicia, un mes después que fuera felicitado el Vicepresidente Albert Gore por dignatarios de otros países del mundo por haber ganado este, el voto popular?

Creemos que estarían satisfechos los ciudadanos norteamericanos si su inscripción para votar fuera automática y gratuita al arribar a la edad legalmente establecida para ejercer ese derecho. Encontrarían el paraíso en la tierra si los partidos políticos no intervinieran en las elecciones y fuesen los propios vecinos en asambleas de barrios quienes propusieran a sus representantes y que esos mismos representantes llegados desde el barrio y lugares más recónditos del país, pudieran estar en el Congreso para legislar por ellos y para ellos.

Diría el poeta, qué cosa fuera, si en los EE.UU., los estudiantes, campesinos, obreros o empresarios pequeños se hicieran presentes en la institución que aprueba las leyes, o al menos, si fuesen consultados mayoritariamente por su gobierno para enrumbar la economía, política y sociedad misma.

Serían enormemente felices los del 99% de la población norteña si por encima de diferencias tales como el color de la piel, sexo, religión o capacidad adquisitiva -monetariamente hablando-, sus voces contaran y se escucharan sin mediar escándalo alguno por la proximidad y conveniencia de las elecciones. Acogerían con enorme alegría ser protegidos y tratados con dignidad ante cualquier eventualidad natural por su gobierno, teniendo este a los seres humanos como el centro de su gestión.

Hospitales, escuelas, teatros, campos deportivos e institutos científicos estarían abiertos al talento, ponderando la máxima que este es masivo, sin importar el dinero de la chequera para entrar a estos sitios. Parecería un sueño elevado a una impensable potencia para los ciudadanos estadunidenses, sin embargo, qué casualidad, hay un país pequeño al que llaman Cuba donde esto es una realidad.

Nuevamente habría que esbozar que es te mundo está al revés, sino entonces ¿por qué se demoniza y critica por la falta de garantías democráticas a este país caribeño? O será acaso que esa no es una democracia, podría alguien por favor explicárnosla.

Referencias bibliográficas:

1- Diccionario de sociología de Henry Pratt Fairchild, Fondo de Cultura Económica, México

2-Sinónimos Iter 2000, Sopena Editorial Ramón Sopena S.A., Barcelona.

3- Dual Sopena ilustrado, Editorial Ramón Sopena S.A., Barcelona

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Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de las autoras mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.