Los recientes anuncios gubernativos de iniciar un desconfinamiento en el gran Santiago, cuando todavía los índices nacionales de la pandemia son muy malos, no pueden ser más preocupantes. Sobre todo teniendo en cuenta la pésima experiencia de los pasados anuncios de la “nueva normalidad”.
En efecto, de acuerdo al Worldometers, y pese a la leve mejoría experimentada en las últimas dos semanas, nuestro país tiene –lejos- los peores registros de toda América (continente que más sufre la pandemia actualmente) en los dos indicadores objetivos y, a la vez, cruciales que miden el grado de afectación de un país con la enfermedad: Número de personas fallecidas y enfermos graves hospitalizados en relación a la población. En relación a la población, porque los números absolutos esconden la probabilidad real que tienen las personas de cada país de sufrir la enfermedad y la muerte.
De este modo, entre los seis primeros Chile registra (Lunes 20) 451 personas fallecidas por millón (8.633); seguido por Estados Unidos con 434 (143.792); Perú con 406 (13.384); Brasil con 377 (80.251); México con 304 (39.184) y Ecuador con 301 (5.318). Y respecto de los enfermos graves hospitalizados, Chile registra 92 personas por millón (1.764); seguido por El Salvador con 63 (419); Canadá con 57 (2.183); Estados Unidos con 50 (16.625); y Perú y Panamá con 40 (1.303 y 175 respectivamente).
También en el número total de enfermos acumulados por millón (indicador menos fiable de comparar en la medida que los diversos países tienen números diferentes de test por persona), Chile “encabeza” el listado con 17.413 (333.029); seguido por Panamá con 12.604 (54.426); Estados Unidos con 11.962 (3.960.588); Perú con 10.840 (357.681); Brasil con 9.978 (2.121.645); y Bolivia con 5.221 (60.991).
Agrava todo lo anterior el que el Gobierno y la TV nos presenten de modo distorsionada esta realidad al ocultar las cruciales cifras proporcionales e “informarnos” solo de los números absolutos en que evidentemente somos “superados” por gran margen por países como Estados Unidos y Brasil; y en cuanto al número de fallecidos, también por México y Perú. Con ello se está disminuyendo la percepción de la gravedad del problema, con la consecuente falsa seguridad que ello genera. Y no se puede decir que con ello se está simplemente repitiendo un “error” que es bastante común en otras partes del mundo, ya que tanto el Gobierno como la TV resaltan frecuentemente que nuestro país es de los que en América realiza más test de verificación del covid, EN RELACIÓN A LA POBLACIÓN. En efecto, Chile se ubica en el tercer lugar de los países americanos que realizan más test de verificación por persona, con 74.269 por millón (1.420.390), siendo superado sólo por Estados Unidos con 148.594 (49.200.781) y Canadá con 94.641 (3.573.630).
Incluso, en la TV se nos “informó” que Argentina estaba comenzando un proceso de desconfinamiento, pese a que había triplicado sus datos negativos desde marzo; pero ocultando que, aun considerando dicho deterioro, los índices de Argentina son muchísimo mejores que los nuestros. Así, mientras Chile tiene 451 fallecidos por millón, Argentina tiene 52 (2.373); es decir, ¡tenemos casi nueve veces más! Y mientras Chile tiene 92 enfermos graves por millón, Argentina tiene 16 (752); es decir, tenemos casi seis veces más.
Pero además, si consideramos solo la Región Metropolitana NUESTRAS CIFRAS DE FALLECIDOS HAN LLEGADO A SER LAS MAS ALTAS DEL MUNDO. En efecto, el último informe epidemiológico del Ministerio de Salud (del 19 de este mes) nos señala que el número de fallecidos de dicha región alcanza a 6.975 personas; lo que considerando las cifras del último Censo, proyectadas a la estimación poblacional para nuestro país del Worldometers; significa que la Región Metropolitana tiene hoy 901 personas fallecidas por millón, lo que ¡dobla el promedio nacional y supera largamente al primer país del mundo en fallecidos por covid, que es Bélgica con 845 (9.800)!
Esperemos por lo tanto que, antes siquiera de hablar de desconfinamiento, empecemos por reconocer con toda claridad nuestra cruda realidad. De otra forma, podremos caer en errores incluso más funestos que los que se cometieron con el anuncio de la “nueva normalidad”.