Los estudiantes no solo deberían marchar y tomarse sus establecimientos. Tomando en cuenta el nuevo fracaso del sistema -ahora en las elecciones primarias del 19 de junio-, se hace necesario disponerse para dar la pelea en donde les duele a los corruptos que dirigen el país. A los poderosos las marchas no les hacen mella. […]
Los estudiantes no solo deberían marchar y tomarse sus establecimientos. Tomando en cuenta el nuevo fracaso del sistema -ahora en las elecciones primarias del 19 de junio-, se hace necesario disponerse para dar la pelea en donde les duele a los corruptos que dirigen el país.
A los poderosos las marchas no les hacen mella. Mientras cuenten con policías militarizadas que creen que están combatiendo al enemigo más odiado cuando apalean estudiantes, mientras la presidenta no se haga cargo del legado oprobioso de su gobierno que intenta resolver lo que no puede mediante instrumentos propios de la dictadura, mientras los que hacen las leyes reciban coimas por sus cometidos legislativos, las marchas seguirán siendo estériles.
Lo que aterra a la casta política es perder sus cupos, sus sillones, sus prebendas nacidas de las elecciones en las cuales gente irresponsable los vota y lo vuelve a votar, al extremo de que hay zánganos que llevan veinticinco años en sus puestos.
Los estudiantes están corriendo el riesgo de acostumbrarse a vivir entre la brutal represión, que ya es pan de cada día, y la impotencia de ver cómo la esquizofrenia que se ha tomado el país permite que convivan mundo polares en el mismo territorio y que a muchos ni siquiera les importe.
Es cierto que si no fuera por los estudiantes en este país no pasaría nada. Pero debe llegar el momento en que se convenzan que mientras no se impongan junto con otros sectores sociales como fuerza política, lo masivo de sus manifestaciones solo hará que aumente el presupuesto policial de gas venenoso, agua pestilente y bonos para los ogros policiales que castigan sin escrúpulos.
Debe llegar el día en que los dirigentes estudiantiles se propongan no solo tomarse sus establecimientos, sino que abordar las instituciones desde donde son dictadas las políticas que sufren millones de chilenos desde hace veinticinco años.
Votos en vez de piedras. O mejor aún votos + piedras. Todos los medios legítimos se hacen imprescindibles para pasar a mayores niveles de lucha en las cuales ya no sean efectivos ni sus ingenios criminales ni sus lumas de última generación, ni la brutalidad estimulada por mandos criminales.
Inutilizadas las organizaciones de trabajadores, agachadas en función de los gobiernos y partidos de turno, les queda la responsabilidad a los estudiantes y a los sectores sociales más decididos encabezar la mayor gesta de rebelión del último cuarto de siglo: ir por ellos a sus propias guaridas y sacarlos con las mismas herramientas con las que se hicieron de ellas: las elecciones.
Las elecciones no muerden ni son un monstruo y solo hacen daño cuando por la irresponsabilidad de muchos, siguen siendo el mecanismo que utiliza la casta política para reiniciarse cada vez que necesita, mientras los audaces luchadores sociales miran ese ejercicio por la televisión.
No resulta precisamente muy revolucionario dejarles el campo libre para que el ejercicio de las elecciones los legitime una y otra vez y permita que delincuentes de cuello y corbata, corruptos, sinvergüenzas y tránsfugas sean los que hagan las leyes que al final, van a hacer mierda a los mismos de siempre. También a quienes tienen por los procesos electorales la ojeriza reservada a los vicios de la burguesía.
Si el movimiento social goza de la simpatía de la enorme mayoría de los habitantes, ¿por qué dejar que esa simpatía se diluya? ¿Es posible imaginar el efecto que tendría una Cámara de Diputados invadida por cinco, diez, quince, veinte, treinta o más honorables venidos directamente desde las calles gaseadas, desde las federaciones rebeldes, desde los colectivos de las poblaciones en lucha, desde las agrupaciones de artistas conscientes? Habría que ver cómo se las ingeniaría el sistema para meter ahora carros lanzagases, y lanza-agua a los hemiciclos.
Se les ha dado demasiada ventaja a los que han prometido este mundo y el otro y siempre han terminado dando la espalda a los ingenuos que les han creído.
Hace falta que dejemos de pedir que los que nunca ha hecho algo, lo hagan ahora. Si queremos nuevas leyes, vamos por ellas. Insistir en lo que no ha sido sino un fracaso una y otra vez, es merecerse un presente de abuso y un futuro de lástima.
El fracaso de las elecciones primarias en las que ha sido notable el desprecio de la gente por los políticos corruptos de siempre, demuestra la necesidad de nuevos actores dispuestos a disputarles sus espacios de poder.
Publicado en «Punto Final», edición Nº 854, 24 de junio 2016.