ETA ha matado, ha acabado con la vida de una persona… y con mucho más. En el análisis político de la acción de ETA han de tenerse en consideración varios factores, varios mensajes destinados, directamente a diferentes interlocutores. En primer lugar, ETA nos ofrece su lectura de las últimas elecciones. La imposibilidad de presentar la […]
ETA ha matado, ha acabado con la vida de una persona… y con mucho más. En el análisis político de la acción de ETA han de tenerse en consideración varios factores, varios mensajes destinados, directamente a diferentes interlocutores.
En primer lugar, ETA nos ofrece su lectura de las últimas elecciones. La imposibilidad de presentar la izquierda abertzale ilegalizada -que no ilegítima- listas propias, verdadera muestra de la carencia democrática del Estado Español, logró su quiebro con la candidatura de II-SP que, si bien no mostraba una afinidad completa a los postulados tabú, sí que admitía la posibilidad de contabilizar las adhesiones. Hubieran echado mano igualmente del desaparecido Partido Proverista si con ello mostraban su fuerza. Y las urnas hablaron, y les concedieron cerca de 100.000 votos (más los arrebatados por el pucherazo). El suelo llegaba así a confundirse con el techo actual (ni suben ni bajan), y enquistan el conflicto. En contiendas anteriores habían logrado mejores resultados, pero no se puede dejar de aplaudirles tras las campañas de acoso y derribo, de persecución policial y judicial, y de acusación de apoyo al terrorismo hechas por el mismísimo ministro del interior español, en clara acción ilegal, toda vez que se estaba en campaña electoral y no había una condena por parte de la judicatura.
Han sido algo más 100.000 votos los conseguidos por los ilegales, pero han sido tres veces más que las otras opciones de izquierda y abertzales que participaban en la lid (EA y Aralar). De ahí la segunda lectura de ETA: el bloque dirigente dentro de las concepciones sociales y/o socialistas y del mundo soberanista vuelve a ser el del núcleo de Batasuna, en detrimento de EA (con sus divisiones internas) y de Aralar (que no ha sido capaz de incentivar a sus bases potenciales). Se aspira, entonces, a que las fuerzas en favor a la independencia de Euskal Herria se agrupen en torno a la ilegalizada Batasuna, olvidándose de otras opciones más light (EA y Aralar), que pasan a ser tratadas incluso con desprecio por dirigentes de la talla de Arnaldo Otegi, sin medir las consecuencias de sus declaraciones.
El primer mensaje, pues, que envía ETA es hacia sus bases sociales. El movimiento se mantiene con las filas prietas, y todo aquél que quiera optar por la soberanía deberá acercar sus posiciones al mismo, que se muestra monolítico frente a otras opciones. Una vez contabilizados los sufragios -y comprobar que no hay un descenso significativo de los mismos- ETA pasa sobre la candidatura electoral asumida como mal menor. Da igual que II-SP condene o no, ahora, el atentado cometido, ya que la misión ha sido cumplida.
El segundo mensaje va destinado a los actuales Gobiernos de la CAV y del Estado Español. ETA muestra su capacidad de actuar y de hacerlo con contundencia, dejando a un lado la baja o media intensidad (renacimiento de la kale borroka que veremos incrementarse a lo largo del verano, sobre todo tras las nuevas directrices a la Ertzantza para que retire pancartas en favor de la Amnistía; y atentados incruentos). ETA reafirma así su voluntad de no dar por finalizada su cometido mesiánico: la lucha armada continuará mientras no se de por zanjado el conflicto político en Euskal Herria.
Algún comentarista de la EiTB lo ha dejado meridianamente claro: hasta que ETA no deje las armas, los políticos tienen poco margen de maniobra. Estamos condenados a sufrir la violencia hasta que ambos contendientes logren sentarse nuevamente en una mesa de negociación.
Son, sin embargo -o por ello mismo- conscientes de que en la actual situación, el PSE y el PSOE se ven amarrados a los pactos suscritos con el PP en materia Antiterrorista e incluso de gobernabilidad en la CAV. Pretender que el PSOE insinúe siquiera la posibilidad de negociar con ETA es pensar, ingenuamente, que van a romper con el PP en la CAV, y que el PSOE se va a suicidar en el Estado. Bajo la premisa de dicha quimera ETA ha vuelto a segar la vida de un ser humano.
Con la nueva muerte se incide en la inutilidad del uso de la vía represiva, de la Guerra Sucia (desaparición de Anza), y de dar más caña a la izquierda abertzale ilegalizada (como afirma el presidente López).
El tercer mensaje vuelve a dirigirse a sus propias bases sociales. Si en las elecciones autonómicas un nutrido grupo optó por las candidaturas de Aralar, otro lo hizo por el voto nulo, y un tercero por la abstención -que, a la postre podía engrosar el número de los disidentes-. Desde EA, así como desde la ilegalizada Batasuna se propuso entonces la creación de un polo soberanista que, lógicamente, estaría integrado por la propia Batasuna, Eusko Alkartasuna, Aralar e, incluso, el PNV. De hecho se proponía octubre como la fecha más factible para plasmar tal entente. Ya desde el comienzo se mostraron reticencias a contar con los jeltzales (PNV), e incluso con Aralar para conformar la posible coalición. Quedaba, pues, EA para buscar nuevas líneas de actuación y enfrentarse al Gobierno de Patxi López.
La convocatoria de Huelga General fue suscrita por las tres sensibilidades de izquierda y abertzales de la CAV y de Nafarroa (Batasuna, Aralar y EA), ofreciendo así la imagen de unidad tan esperada en los ámbitos independentistas. La división de EA al respecto, y la consiguiente escisión de Alkarbidean en favor de una unión con el PNV, así como los propios cargos elegidos para representar al partido en la Cámara Vasca (Larrazabal fue Secretario General de LAIA, y el candidato propuesto para la Secretaría General mostró sus simpatías con ANV) daban qué pensar sobre la posibilidad de un acercamiento del partido (EA) a los postulados de Aralar y Batasuna. La candidatura unitaria de EA y Aralar, asimismo, implicaba un trabajo en común que no obtuvo los resultados deseados (por cuestiones que nos superan en éste análisis).
Así, la correlación de fuerzas dentro del soberanismo de izquierdas, que podría contar con la aportación de 100.000 votantes por cada una de las formaciones, se truncó en favor de la candidatura de II-SP, que logró el triple de la otra opción.
A diferencia del núcleo de Batasuna (que se muestra homogéneo, monolítico y sin variaciones entre su suelo y su techo electoral), EA y Aralar han visto fluctuar su electorado, no asentado firmemente aún. Ahí estriba la equivocación de ETA al atentar contra la población (sea armada o no) en la actualidad.
Con la muerte del inspector de la policía en la lucha antiterrorista ETA ha finiquitado las posibilidades, quizás por varios años, de crear un Polo Soberanista enfrentado al avance del estatalismo. Ni EA, ni Aralar, ni el PNV pueden en la actualidad suscribir, incluso a su pesar, pacto o alianza alguna con quienes no se alejan de las prácticas políticas violentas, de manera que el anunciado Polo Soberanista de octubre queda, nuevamente, en manos de la Izquierda Abertzale ilegalizada. Al matar al inspector de policía han abortado cualquier tipo de unión entre los independentistas y vuelven a quedar, de un lado, el PNV y acólitos, por el otro, la más que probable unión de EA, Aralar y el grupo de Matutes (escindido de IU), y, en tercer lugar, el núcleo duro de Batasuna.
Si se quiere hacer oposición desde la izquierda y las posiciones abertzales al PNV sólo cabe -así lo indican los datos electorales una y otra vez- unir a Batasuna, Aralar, EA y, en lo posible, al sector más afín de IU. Cualquier otra tentativa es baldía. Pero, nuevamente, quien impide tal confluencia vuelve a ser ETA.
Hora es ya de pensar si ETA favorece con sus acciones -más allá de las condenas estériles, de los manifiestos y manifestaciones, o de las consideraciones éticas y morales- la consecución de los fines deseados (independencia y socialismo) o si, por el contrario se ha convertido en un lastre contrarrevolucionario.
No vamos a condenar, porque no somos ni dioses, ni curas ni jueces, las acciones de ETA, pero sí que debemos tener en consideración las consecuencias de las acciones militares de ETA. Algo que, sinceramente creemos, van en contra de los principios que dice defender.
ETA ha vuelto a actuar, ha vuelto a traer el dolor a los familiares y a ciertas capas populares (con las que estaremos o no de acuerdo, pero que pertenecen igualmente a la idiosincrasia de nuestro Pueblo), que no podrán olvidar (algunos sí lo harán, otros tardarán más, los familiares nunca).
¿Qué ha conseguido ETA con matar al funcionario? Acabar con su vida y su labor profesional; dar alas al Gobierno de Patxi López y de Rodriguez Zapatero; acabar con las esperanzas de unificación de las fuerzas soberanistas; concitar nuevos odios en el Estado Español; obligar a II-SP que se pronuncie sobre el uso de la violencia política; movilizar a la población en contra del independentismo (que se puede identificar con ETA); pero, eso sí, quedar como garantes efímeros de la lucha por el poder desde la izquierda y abertzale, frente a otras opciones. Todo eso se podría haber logrado con un comunicado, sin tener que acabar con la vida de un ser humano.
Pablo A. Martín Bosch (Aritz) es Doctor en Filosofía por la UPV/EHU, licenciado en Filosofía por la UD y en Antropología Social y Cultural por la UD. Especialista Universitario en Ciencia, Tecnología y Sociedad por la UNED.