ETA ya «habló» el 30-D, e hizo saltar por los aires (con dos muertos) el renqueante «proceso de paz», lastrado por un gobierno titubeante, paralizado y acosado por la «derecha». Ahora, solo ha confirmado lo que ya hizo entonces, y amenaza con actuar en todos los frentes. En un comunicado esencialista, pobrísimo y delirante nos […]
ETA ya «habló» el 30-D, e hizo saltar por los aires (con dos muertos) el renqueante «proceso de paz», lastrado por un gobierno titubeante, paralizado y acosado por la «derecha». Ahora, solo ha confirmado lo que ya hizo entonces, y amenaza con actuar en todos los frentes. En un comunicado esencialista, pobrísimo y delirante nos dice que todo ello lo hace por (el sagrado bien de) Euskal Herria (del que ella debe ser la depositaria), y que no desistirá hasta lograr (imponer por las armas) un Estado independiente, que englobe a las siete provincias vascas, a uno y otro lado de la muga. Cabría suponer una mayor capacidad de argumentación, ante una decisión tan trascendental, en una organización que se autodenomina la Vanguardia del MLNV, pero eso debía ser quizás un atributo de las vanguardias en los tiempos de Lenin, no de ahora, evidentemente. En el texto se critica abiertamente al PSOE y al PNV, pero no hay ni una palabra sobre la actitud del PP. Debe ser porque no le hace ascos a que éste haya ganado en votos las elecciones municipales, hecho que ha sabido explotar de manera magistral.
En esa victoria ha cumplido un papel de primer orden la matraca del PP de denuncia del «terror» del «complejo ETA-Batasuna», que le brindó en bandeja el atentado contra la T 4. Pero todo ello no hubiera sido posible sin las circunstancias históricas que ETA propició con su actuación desde hace ya al menos más de dos décadas (…, Yoyes, Hipercor, Vallekas, Miguel Ángel Blanco, etc., etc., etc., etc.), y que el Estado y otras estructuras de poder han sabido utilizar, manipular y magnificar a la perfección, para mejor defender sus intereses. Sobre todo en esta sociedad mediática en la que estamos instalados, a lo que ha contribuido también de forma decisiva el nuevo mundo que se abría tras el 11-S y su «guerra global contra el terrorismo», que está propiciando la progresiva instalación de un Estado de Excepción planetario. ETA es la excusa ideal (actual) para este endurecimiento estatal en el caso español, y para implantar nuevas formas de gobernabilidad autoritaria «locales» en el nuevo capitalismo global que enfrentamos. Y ETA se presta encantada a cumplir ese papel, pues en el escenario de «cuanto peor mejor», es en el que puede cobrar oxígeno para su permanencia como organización armada, en un momento en que es cuestionada hasta en su propio «mundo». En un texto anterior analizábamos más en detalle esta deriva de años, en un contexto de progresiva desaparición de la lucha armada en Europa, que ahora ha quedado aún más clara [2] . Una estrategia que legitima el endurecimiento del Estado, favorece el «españolismo» más rancio, y refuerza al capital, al tiempo que aborta el escenario de una salida negociada del llamado conflicto vasco.
Desde el 30-D, el PP impulsó una gran movilización callejera in crescendo con este tema, un verdadero «tsunami españolista», en especial del Ebro para abajo, y muy en concreto en Madrid, y ello se ha reflejado claramente en las urnas. ETA está haciendo tanto o más por «España» que Jiménez Losantos, pues sin ella éste perdería gran parte de su razón de ser e inspiración. Todo ello ha eclipsado los graves problemas sociales y territoriales que nos aquejan, principalmente a causa del «ladrillo», aunque éste también y hasta la corrupción contribuyeron al éxito electoral del PP, a causa de la abstención por el hartazgo ciudadano contra la clase política y la despolitización creciente, en esta sociedad de «nuevos ricos», cada día más precarizada, endeudada y multicultural (en sus escalones más bajos). El atentado de Barajas, la movilización de la «derecha» y la presión de sus medios afines, auspiciaron y legitimaron la dinámica institucional (sobre todo del aparato judicial, controlado por el PP) de acoso y derribo a la izquierda abertzale, que en el último momento logró colar sólo a una parte de las listas de ANV, gracias a la «manga ancha» del gobierno (después de que éste hubiera actuado contra las otras opciones presentadas, al calor de la Ley de Partidos).
Pero ETA no ha oficializado la «ruptura de la tregua» hasta después de las elecciones, y antes de la toma de posesión de los electos de ANV. No es por casualidad el momento elegido. Es un intento de secuestrar en una «jaula de hierro» a todos los votantes de ANV, a los que intenta tomar como rehenes de su estrategia, sabedora de que (hasta ahora) ha logrado imponer la «omertá» en su «mundo», y en los «mundos radicales» con los que ese «mundo» convive y se entremezcla, no sin tensiones. Es decir, en donde no se levantan voces públicamente contra sus decisiones.
El mundo de Batasuna parece que tiene un suelo sólido de unos 160.000 votantes (en descenso paulatino desde hace años), pero en ocasiones ese suelo se eleva como resultado de la recepción de votos de otros mundos radicales y autónomos vascos ante la estrategia represora estatal contra la izquierda abertzale. Lo cual para nada es un cheque en blanco a la misma, y ella lo sabe. En este caso, ANV consiguió unos 185.000 votos, por encima del suelo «teórico» actual de Batasuna, en unas circunstancias enormemente difíciles. ETA intenta apropiarse ahora escandalosamente de la voluntad de esos votantes, sabedora de que hay un mayoritario y creciente rechazo a su «nueva» estrategia entre los mismos, provocando una polarización extrema. De hecho, la ruptura ha activado y «legitimado», de cara a amplísimos sectores ciudadanos fuera de Euskadi, la persecución (ahora ya también llevada CLARAMENTE desde los gobiernos español y vasco [3] ) contra la izquierda abertzale (y más): el encarcelamiento de Otegui y De Juana, el robo de representantes de ANV en ayuntamientos, y hasta se habla ya de su posible ilegalización (la nueva matraca del PP), y se espera, como no, una dura sentencia en el 18/98. ETA espera también que esta situación provoque un cierre de filas en torno suyo. Pero ETA, con su decisión, está meándose directamente en la cara de esos votantes que se adjudica, pues no parece que existan más de unos 30.000 ó 40.000 de ellos a los que quizás les guste esa «lluvia dorada».
Por otro lado, la brecha entre el mundo del MLNV y lo que se mueve emancipatoriamente a escala estatal no hace sino ensancharse, haciendo cada día más difícil cualquier actividad de solidaridad con Euskadi. En 1987, Herri Batasuna, justo antes de Hipercor, con el apoyo de la llamada «izquierda radical» de entonces, consiguió en las elecciones europeas unos 120.000 votos fuera de Euskadi. Hoy, esa cifra sería absolutamente residual. La decisión de ETA de vuelta a la lucha armada, profundiza ese abismo de desinterés creciente con lo que ocurre en el país vasco, que se está convirtiendo en un laboratorio represivo no solo estatal, sino «europeo», entre el acoso del «a por ellos», la indiferencia ciudadana y la paralización de los escasos apoyos que todavía subsisten en el Estado español. Sin éstos (ampliados, y mucho, por supuesto), no habrá NUNCA «proceso de paz» que valga, y la estrategia de ETA ha contribuido a dinamitarlos en las tres últimas décadas. ETA se ha meado también en la cara de todos los que hacemos solidaridad con Euskadi, más allá de Pancorbo.
Y lo que es más grave aún, ETA se ha orinado asimismo sobre los deseos de «paz» de muchos de los presos de la organización, y de sus familiares y amigos, que han visto cómo han sido utilizados como moneda de cambio durante la «negociación», no solo por el propio Estado, sino por la decisión que han tomado probablemente no más de diez «iluminados» de los «suyos» (lógico en una organización clandestina, jerarquizada, militar, «masculinizada» y acosada policialmente), saltándose lo propuesto por Batasuna en Anoeta (la separación de las dos mesas: «política» y «técnica»), marginando a ésta, y dinamitándolo todo más tarde en la T 4. La cúpula de ETA sabe lo que es bueno para «todos», y sobre todo para Euskal Herria. Ellos son sus oráculos. Punto. Y la que piensa que puede doblegar a los Estados español y francés, e imponer un Estado independiente sobre toda Euskal Herria, aunque gran parte de su población no lo quiera. Para ello (¿piensan?) cuentan con la fuerza de las armas.
Sin embargo, el «terrorismo homeopático» del que disponen, en la época del «megaterrorismo» nihilista de «Al Qaeda», no supone el más mínimo problema (casi) para el Estado (al revés, en estos momentos), y mucho menos para el capital que lo observa en general encantado, pues no se habla de otra cosa, mientras el PP se frota las manos, y las empresas de seguridad hacen su agosto. Además, ETA va a tener probablemente que «competir» cada vez más con el «terrorismo islámico» en el territorio español, y tendrá que enfrentar los intentos desde diferentes estructuras de poder de mezclarla y enmierdarla con «Al Qaeda», como estamos viendo en el juicio del 11-M. Lo que no acabará con la sentencia. Todo ello repercutirá en un aún mayor desprestigio y manipulación (mediática) de los pretendidos «ideales» en los que justifica su actuación, lo que impactará a su vez en un deterioro aún mayor de la imagen de la izquierda abertzale en el resto del Estado (este es un factor nuevo, que no estaba presente antes del 11-S, y por supuesto del 11-M).
Pero esta locura, como decimos, tiene también otro beneficiario neto que no se nombra, y ese es el capital que opera en el Estado español, y por supuesto en Euskadi. Se acercan rápidamente tiempos muy duros (estallido de la burbuja inmobiliaria, fin del petróleo barato y crisis energética mundial, crisis del dólar y probable colapso financiero internacional, guerra generalizada en Oriente Próximo y Medio, agudización del cambio climático global, etc.). Pero el capital ha decidido ya que no puede sino continuar con su loca huida hacia adelante, que posiblemente agravará la gobernabilidad de los futuros escenarios. No en vano el nuevo presidente de la patronal española ha dicho, entre otras lindezas, que «la mejor empresa pública es la que no existe», y que es preciso privatizar todos los servicios públicos. Pero este objetivo, el fin del Estado social, entre otras medidas altamente regresivas para la población asalariada, no es el programa sólo del capital «vasco» o «español», es el de toda «Europa», y el del mundo entero. Hoy, más que nunca, el capital es transnacional, cada vez está más financiarizado, y opera como un actor brutal de depredación y expropiación. Asimismo, sus dinámicas están arrasando con los últimos residuos de los mundos tradicionales en todo el globo (en Euskadi, el de los caseríos y la pesca artesanal). Es algo que los «mesiánicos» de ETA parecen incapaces de entender, porque consideran que Euskal Herria está (o debería de estar) en otro planeta, pues el resto del mundo no existe, y que TODO se solucionará con un nuevo Estado. Pero, aunque parece que no se ha enterado ETA, existe también «Europa», aparte (y por encima) de los Estados español y francés, que ha ilegalizado Batasuna en toda la UE (a instancias de Aznar), calificándola como organización «terrorista», además de perseguir a todos los componentes de la organización armada con la potente arma de la «euroorden» (promovida también por el gobierno de José Mari). Y todo ello bendecido hoy en día por Zapatero y por Sarkozy. ETA ya no tiene «santuarios» en Europa, y casi han desaparecido en el mundo entero.
Y «Europa», y sus Estados, se militarizan para operar de forma crecientemente neoimperialista en el escenario mundial, en beneficio de su capital transnacional (y de las formas de vida de las clases medias -en crisis- de los países centrales, incluidas las de Euskadi), con el fin de acceder a unos recursos crecientemente en escasos, y ampliar sus mercados, en competencia con otras potencias y bloques económicos regionales. En definitiva, estamos en un capitalismo global crecientemente insostenible, que se encamina hacia dinámicas de guerra y probablemente de autodestrucción (a medio plazo). En esta tesitura, el programa del capital necesita de unos Estados cada día más duros para hacer estos escenarios futuros gobernables, al tiempo que intenta conseguir el máximo de cohesión y disciplinamiento social en torno a las estrategias del poder, y al que se desmande «palo y tente tieso». A este respecto, la existencia aquí de ETA es un verdadero regalo del cielo, pues permite fomentar la guerra entre los de abajo, recurriendo a las emociones identitarias y al miedo, para que no se cuestionen las decisiones de los de arriba. De unos de «arriba» que cada vez tienen menos rostro e identidad nacional, al tiempo que cada día más promueven la guerra civil molar y molecular, entre territorios, comunidades y personas. Es más, ya se habla de un nuevo pacto «antiterrorista» que agrupe a todas las fuerzas parlamentarias, para derrotar a ETA, nos dicen (¡Hasta IU lo ha pedido!). ¡Que tiemblen todas las disidencias! y ¡Que «Dios» nos pille confesados! Se va imponiendo, pues, poco a poco, una especie de neofascismo dulce y consumista, que se construye a partir de la «democracia» (no contra ella, como en los años 30) y con consenso social, pues ha desaparecido cualquier actor político popular significativo, ante la atomización social en ascenso, que se oponga a los planes del poder. Y allí donde existe esa resistencia popular, como en Euskadi, ésta se consume en sí misma, se aísla del resto del Estado y del mundo, y se deja criminalizar fácilmente a causa de ETA, que la está llevando directamente hacia el abismo.
Ha llegado el momento de intentar poner fin a toda esta sinrazón. Y como ETA no parece dispuesta a hacerlo, se convierte en una tarea inexcusable denunciar esta demencia desde «nuestros mundos». En el Estado español ya se está haciendo en los últimos tiempos, salvo unas muy escasas «franquicias» que permanecen calladas como muertos. Ni una opinión desde el 30-D. Pero ha llegado la hora de que se haga desde Euskadi, es lo único que puede frenar a ETA, si es que ésta no ha llegado ya a un punto mafioso de no retorno. Ha llegado el momento de que sectores de la izquierda abertzale y de los mundos radicales y autónomos vascos se pronuncien sobre este tema. Que expresen públicamente lo que piensan (de hecho, ya han empezado a levantarse algunas voces valientes críticas -y autocríticas- en la izquierda antiautoritaria vasca: www.eutsi.org). Dichos mundos no pueden seguir mirando para otro lado, como si no fuera con ellos lo que pasa, y tildando la exigencia de que ETA debe desaparecer de «españolista» o de hacerle el juego al Estado. Nos va mucho a TODOS en ello.
ETA se ha convertido en el principal obstáculo AHORA para el (re)inicio de la resolución del llamado conflicto vasco, que se suma por supuesto a la actitud de obstrucción de otros poderes fácticos (Ejército, aparato judicial y policial, Iglesia, etc.). Las pocas plataformas existentes a escala estatal de apoyo y solidaridad con Euskadi, y a favor del diálogo y la negociación, así como de respeto de las libertades y de los derechos políticos y ciudadanos básicos, han denunciado la ruptura de la tregua por parte de ETA (y por supuesto el atentado del 30 D) y de una u otra forma piden el fin de la organización armada para desbloquear el «proceso de paz». Las voces e iniciativas de mujeres están empezando a cumplir también un papel nuevo y adicional a este respecto. Y lo mismo se debería hacer desde Euskadi, donde existen muchas iniciativas ciudadanas a favor del «proceso de paz», que se está pronunciando ya en este sentido. Es preciso presionar desde abajo, al margen del Estado y de los partidos, a pesar de las dificultades actuales, o precisamente por ello, tendiendo puentes entre Euskadi y el resto del Estado, y promoviendo un programa mínimo para desatascar el «proceso»: derogación de la Ley de Partidos, y abandono de las medidas de excepción de todo tipo (incluidas por supuesto las carcelarias); defensa real de los derechos y libertades ciudadanas constitucionales; derecho a defender en un proceso de negociación todos los proyectos políticos por el conjunto de los actores implicados, sin exclusión, en un escenario de ausencia de todo tipo de violencia; y derecho a decidir su propio futuro. Todo ello posibilitará ir tejiendo nuevas solidaridades y complicidades, que podrían permitir desmontar la intolerancia y las incomprensiones, e ir sentando paulatinamente las bases para una solución justa y dialogada. Y para ello será preciso construir también dinámicas que permitan ganar los corazones y las mentes de uno y otro lado para este proceso, reconociendo el dolor dentro y fuera de Euskadi que ha generado el conflicto, cosa que hoy en día no se da.
Pero no nos engañemos, todo esto no será posible sin la desaparición definitiva de ETA. Hay que ser realistas, pues el «proceso de paz» no se reanudará en ningún caso antes de las próximas elecciones generales, y eso si gana el PSOE y continúa apostando por esa vía, cosa que habrá que ver, y en el caso, repetimos, de que ETA baje definitivamente del monte. Para siempre. Pero si gana el PP, algo para nada descartable, el reinicio del «proceso de paz» habrá quedado enterrado por mucho tiempo, seguramente para siempre, pues ya no estamos en el escenario de los ochenta o los noventa en que el Estado podía estar interesado en buscar la desaparición de ETA a través de la negociación. Y mucho menos bajo un gobierno del PP. Estamos en un contexto muy diferente, por lo que hemos señalado anteriormente. ETA ha dejado pasar una oportunidad de oro, a pesar de los pesares, de haber tenido un final digno.
Pero si como parece ETA vuelve a actuar, la organización se dará cuenta de la tremenda soledad en la que se encuentra. La tolerancia con un escenario así es ya muy limitada en los mundos que hasta ahora la han apoyado. Y ese día, seguramente, sobre todo si hay víctimas, las voces discrepantes que hasta ahora han estado calladas en Euskadi dejarán probablemente de estarlo, si es que no se empiezan ya a manifestarse activamente antes. Ese día, el mito de la unidad inquebrantable del «mundo» abertzale empezará a saltar en pedazos, y ETA será la principal responsable de hacer volar también su nicho ecológico. Luego, podrá seguir actuando un tiempo más, hasta que finalmente agote la biomasa de la que se nutre. Pero eso, aunque lleve un tiempo, antes o después seguramente tocará a su fin. Y ETA habrá cerrado su ciclo histórico de forma autodestructiva, arrastrando a muchos tras de sí. Sería mejor que no llegará hasta ahí. Por el bien de ella (y de sus presos), por el bien de la izquierda abertzale, por el bien de Euskadi, y por el bien de todos. La pelota está pues en su tejado. Pero no parece que por el momento la haya visto. Habrá que señarlársela y decírselo bien alto.
[1] Este artículo es una versión bastante más amplia y compleja de otro que ha salido publicado en la sección debate del periódico Diagonal, en su número 57 (www.diagonalperiodico.net). No pensaba escribir nada más sobre este tema, pues estoy enfrascado con un libro sobre la crisis energética mundial y sus consecuencias, pero una cariñosa y expresa petición de Diagonal y la ruptura formal de la tregua por parte de ETA me ha animado a ello. Y ya puestos, he decidido completar la tarea de esta manera.
[2] Ver «Entre la espada del Estado y la pared de ETA» (www.nodo50.org)
[3] Aunque el Lehendakari se siga oponiendo a la Ley de Partidos, continúe siendo más «receptivo» a la izquierda abertzale que el «PNV de Imaz» y abogue por otra política penitenciaria.
Ramón Fernández Durán es miembro de Ecologistas en Acción