El combate a una futura pandemia de la gripe del pollo requerirá más que nuevos medicamentos y buenos controles. También se necesitará un marco ético para tomar decisiones, señalaron expertos. Una pandemia de la también llamada influenza aviar pondría en riesgo la salud de millones de personas en todo el mundo y superaría la capacidad […]
El combate a una futura pandemia de la gripe del pollo requerirá más que nuevos medicamentos y buenos controles. También se necesitará un marco ético para tomar decisiones, señalaron expertos.
Una pandemia de la también llamada influenza aviar pondría en riesgo la salud de millones de personas en todo el mundo y superaría la capacidad de los sistemas de atención médica.
Para enfrentarla, las autoridades sanitarias necesitan un marco ético ayude a tomar decisiones difíciles y obtener la cooperación del público, según un estudio de académicos canadienses sobre la crisis del síndrome respiratorio agudo severo (SRAS), una forma de neumonía que mató a 800 personas y enfermó a otras 8.000 a mediados de 2003.
«Cuando estalló el SRAS, surgieron los dilemas éticos», dijo el director del Centro Conjunto de Bioética de la Universidad de Toronto, Peter Singer, uno de los autores del estudio, que incluye un marco con 15 directrices para la toma de decisiones durante una epidemia.
«El SRAS nos mostró que la ética es importante porque fundamenta muchas decisiones en la atención médica. Si una pandemia de la gripe del pollo se vuelve un ‘tsunami’ internacional, entonces sería útil para cada jefe de Estado contar con esta guía», dijo a IPS.
Hasta ahora, unos 120 países tienen planes para enfrentar una eventual pandemia de la influenza aviar, pero ninguno cuenta con un marco ético, indicó el experto.
La gripe del pollo afecta a todo tipo de ave. Los primeros síntomas en los seres humanos infectados son fiebre y tos, así como descenso de la presión arterial y del nivel de glóbulos rojos. En última instancia, pude desarrollarse neumonía.
Las aves sufren enrojecimiento de los ojos y daños al hígado. La enfermedad, conocida desde hace unos 100 años, traspasó en 1997 la frontera de las especies al contagiar a la humana.
Algunas cepas son de elevadísima mortalidad, pero la H5N1 es la peor de todas, dada su gravedad y su capacidad de adaptación genética.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) alertó que si la cepa H5N1 muta de tal forma que se pueda transmitir entre humanos, se propagaría a todos los continentes en menos de tres meses.
Por su parte, el Banco Mundial, basándose en las experiencias del SRAS, señaló que el producto interno bruto mundial podría caer dos por ciento o más en un escenario de pandemia. Esto significaría pérdidas por 800.000 millones de dólares en el curso de un año.
La expansión global de la enfermedad obligaría a las autoridades sanitarias internacionales, incluyendo a la OMS, a imponer prohibiciones de viaje y hasta cerrar edificios públicos como escuelas, iglesias o mezquitas.
Durante el estallido del SRAS, la OMS impuso sus primeras prohibiciones a viajes, que le causaron al sector turístico de Canadá pérdidas por millones de dólares.
«Esa prohibición estuvo basada en mala información, y el criterio empleado por el organismo no estaba claro», dijo Kumanan Wilson, profesor asociado de la Universidad de Toronto.
Esto causó confusión entre el público y un enfrentamiento en la prensa entre las autoridades canadienses y la OMS.
«Las decisiones sobre restricciones a los viajes deben estar claramente justificadas, y el proceso debe ser transparente y equilibrado entre todos los países», dijo Wilson.
En última instancia, la confianza es la clave para ganar la cooperación pública para otras restricciones al movimiento, como las cuarentenas.
Las autoridades deben asesorar al público sobre los procedimientos y los fundamentos, explicando los riesgos y beneficios de no respetarlos, señaló Singer.
Este enfoque contrasta con la idea del presidente de Estados Unidos, George W. Bush, de usar sus fuerzas militares para hacer respetar las cuarentenas en caso de una pandemia de la gripe del pollo.
«El envío de soldados para vigilar la cuarentena de grandes números de personas seguramente crearía pánico y haría que la gente huya y a su vez propague aun más la enfermedad», dijo el presidente del Departamento de Salud Legal, Bioética y Derechos Humanos de la estadounidense Universidad de Boston (noreste), George Annas.
Un rumor durante la pandemia del SRAS de que Beijing estaría en cuarentena hizo que unas 250.000 personas huyeran de la ciudad esa misma noche, indicó Annas en un editorial para el periódico The Boston Globe.
«Cualquier política efectiva de salud pública debe estar basada en la confianza, no en el temor del público», añadió..
Mientras, Alison Thompson, investigadora en el Hospital Saint Michael, de Toronto, y coautora del informe, subrayó que un marco ético explícito facilitaría para las autoridades el tener que explicar a la población los fundamentos de cada medida y a los trabajadores de la salud cuáles son los riesgos que corren.
Algunos trabajadores de la salud se negaron a atender a personas infectadas con el SRAS en 2003, y varios fueron despedidos por no presentarse a trabajar pues consideraban que no contaban con suficiente protección.
Una epidemia de la gripe del pollo sería aun peor, según los expertos.
«La sociedad debe reconocer los grandes riesgos que corren los trabajadores de la salud y garantizar su seguridad», dijo Thompson a IPS. (FIN/2005)