Ante las inminentes elecciones al Parlamento Europeo, expongo algunas reflexiones urgentes sobre lo que entiendo como Repúblicas necesarias.
Las izquierdas soberanistas, de las naciones sin Estado que actualmente forman parte del Reino de España -es decir, Catalunya, Euskadi y Galicia-, constituyen de hecho la principal fuerza republicana, pues el republicanismo español, fuertemente nacionalista, no alcanza por ahora a tener la coherencia ni la unidad necesarias para hacer caer la monarquía, sin las cuales jamás podrá proclamarse una República federal o confederal.
El nacionalismo españolista contribuye, en todo caso, a la continuidad del Estado borbónico impuesto por la dictadura, validado por la Transición, y, por tanto, a su proceso de descomposición. Un proceso histórico que conduce inexorablemente a su desmembración, con el consiguiente riesgo, a medio plazo, de una nueva confrontación civil.
Es obvio que estas naciones hermanas son mayoritariamente republicanas, y reivindican, por tanto, su derecho a decidir.
Muestran con cierta recurrencia su indignación de naciones oprimidas, ocupadas por un ejército franquista, que hirió de muerte a la II República española en el siglo pasado, e impuso una dictadura genocida.
Por ello, los pueblos soberanistas del Estado español, representan una opción netamente patriótica de ruptura democrática, al oponerse de forma efectiva a la forma de Estado impuesta durante la llamada Transición.
Una Transición dirigida por un rey Borbón, franquista e inviolable, fugado a Abu Dabi; sucedido por su hijo, también un rey Borbón, franquista e inviolable; es decir, impune aunque delinca.
Por si fuese poco, detenta una jefatura del Estado y de las Fuerzas Armadas sustentada en las leyes fascistas de sucesión decretadas por Franco.
La alianza electoral de ERC, BNG y EH Bildu al Parlamento Europeo prueban su coherencia republicana y federalista, trasladando un potente mensaje democratizador, desde el Sur de Europa, al corazón de la Unión.
El nacionalismo no es algo intrínsecamente malvado, en tanto se constituye como expresión de la cultura, de la literatura, del arte, de la lengua de un pueblo. Sin embargo, es preciso distinguir entre sus aspectos culturales y sus aspectos políticos.
En efecto, respecto a lo primero, hay mucho que admirar en los nacionalismos, pues preservan la diversidad: diferentes modos de ver el mundo y de expresar el pensamiento que enriquecen el patrimonio cultural de la humanidad. Sin embargo, en política, el nacionalismo puede derivar en el mal absoluto.
Los movimientos de extrema derecha son una reacción a la ruina, cuando las capas populares se sienten abandonadas a su suerte. En el siglo pasado dio lugar al nazi-fascismo: una forma de nacionalismo intrínsecamente malvado; el mal en estado puro.
El nacionalismo, cuando oprime a otros pueblos, e inculca el odio proclamando su supremacía racial, religiosa, económica, militar o política, acaba imponiendo regímenes totalitarios.
Es el caso, actualmente, del Estado Israelí que, al oprimir sanguinariamente al pueblo palestino, ha derivado en un estado de características neonazis, causando un auténtico genocidio. La solución a este conflicto solo puede provenir de la imposición por parte de la comunidad internacional de una solución análoga a la que se alcanzó en Sudáfrica. Es decir, un Estado democrático único, laico, de ciudadanos libres, con los mismos derechos y deberes ante la ley, que acoja en paz y harmonía a ambos pueblos.
El nacionalismo español -que se materializó tras la llegada de los Borbones a España en 1700- tiene una componente fuertemente reaccionaria y ridículamente imperialista.
Así lo prueba el himno de la Armada española: “El imperio a España vendrá por los caminos del mar. Hay que morir o triunfar…” cuya letra fue escrita por José María Pemán, ferviente escritor monárquico, distinguido en 1981 con el Toisón de Oro, que ocupó en septiembre de 1936 la presidencia de la Comisión de Cultura y Enseñanza de la incipiente dictadura.
Historiadores como Paul Preston afirman que este personaje celebraba la represión, alentando así la matanzaque llenó de fosas comunes cunetas y cementerios de España. Un horror aún impune.
El imperio a España vendrá… Afirmación cuando menos ridícula, pues el Reino de España es un Estado sometido al yugo imperialista, al igual que el resto de la Unión Europea, cuyas bases militares sobre nuestro suelo ponen en grave riesgo a los pueblos del Estado y a la paz mundial, al formar parte de una alianza militar compulsivamente agresiva, puesta al servicio del complejo militar-industrial de los USA.
Como es bien sabido, la OTAN no es, ni mucho menos, una organización pacifista, pues constituye el instrumento principal de dominio político-militar sobre los pueblos de la Unión Europea, y de agresión directa a otros pueblos. Así es en el caso de Ucrania, utilizada, junto al resto de la Europa occidental, como ariete contra Rusia. Una guerra imperialista entre dos potencias, motivada por intereses económicos y geoestratégicos de los dos bloques realmente enfrentados: USA y Rusia.
Se trata de una guerra por el dominio de los mercados, de las fuentes de energía y de los minerales especiales. Es una guerra iniciada, de hecho, en 2014 por el llamado “golpe del Maidán” en Kiev, propiciado por el gobierno de los Estados Unidos de América.
Guerra imperialista que está provocando una auténtica guerra civil en el corazón de Europa, de forma análoga a lo que ocurrió en 1914, con el riesgo de extenderse al resto del continente; a fin de cuentas, una pequeña península del gran continente euroasiático.
Solo una Europa federada, sobre la base de una alianza entre trabajadores y pueblos, de Tarifa a los Urales, podrá asegurar una paz estable en el continente, pues Rusia es parte esencial de nuestro futuro y prosperidad, y no es ni ha sido nuestro enemigo, sino parte primordial de la cultura y de la ciencia europeas.
Por el contrario, los USA sí estuvieron en guerra contra España a finales del siglo XIX y, posteriormente, en la segunda mitad del siglo pasado, instalaron bases militares extranjeras en nuestro suelo. Una humillación impuesta al pueblo español por el gobierno norteamericano, como tributo imperial en pago a su apoyo al dictador genocida Francisco Franco, hipotecando de este modo la soberanía de nuestros pueblos; odiosa humillación ratificada una vez más por el régimen borbónico del 78.
Las instituciones de la Unión Europea padecen un grave déficit democrático; tan solo su Parlamento goza de cierta legitimidad, pues es la única institución cuya composición emana directamente de la voluntad popular; aunque sus poderes son muy limitados y no representa, en absoluto, la soberanía de sus pueblos.
Europa debe emanciparse del dictado de los USA y de los grupos de presión financieros, creando una defensa propia unificada, a las órdenes de un gobierno federal, o confederal, emanado de la voluntad popular.
Es ineludible, por tanto, en un futuro no lejano, un proceso constituyente en el continente, impulsado por una alianza entre trabajadores y pueblos, que alumbre una Unión Europa federal o confederal. Una unión que habría de incluir a la Federación de Rusia -el Estado más extenso del planeta- junto al conjunto de pueblos europeos; solo así podrá alcanzarse un futuro de paz estable y de prosperidad en la región.
Manuel Ruiz Robles es capitán de navío retirado, ex miembro de la disuelta UMD, portavoz de militares demócratas (Anemoi).
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