Una solución pacífica del «conflicto vasco» solo puede surgir del diálogo y el respeto escrupuloso a las normas democráticas. Eso quiere decir que, si es inaceptable que una parte -minoritaria – del pueblo vasco se vea forzada a vivir fuera del estado español, más inaceptable es que otra parte – mayoritaria – del pueblo vasco, […]
Una solución pacífica del «conflicto vasco» solo puede surgir del diálogo y el respeto escrupuloso a las normas democráticas. Eso quiere decir que, si es inaceptable que una parte -minoritaria – del pueblo vasco se vea forzada a vivir fuera del estado español, más inaceptable es que otra parte – mayoritaria – del pueblo vasco, se vea obligada a vivir dentro de dicho estado. La situación actual en Euskadi no es democrática, por mucho que los que la propician se llamen «los demócratas», adjudicando a todos sus adversarios políticos, el apelativo de «los violentos».
Una solución democrática del «conflicto vasco» exigiría restablecer la democracia en Euskadi. En esta Comunidad Autónoma, una minoría vasca, amparándose en la fuerza del estado español y en una Constitución que desconsideró las demandas del pueblo vasco y prohibió, de forma aberrante en el derecho constitucional moderno, el derecho de autodeterminación, impone cada día, desde hace 27 años, su voluntad a la mayoría del pueblo vasco.
El diálogo exige escuchar y no prohibir ni censurar en los medios de comunicación las razones y argumentos de los adversarios. La estrategia de «los demócratas» respecto los distintos movimientos sociales vascos que defienden el derecho de autodeterminación, es una estrategia de guerra. Su primera víctima, después de las personas y las familias afectadas por este conflicto es la democracia y la verdad. La información en el Estado Español sobre la realidad del conflicto vasco contiene tal grado de unilateralidad que se puede calificar de «adoctrinamiento».
Hablar de diálogo, significa hablar de diálogo con quienes quieren dialogar en base a unas mínimas reglas de respeto y reconocimiento de las razones de los otros. Pretender que una estrategia de dialogo es imposible si no están todos los partidos, es decir, pretender que el PP se siente a dialogar, condicionando la estrategia de dialogo a que el PP acceda a ella, es una ilusión, es decir, un error. Este relativismo político conduce a aberraciones como legitimar que una minoría (el PP) tenga capacidad de veto sobre la mayoría o intentar dar a «Basta Ya», omnipresente en los medios de comunicación, tribunas de expresión en los movimientos sociales de Madrid como han intentado algunos que dicen apoyar el derecho a decidir del pueblo vasco con otros que solo hablan de hablar todos sin importar demasiado de qué se habla.
El Partido Popular es el espacio político donde habitan los poderes fácticos del franquismo: capitalismo golpista, militarismo, machismo, racismo, catolicismo integrista, fascismo cristiano, xenofobia, subordinación a EEUU, nacionalismo español excluyente, desprecio a la democracia, a la paz, a las libertades y a los DDHH. Su proyecto político y social consiste en la prolongación de 40 años de nacionalismo españolista, descompromiso político, anticomunismo y aspiración a medrar como siervos de los más fuertes. Cuarenta años de indignidad y vasallaje bajo el franquismo, se expresan hoy bajo un consumismo motorizado y digital, ignorante y precario, en la monarquía parlamentaria. Los diez millones de votos del PP, cuentan con un largo adiestramiento de servidumbre y casticismo «¡vivan las cadenas!» hoy globalizadas. Este espíritu reaccionario abortó el impulso democrático y modernizador de la 2ª República mediante un baño de sangre protagonizado por el ejército, sustentado por el fascismo de Alemania e Italia y bendecido por la Iglesia Católica. El alzamiento militar de 1936, contó con una parte del pueblo: «la España de charanga y pandereta, cerrado y sacristía, devota de Frascuelo y de María, de espíritu burlón y de alma quieta». El Partido Popular, es la maquinaria política para la prolongación del franquismo y el vasallaje a EEUU bajo la máscara de la globalización neoliberal.
Partiendo de aquí, basar el diálogo en que el PP acepte dialogar, es un camino sin salida, un falso punto medio. Es necesaria otra estrategia. Dicha estrategia exige la reconstrucción de la izquierda que, en su degradación, es, hoy en día, el principal soporte del PP.
Reconstruir la izquierda significa que la socialdemocracia rompa con los principios políticos y teóricos del PP: España como «un destino en lo universal» (ser una potencia mundial); crecimiento económico; desarrollismo y consumismo de masas como garantía de bienestar; competitividad y eficiencia económica como principio rector de la política; producción y distribución a gran escala; nuevas tecnologías al servicio de la productividad; accidentes de trabajo; paro y precariedad inevitables; mercado como regulador central de las relaciones sociales; puestos de trabajo escasos en manos de los empresarios; libertad de movimiento del capital y las multinacionales, «empleabilidad» como eliminación de todas las barreras que protegen a las personas de los empleos basura; derechos sociales de papel y derechos del capital de hierro; coexistencia pacífica con el hambre, las enfermedades y la pobreza en el mundo; desconexión entre nuestras formas de trabajo, vida, movilización y consumo y sus consecuencias de contaminación, hambre, exclusión de la mayoría de la humanidad; pertenencia a organizaciones armadas internacionales; bases militares extranjeras en España; inseguridad material y jurídica de la mayoría de las personas (trabajadores, mujeres, inmigrantes y presos) y de muchos pueblos, sometidos a estados terroristas como EEUU, Israel, Rusia, Marruecos; represión de la autodeterminación de los pueblos y de los sujetos sociales, despoblamiento del campo, producción industrial a gran escala de alimentos para el mercado mundial.
Reconstruir la izquierda es condicionar al PSOE, hoy patrón de los grandes sindicatos, de la mayoría de IU y de la mayoría de los MMSS y ONGs. Esto sólo será posible desde fuera de dichas organizaciones. Pero el «afuera» desde Abril de 2003 está también controlado por ellas. Cualquier reforma pasa en última instancia, por la reconstrucción del Movimiento Contra la Europa del Capital, la Globalización y la Guerra (MAG) vinculado con las luchas sociales desde abajo y autónomo de la izquierda capitalista.
La ruptura democrática aún está pendiente
No a la Constitución monárquica.
Por la III República.
Por el derecho de autodeterminación
MEMORIA, DIGNIDAD Y LUCHA
Este texto forma parte de un libro en preparación: «Constitución(es), autodeterminación(es) y movimiento antiglobalización
* Agustín Morán es miembro del CAES