Tras meses de una batalla política y judicial, reacciones viscerales y amenazas, el gobierno de España logró exhumar los restos del dictador Francisco Franco del conjunto monumental del Valle de los Caídos , tras 44 años de democracia: en la fosa común permanecen más de 33 mil republicanos asesinados por mandato del dictador. La exhumación […]
Tras meses de una batalla política y judicial, reacciones viscerales y amenazas, el gobierno de España logró exhumar los restos del dictador Francisco Franco del conjunto monumental del Valle de los Caídos , tras 44 años de democracia: en la fosa común permanecen más de 33 mil republicanos asesinados por mandato del dictador.
La exhumación de los restos del dictador Franco (1892-1975) – que tiranizó, masacró y condenó al exilio durante su largo régimen totalitario a cientos de miles de personas- del Valle de los Caídos, el mausoleo que mandó a construir para gloria suya y de su cruzada, se consumó el jueves 24 de octubre, en un hecho histórico pospuesto por 44 años. En las calles de España muchos celebraron, algunos con algarabía, otros con discreción.
De piedra de granito, con una arquitectura sombría y tenebrosa, el Valle de los Caídos es desde entonces un lugar de peregrinaje para los nostálgicos del franquismo. Franco estaba enterrado a un costado del que fue su ideólogo y fundador de la Falange Española, José Antonio Primo de Rivera (1903-1936), pero también en el mismo lugar donde fueron sepultados en una fosa común 33 mil presos republicanos.
Un equipo especializado retiró la piedra de más de mil 500 kilos para extraer los restos del dictador, hecho que siguieron desde una carpa próxima unos 500 periodistas nacionales y extranjeros. Tras sacar el féretro, el prior del Valle de los Caídos, el franquista Santiago Cantera, realizó un breve responso antes de trasladarlo al cementerio de Mingorrubio, a unos 15 kilómetros de Madrid.
Hoy se pone fin a una afrenta moral: el enaltecimiento de la figura de un dictador en un espacio público… se da un paso más en la reconciliación. Nos costó mucho tiempo deshacernos de un régimen represor. Y casi nos ha llevado el mismo tiempo apartar los restos de su artífice del homenaje público. Hoy España cumple consigo misma, declaró el presidente Pedro Sánchez.
En un comunicado, la Fundación Francisco Franco, con el epígrafe «Aquí no se rinde nadie», advirtió: «Sí, hoy hemos perdido una batalla, el enemigo ha alcanzado un objetivo parcial, pero en ningún caso hemos perdido la guerra. Así que, señores socialistas y comunistas, basta ya de vanagloriarse tanto».
La exhumación fue criticada por líderes partidistas de uno y otro lado del espectro ideológico porque fue percibida como un acto propagandístico del presidente socialista Pedro Sánchez de cara a las elecciones del próximo 10 de noviembre. Pero lo cierto es que el actual presidente hizo lo que no se atrevieron a hacer sus antecesores y compañeros de partido Felipe González (1982-1996) y José Luis Rodríguez Zapatero (2004-2011).
El retiro de los restos de Franco del mausoleo que se hizo erigir fue un desagravio indispensable, así se haya realizado casi 44 años después de que al dictador se le enterrara con todos los honores de Estado, como prócer y no como el criminal de guerra que fue. Era grotesco que una democracia mantuviera a un genocida enterrado en un monumento nacional levantado con el trabajo esclavo de los republicanos, donde los cuerpos de 33 mil de ellos fueron arrojados a fosas comunes.
La exhumación llegó con cuatro décadas de retraso, entre las airadas protestas de fascistas nostálgicos y de neofascistas que experimentan una preocupante alza en las preferencias electorales. Sin cerrar definitivamente las heridas de la Guerra Civil y de la brutal dictadura fascista, no habrá condiciones para el establecimiento de una democracia verdadera y funcional en España. Y eso párte de la reconstrucción republicana, del fin de la monarquía.
Obviamente, el carácter inacabado de la transición iniciada en 1978 se revela en la institución de la corona, en la vigencia de una Constitución redactada con el visto bueno de los herederos monárquicos de Franco, o en el fracaso de los nacionalismos para conseguir sus reivindicaciones en el contexto institucional de la España moderna.
Además, la exhumación es un acto a todas luces saludable en tanto la política institucional también se dirime en el terreno de los símbolos, y la permanencia de Franco en el Valle de los Caídos era un símbolo tan ofensivo para la memoria de las víctimas del alzamiento fascista y de la posterior dictadura como impresentable y vergonzoso para una democracia.
Las imágenes del féretro del genocida saliendo en helicóptero del Valle de los Caídos retransmitidas en todo el mundo, una medida simbólica que ningún Gobierno había puesto en marcha en 44 años, llegan en un momento en que los socialistas estaban estancados en las encuestas.
Con la exhumación de Franco, el presidente Pedro Sánchez ha cosechado -a 18 días de las elecciones- su mayor logro desde que llegara al poder tras desalojar al derechista Mariano Rajoy (tras el escándalo de corrupción de Gürtel). Mientras, la oposición acusa a Sánchez de electoralismo y los partidos de izquierda y nacionalistas hablan de un exceso de permisividad con la familia del dictador.
Isabella Arria. Periodista chilena residenciada en Europa, analista asociada al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)
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