Año tras año, haciendo camino pero sin pausa, las fallas reivindicativas y populares impulsadas por las organizaciones sociales van ganando terreno en Valencia. En 2014 se han coordinado en una «Junta Solar Fallera», y lanzan una propuesta común de actividades -de modo que no se solapen- con el fin de regresar a la esencia de […]
Año tras año, haciendo camino pero sin pausa, las fallas reivindicativas y populares impulsadas por las organizaciones sociales van ganando terreno en Valencia. En 2014 se han coordinado en una «Junta Solar Fallera», y lanzan una propuesta común de actividades -de modo que no se solapen- con el fin de regresar a la esencia de la fiesta, pervertida y cooptada por los poderes fácticos de la ciudad desde el franquismo hasta hoy. En las barriadas de Benimaclet (antiguo pueblo anexionado por la ciudad de Valencia a finales del XIX), el Cabanyal (distrito marítimo), el centro histórico (Ciutat Vella) y Mislata (municipio del área metropolitana), los movimientos sociales llenan la calle de actividades, fiesta y denuncia entre el 1 y el 19 de marzo.
Los centros sociales Terra y L’Horta (Okupado) animan las fallas «alternativas» en el barrio de Benimaclet. En el Terra comenzaron hace 13 años, sobre todo por el impulso de la organización Maulets. Ya en los orígenes se asentó una declaración de principios que pervive hasta hoy: recuperar una fiesta popular y transgresora, satírica, con críticas a los gobernantes, en uno tono laico e irreverente. En pocas palabras, sacar las fallas a la calle. Tampoco esto tendría que resultar extraño: así eran las fiestas en sus orígenes «Pero durante el franquismo, el poder las instrumentalizó», recuerda Natxo Calatayud, miembro de les Falles Populars de Benimaclet. Se introdujo en la fiesta el factor religioso y las ofrendas, pero también la exaltación del «sano» regionalismo españolista. Incluso se modificaron las indumentarias tradicionales.
Cuando hace algo más de una década se impulsaron las fallas populares en Benimaclet, se trataba de una propuesta muy modesta, basada sobre todo en actividades en la calle y cenas en la plaza. Pocos años después se dio el paso a la construcción de monumentos falleros, también muy sencillos, que han ido evolucionando y mejorando en su factura hasta hoy. La iniciativa refuerza además el tejido asociativo del barrio. Participan en las fallas organizaciones sociales, colectivos vecinales y gente común. Si se busca un conector de todos los años de actividad, seguramente sea éste la temática de las fallas, siempre combativas y con la denuncia en el frontis: la destrucción de la huerta de la Punta por la expansión del puerto; «grandes eventos» como la Copa América; los fastos de la visita del papa; la destrucción y los movimientos especulativos en el barrio del Cabanyal, entre otros. En la edición de 2014, el protagonista es Ruiz Gallardón, en la doble vertiente de promotor de la «Ley Mordaza» y de la reforma de la legislación sobre el aborto.
En el Centre Social Terra se ultimaba el pasado viernes el diseño del monumento para este año, con material reutilizado (papel reciclado o cajas de cartón), lo que ya marca una línea de separación con las fallas convencionales, que en mayor medida hacen uso de plásticos y material químico. Las artistas se afanaban (apremia el tiempo para la «plantà») en la confección de los «ninots», que en la parte superior de la falla integrarán un obispo, Franco y el capitalismo (con una calavera trajeada, sombrero y la simbología del dólar). La falla representa un monstruo con tentáculos, de los que salen las figuras de Gallardón (que intenta ahogar a una mujer encinta), Alberto Fabra (presidente de la Generalitat Valenciana) y Rita Barberá (alcaldesa de la ciudad). Los ocho tentáculos a la vista retratan otras tantas denuncias contra la reforma laboral, la privatización de la sanidad y la educación, los ataques a la lengua o la destrucción del territorio, entre otros asuntos.
De este modo pretende ofrecerse una alternativa a unas fallas «oficiales» que hace mucho ya que se convirtieron en un «elemento de alienación social, al igual que ocurre con el fútbol», opina Natxo Calatayud. «El alcohol y la fiesta como opio del pueblo para que éste olvide las miserias», agrega. «Una alegría desbordada y alienante en unas fallas que gastan muchísimo dinero en iluminación y policía, entre otros capítulos, mientras nos recortan la educación, la sanidad y las pensiones». Además, hay fallas, «aunque no todas, ni mucho menos, que constituyen un bastión del fascismo y del blaverismo». Poco tiene esto que ver con las fallas populares de Benimaclet, cuyo acto central este año tuvo lugar el día 16, fecha de la «plantà», una «Cercavil.la» (pasacalles) por el barrio, paellas populares y la «cremà» del monumento.
Diferentes movimientos sociales organizan las «Falles Populars i Combatives» desde hace 12 años en Ciutat Vella. En 2014, están organizados como colectivo. Participan en los actos Ca Revolta, Racó de la Corbella, Solar Corona, la Xemeneia, Juanita Club y la Societat Coral el Micalet. Pero tampoco las actividades se limitan a la semana fallera: hace cuatro años que el 8 de octubre (víspera de la fiesta oficial del País Valenciano) se reivindican festejos populares como la «mocadorà», una antigua tradición de los enamorados valencianos. El planteamiento consiste en «recuperar la esencia de la fiesta fallera, pero con espíritu crítico, participativo, horizontal y enraizado en el distrito de Ciutat Vella», apunta Andreu Ginés, miembro de les «Falles Populars i Combatives».
La misma denominación que agrupa a los colectivos organizadores de las fallas «alternativas» en la ciudad – «Junta Solar Fallera; les ames dels solars i dels carrers»- revela alguno de sus principales objetivos, como la denuncia de la especulación con los solares y la reivindicación de estos como espacios vacíos que deberían recuperarse para el uso público. Precisamente la falla de los colectivos de Ciutat Vella se ubica en uno de estos solares, el de la calle Corona, que vecinos y asociaciones del barrio del Carmen llevan tiempo gestionando y dinamizando.
Andreu Ginés critica la «españolización» y la «mercantilización» de la fiesta, pero matiza que «no vamos contra las fallas, sino contra el modelo impuesto y contra determinados elementos de ese modelo». Por ejemplo, contra la Junta Central Fallera, un instrumento creado por el franquismo para vincular la fiesta de las fallas al poder, y que actúa como elemento de control y domesticación. También contra la religiosidad «excesiva» que acompaña a los festejos, cuando en sus orígenes se trataba de una fiesta pagana en la que elementos como el fuego asumían un rol principal. Ahora bien, no comparten acuñaciones como «antifalles» o «falles alternatives», pues «las nuestras son fallas con pleno derecho».
La idea de recuperar la fiesta en su tradición primigenia apunta también a que los residentes habituales no huyan de la ciudad por estas fechas, hartos de la masificación, el estruendo y el corte de calles. En Ciutat Vella llevan dos años plantando fallas. En la anterior edición, con la alcaldesa, Rita Barberá, como figura principal, se denunciaba la corrupción. Este año se critican los procesos de «gentrificación», por los que se despersonaliza los centros históricos, pasto de la especulación, al tiempo que se tiende a desplazar a la población originaria. Todo ello representado en estructuras de madera, con papel, cartones, dibujos y fotografías. Sin materiales químicos. Además, se han organizado concursos de paellas, «calçotades antirrepresives», «Cercavil.la amb albades» y el tradicional «llibret» de falla (premiado este año).
En el barrio del Cabanyal han programado unas «Falles Populars i Autogestionades» el Ateneu Llibertari del Cabanyal, los Centros Sociales Okupados La Fusteria y el Samaruc, el Centre Social L’Escola y los bloques de viviendas de «Los Portuarios» (en los que vive fundamentalmente población gitana). Es el segundo año consecutivo que celebran las fiestas, y mantienen la coherencia con el resto de barrios y colectivos de la «Junta Solar Fallera». Tratan de recuperar los festejos en su sentido primario, volver a la tradición popular y hacer uso de materiales reciclados, sobre todo muebles viejos. Tienen muy presente además la necesaria implicación de la calle, por eso los niños confeccionan caretas para añadirlas a un monumento que se plantará en el descampado anexo al antiguo bloque de los portuarios, donde residen personas de etnia gitana. Una asamblea de mujeres se ha sumado también a la iniciativa.
La idea de la falla es, al igual que en Ciutat Vella, oponerse a la «gentrificación», es decir, manifestar el rechazo a que se expulse a una parte de la población que actualmente reside en el Cabanyal: gente inmigrante, de etnia gitana, «lumpen», autóctonos con muy escasos recursos y otras personas que desde hace muy poco viven en el barrio. Se presentan como una tercera vía entre los partidarios de la ampliación de la avenida Blasco Ibáñez (una de las principales arterias de la ciudad) hasta el mar (proyecto que defiende el ayuntamiento de Valencia y que supondría la destrucción de este barrio marinero); y los colectivos vecinales que apuestan por la conservación y rehabilitación de la barriada, por ejemplo, «Salvem el Cabanyal». Los promotores de las «Falles populars y autogestionades» rechazan, por lo demás, un barrio «puesto en valor» que atraiga el dinero o convertido en un teatro de multiculturalidad postmoderna.
Entre las actividades programadas destaca el «Cercatasques», ruta animada por música de charanga que pasa por diferentes tascas (centros sociales) donde se puede tapear. La actividad acabará con un concierto de música Country por parte del grupo madrileño «La Diligencia de los Vaqueros Zombies». Destacan asimismo los «Correfocs» a cargo del grupo «El cau del llop», paso previo a la «cremà» de la falla y la actuación del grupo Mafalda. Ese mismo día se han convocado paellas populares en la calle, en las que el colectivo organizador aporta la leña a los participantes. Se pretende así abrir las fallas a la gente, que participe la calle, los vecinos del barrio, no sólo las personas políticamente activas de los centros sociales, explica un miembro de la organización. Se subraya esta idea de «apertura», de fiesta popular, «frente a las fallas convencionales, que restringen a sus falleros las carpas y actividades», añade.
«Per falles, foc al capital» es la consigna que figura en la cuenta de twitter de la «Intifalla». Entre el 1 y el 19 de marzo han organizado una protesta diaria durante la «Mascletà» en la plaza del Ayuntamiento de Valencia (uno de los actos centrales de la fiesta). Las protestas tratan de visibilizar ante el balcón de autoridades y en una plaza repleta de público, reivindicaciones de plena actualidad como la defensa de una Radiotelevisión «pública, popular i en valencià», la denuncia de la corrupción «i el seu sistema podrit, Fabra y Rita dimissió»; los 43 muertos, 47 heridos y «ningún responsable» por el accidente del metro de Valencia en 2006; la toma de partido contra la Europa del capital, la Troika y por el impago de la deuda; por la vivienda digna, contra la «Ley Mordaza» y por una sanidad pública, gratuita y universal. Miembros de la «intifalla» han denunciado identificaciones de la policía nacional durante las acciones de protesta.
En un comunicado, apuntan que la expresión «Intifalla» es una metáfora elegida de forma consciente, con la que se pretende recuperar el espíritu «crítico y transgresor» de un espacio (las fallas) «que ha sido y ha de ser nuestro», del 99% de la población. «Si el universo fallero institucional renuncia -no únicamente en fiestas, sino durante todo el año- a ejercer como tal, eso ha de servir para recordarnos que es nuestra responsabilidad hacerlo; y sin ambigüedades: no reconocemos la legitimidad de la Junta Central Fallera ni de la Corte de Honor, igual que no vemos legítimo que la Comisión Europea o el Banco Central Europeo decidan nuestro futuro». En la «Intifalla» reivindican el ejercicio de la democracia. Aquí y ahora.
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