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Entrevista a Mario Murillo, trabajador de Correos y delegado sindical de CGT

«Feijóo convirtió Correos en sociedad anónima (estatal) entre los años 2000 y 2003»

Fuentes: Tercera Información

Entrevista a Mario Murillo

Hoy entrevistamos a Mario Murillo, trabajador de Correos y delegado sindical de CGT Correos Madrid. Tras el proceso electoral del 23-J, momento en el que todos los ojos estaban puestos en el voto por correo, hemos querido entrevistar y dar voz a quienes mejor conocen la empresa y el servicio: las y los trabajadores.

Durante la campaña electoral, Correos anunció a bombo y platillo una gran contratación de personal para las elecciones. ¿Se percibió entre las plantillas ese refuerzo? Encontrándonos en período estival, ¿cómo queda la contratación en la empresa para la cobertura de las vacaciones?

Si me lo permitís, voy a iniciar la respuesta con el popular refrán “del dicho al hecho hay mucho trecho”. El 13 de julio en la sala de prensa de la empresa podíamos leer “Correos ya ha formalizado 20.240 contrataciones de refuerzo para el correcto desarrollo de las actividades relacionadas con el voto por correo para las Elecciones Generales que se celebrarán el 23 de julio”. El problema estriba cuando el número de contratos y el de personas contratadas no se corresponde. En efecto, si durante un mes a la misma persona se le realizan digamos cuatro contratos distintos, es evidente que existe un desfase que sobredimensiona el volumen de contratación. En las reuniones de junio acerca de la campaña electoral, desde CGT se insistió mucho en que el dato importante a conocer era el del número de personas contratadas, precisamente para evitar que las cifras se retorcieran y maquillaran.

Las elecciones han salido adelante con un sobreesfuerzo mayúsculo de la plantilla, con una masiva oferta de horas extra, cuando ya se venía de un proceso electoral en mayo, en una época donde una parte considerable del personal postal se encuentra de vacaciones y con una climatología adversa, especialmente, para el trabajo en exteriores.

Antes de pasar a otro tema, no obstante, quisiera reiterar que la falta de contratación en Correos y, por tanto, el enorme adelgazamiento de las plantillas, no es un conflicto puntual fruto de lo excepcional de realizar unas elecciones generales en verano. Hablamos de un problema que concurre a lo largo de todo el año y que tiene tres consecuencias principales: Plantillas mermadas expuestas a ritmos y cargas de trabajo inasumibles, miles de trabajadores eventuales condenados al paro a pesar de formar parte de las bolsas de empleo temporal y, en consecuencia, una disminución de la calidad del servicio postal que prestamos a toda la ciudadanía.

Durante la campaña del 23-J y sobre todo tras los comicios, algunos políticos agradecieron públicamente el trabajo de Correos en las elecciones, pero en los programas de los grandes partidos (PP y PSOE), Correos y el servicio postal ni se nombran. ¿Qué se puede esperar a corto plazo a nivel político respecto a Correos?

Lo primero es condenar la campaña trumpista promovida por las derechas en España contra el personal de Correos, pretendiendo asociar a decenas de miles de profesionales postales con un supuesto amaño a favor del “sanchismo”. Si bien no era la primera vez que se agitaba esta falacia en nuestro país, posiblemente nunca antes se había hecho con tanta virulencia y sobre todo, nunca antes el líder de la oposición (me refiero al señor Feijóo) había actuado como punta de lanza. Se ve que no tuvo suficiente con reconvertir Correos en sociedad anónima (estatal) bajo su presidencia de la empresa postal entre los años 2000 y 2003, sino que ahora, dos décadas después continúa su ataque contra la plantilla sembrando dudas sobre nuestra profesionalidad y compromiso democrático.

Al mismo tiempo, considero justo agradecer a ciertas personalidades políticas como Mónica García o Yolanda Díaz que hayan defendido durante toda la campaña electoral al colectivo postal (y no solo a posteriori), mientras los bulos aumentaban e incluso un compañero era agredido durante su jornada laboral por un cabestro ultraderechista.

Retomando la pregunta que se formula, ante todo reclamamos dejar de ser usados como arma arrojadiza entre diferentes formaciones políticas que es lo que ha ocurrido con la plantilla de Correos desde que Núñez Feijóo se pusiera a la cabeza del Partido Popular. Al mismo tiempo, tememos caer de nuevo en el olvido -ahora que ya no somos noticia- y que los problemas de un servicio público básico para la sociedad vuelvan a ser invisibilizados.

Recientemente, en otra entrevista reiteraba que tanto PP como PSOE han aplicado sin rubor las directivas europeas que promovían la liberalización de los servicios postales. Esta y no otra es la principal razón que explica la debacle de nuestras condiciones laborales y el palpable deterioro del servicio que prestamos. Este proceso se ha visto acompañado del debilitamiento del papel que históricamente ha tenido Correos en nuestro país, arrinconando lo público y permitiendo que la rentabilidad privada tomara el mando del rumbo empresarial. Nuestra apuesta siempre ha sido la de reforzar el carácter social de los servicios que prestamos para seguir ocupando un lugar central dentro del mejor patrimonio que tenemos: nuestros servicios públicos.

En los últimos años, países del entorno como Inglaterra o Portugal han privatizado total o parcialmente el servicio postal, amparándose en las directivas de la Unión Europea de liberalización que señalabas. ¿Correos España está resistiendo estas tentativas de privatizar el servicio postal?

Como decía, la lógica que preside Correos es la del mercado. Nos han convertido en una empresa híbrida, con el total de las acciones en manos públicas –a través de la SEPI- pero con una mentalidad y unos objetivos de rentabilidad propios del capital privado.

Sin embargo, como este proceso privatizador no ha resultado súbito sino más bien una concatenación de sucesos y decisiones políticas, hay a quienes no les resulta creíble que pueda llegar a culminarse, a pesar de que las similitudes con Amazon u otras entidades del sector sean incuestionables.

Desde mi punto de vista, hay una fecha que es clave para el devenir de Correos: 2025 y la finalización de la asignación como prestadores del Servicio Postal Universal (SPU). A partir de ahí, ese servicio podría volver a ser asignado a Correos, a una empresa privada o trocearlo entre diferentes empresas.

Obviamente, tendrá que darse la pelea para que vuelva a recaer en nuestra empresa, pero esa no puede ser la única perspectiva pública de futuro para Correos. En este sentido, diría que la mayor reivindicación que podemos lanzar a las instituciones, en general, y al Gobierno, en particular, es que Correos debe formar parte del proyecto de país para las próximas décadas y reforzar su carácter social con medidas y actividades que respondan a las necesidades sociales de hoy pero también de mañana.

Es por ello que ha de valorarse la aparición de propuestas en el ámbito político como la de la confluencia “Sumar” apostando por la creación de un banco público a partir del ICO (Instituto de Crédito Oficial) y de la red de oficinas de Correos con el objetivo de rebajar el coste de las hipotecas y llevar los servicios financieros también a la España vaciada. Desde CGT, se viene reclamando la creación de una banca pública postal desde que la Caja Postal fuese privatizada, que revalorice Correos como prestadora de un servicio fundamental para la gente y sirva de alternativa a las corporaciones bancarias privadas.

Perder Correos como empresa pública, no sólo sería dramático para quienes trabajamos en ella, sino para todos ya que nos quedaríamos sin un servicio público que durante siglos ha conectado y cohesionado nuestra sociedad. El enésimo trasvase de actividades públicas a las manos del beneficio privado.

El auge de empresas como Amazon o Uber han tenido un enorme impacto en el sector de la logística y la distribución, tanto en las condiciones laborales como en la propia cultura de consumo. ¿Qué papel debe jugar una empresa pública postal frente a esta amazonización del sector?

La respuesta a esta pregunta es compleja, pero en mi opinión debemos ser ambiciosos a la hora de pensar en el rol que queremos que tengan las empresas públicas de nuestro país. Hay que acabar con el mito de que el único futuro posible es parecernos lo máximo posible a las empresas privadas para poder competir con ellas en el mercado. El porvenir nunca está escrito, depende de lo que hagamos y las aspiraciones que perseguimos.

La reducción permanente de personal, los paupérrimos salarios y la precariedad en todos los ámbitos de nuestras condiciones laborales, lo único que nos ha reportado es tener una plantilla donde el síndrome del burnout o “del trabajador quemado” se ha extendido sobremanera. Correos no ha mejorado ni un ápice por pretender imitar a Amazon. Todo lo contrario, ni a nivel empresarial, ni a nivel laboral se ha conseguido avanzar y mejorar. Competir a la baja no funciona.

Siempre hemos sido conocidos y reconocidos por la calidad del servicio. Pero dicha calidad no cae del cielo. Se necesitan plantillas bien nutridas, buenos salarios y ambientes laborales que no te mermen hasta las ganas de vivir. Sin ir más lejos, para poder sacar adelante las elecciones ha habido que priorizar los objetos postales relacionados con las mismas, acumulándose en las unidades de reparto otros productos de relevancia como, por ejemplo, las notificaciones. Con más plantilla y con un clima laboral adecuado, se habría podido repartir el trabajo de una mejor manera, sin tener que tapar un hueco mientras se te genera otro.

Sobre el cambio cultural en nuestros hábitos de consumo, podríamos dedicar un artículo completo. Obviamente, esto va mucho más allá de Correos, de Amazon o de Uber. El neoliberalismo no es un mero recetario económico, sino que culturalmente ha modificado la forma de cómo nos concebimos como miembros de una sociedad.

Hasta hace unas décadas, cualquier persona medía su “ciudadanía” en función del grado de participación social que podía alcanzar en la vida pública. Sin embargo, ahora parece que el grado de participación ciudadana se mide por el acceso al consumo que tenemos, por cuántas cosas compramos. Y ahí es donde arraigan los procesos de amazonización y uberización de la economía (y de la sociedad).

Si en verdad estamos comprometidos con no entregar nuestra economía al mercado privado y apostamos porque las empresas públicas ocupen un lugar determinante, hay que cuestionar las dinámicas de competencia extrema y salvaje propias del capitalismo, y plantear alternativas. Una empresa pública como Correos puede ser sostenible, eficiente e incluso rentable, siempre que nuestra perspectiva de rentabilidad sea social y no la de cuántos dividendos y bonus se reparten por arriba los directivos a costa del esfuerzo de toda la plantilla y de la reducción de costes (que normalmente es un eufemismo para no hablar de recortes en personal y contención salarial).

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.