El cínico discurso del rey, en esta triste noche del 24 de diciembre de 2014, pone en evidencia el estado ruinoso del Régimen del 78. También el agotamiento de una Constitución heredera del franquismo. Un discurso de palabras huecas, a la defensiva. Un discurso contradictorio que se atrinchera en una Constitución contestada por la mayoría […]
El cínico discurso del rey, en esta triste noche del 24 de diciembre de 2014, pone en evidencia el estado ruinoso del Régimen del 78. También el agotamiento de una Constitución heredera del franquismo. Un discurso de palabras huecas, a la defensiva. Un discurso contradictorio que se atrinchera en una Constitución contestada por la mayoría de las fuerzas políticas y sociales.
El monarca se aferra a una tabla de salvación -la Constitución- carcomida por su falta de legitimidad (artículo 135). De este modo antepone los intereses de los banqueros a cualquier otra consideración. Nos convierte en súbditos de unos poderes ajenos a las necesidades apremiantes de las clases populares. Soberanía y dignidad que ya no pueden residir por más tiempo en un Parlamento controlado por unos poderes nada democráticos. Poderes ilegítimos que están saqueando sin contemplaciones al conjunto del pueblo español.
Felipe VI, haciendo gala del tradicional borboneo, hábil en la táctica del calamar para ocultar su trastienda, pretende hacernos creer que sus palabras son sinceras. Pero sus contradicciones respecto a los valores que dice defender son clamorosas. También la desmedida codicia mostrada por la pareja real encaramándose al trono de forma precipitada e ilegítima. Toda esta cascada de torpezas son ya imágenes indelebles en la retina de todos los españoles. Ningún chorro de tinta podrá ya ocultar estas y otras lacerantes realidades de nuestra patria. La Declaración Universal de Derechos Humanos adoptada por la Asamblea General de la ONU establece que: «Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos». Por lo tanto ¿cómo es posible que un rey pida que no haya «tratos de favor» y a su vez NO renuncie a la corona? ¿Qué mayor «trato de favor» y consiguiente corrupción institucional, que el acumular por «derecho de sangre» la Jefatura del Estado y la jefatura efectiva de las Fuerzas Armadas? ¿Por qué el ciudadano Felipe de Borbón y Grecia detenta esos privilegios de casta? ¿Por qué su estirpe ha de ser superior en dignidad y derechos a los demás españoles y españolas? ¿Por qué ha de ser inviolable -es decir intocable por la Justicia- pese a que hubiese delitos que imputarle?
Por si todo esto no bastase, el rey Felipe VI se ha exhibido públicamente en Cataluña no hace muchos días llevando de copiloto al Sr. Mas. ¿Acaso se está negociando a espaldas de la soberanía popular un sucedáneo de secesión? ¿Pretenden dar gato por liebre al pueblo español y por añadidura al pueblo catalán? ¿Se está quizá hablando de un «Estado libre asociado» como si Cataluña fuese una colonia más del Reino de España? ¿No es hora ya de que el pueblo catalán, así como los demás pueblos de nuestra patria común, se pronuncien libre y democráticamente al margen de maniobras palaciegas?
El tiempo suele aclarar muchas cosas. Sin embargo el pueblo llano no puede esperar más. La cruda realidad es que cada vez menos ciudadanas y ciudadanos creen en la pretendida neutralidad política del monarca. Tampoco tiene ya ninguna credibilidad la estrecha alternancia y compadreo de la restauración borbónica. Restauración apuntalada por un bipartito que ha traicionado a su pueblo y corre servil a suministrar a Felipe VI la tinta del calamar.
Ni una sola palabra salió de su boca recordando a las víctimas, a todas las víctimas. En particular las ocasionadas por el golpe militar de 1936 contra el gobierno legítimo de la República. Republicanos arrojados a fosas comunes sobre los que se asienta su trono, el trono de los Borbones.
La lista global de víctimas sigue creciendo vertiginosamente por la complicidad del Gobierno en las operaciones de saqueo global que los EE.UU. emprenden. Este régimen borbónico, con criminal entusiasmo, adhiere a este desgraciado país y a sus fuerzas armadas a operaciones imperialistas que ponen en riesgo la paz mundial.
De nada servirá su discurso de palabras huecas. Tampoco la ley mordaza. El pueblo desea una España auténticamente democrática y justa. Millones de personas claman exigiendo pan, techo, trabajo, dignidad.
Sin República no hay esperanza. Apoyemos decididamente un proceso constituyente hacia la III República federal.
Manuel Ruiz Robles es Capitán de Navío de la Armada
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