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La construcción social del género

Feminismo y construcción patriarcal del género

Fuentes: https://tribunafeminista.elplural.com/

Nacemos con un sexo y nos asignan un género en función del primero. Esa es la base del sistema patriarcal. De manera que hombres y mujeres son separados desde el nacimiento (hoy en día incluso antes) por el Patriarcado en compartimentos estancos. Unos destinados a dominar y otras a someterse.


La estrategia para ello es la división sexual del trabajo. Por un lado, dando valor económico a las actividades masculinas al tiempo que se niegan a las realizadas por las mujeres, garantizando así su supeditación económica y el acceso de cada hombre a la sexualidad, la reproducción y los cuidados gratuitos de “su” mujer. Además, debiendo desarrollarse estas actividades en el ámbito de lo doméstico, se aprovecha el viaje para excluirlas del ámbito público, exclusivo -hasta hace un tiempo asombrosamente reciente- de los hombres. Eso permite explicar que, cuando una mujer es violentada en la calle, en el ámbito laboral, en las redes, lo que en realidad se está haciendo es “disciplinarla” para devolverla al ámbito doméstico, al silenciamiento social.

El sistema patriarcal fija así, como centralidad, el sexo masculino; relegando a la alteridad a las mujeres. Eso posibilita la cosificación e instrumentalización de las mujeres, de manera que -al tiempo que se le niega su condición plena de persona- se “aprovechan” todas sus capacidades. Me refiero a las capacidades sexuales y reproductivas que se ponen a disposición de los hombres en general (por medio de la pornografía, la prostitución y la trata, así como los vientres de alquiler), o de cada hombre en particular (con la institución matrimonial o de pareja).
Así, los hombres tienen garantizado el acceso a una mujer en privado, y a todas las que sea capaz de pagar, en público. Este orden se mantiene por medio de la violencia, tanto en el terreno de lo privado (violencia en la pareja), como en lo público (por medio de variadas modalidades de acoso: ridiculización, minoración, silenciamiento, invisibilización, agresiones verbales, físicas, violación, asesinato…). También contribuye decisivamente a mantener el sistema la religión, lo que explica que las instituciones religiosas impacten en mucha mayor medida en las mujeres, y ello a pesar de ser evidente su fuerte estructura patriarcal y su misoginia declarada.

Tan profunda es la conexión sexo/género que, en poco tiempo, resultan indisolubles y es prácticamente imposible separar uno de otro, al formar un entramado complejo que –además- cada persona según su sexo- procesa de una manera: integrando muchos estereotipos (los mandatos de género son muy poderosos), aceptando algunos con reticencia o, finalmente, rechazando unos pocos (normalmente por suponer una flagrante vulneración de derechos humanos). Podemos ver entonces cómo la construcción de los estereotipos de género produce diversos “ruidos” que el sistema patriarcal se empeña en silenciar con mayor o menor brutalidad según el nivel de democracia alcanzada en zonas, países y tiempos.

la construcción de los estereotipos de género produce diversos “ruidos” que el sistema patriarcal se empeña en silenciar con mayor o menor brutalidad

Pero que el género -hoy por hoy- esté indisolublemente unido al sexo no le resta ninguna validez a la afirmación de que es un constructo cultural: el mejor ejemplo, sin duda, es cómo cambia y se adapta en según qué épocas y lugares.
Otro ejemplo -igualmente ilustrativo- es su impacto en la orientación sexual: Así, siendo el patrón en el Sistema patriarcal la heterosexualidad, una de las más frecuentes disidencias en este terreno es la homosexualidad. Aunque conviene advertir que se trata de una disidencia exclusivamente referida a dicha orientación sexual, sin comprometer ni cuestionar otros aspectos del Patriarcado. Eso explica, por cierto, por qué las mujeres vuelven a tener un papel subordinado respecto de los hombres en ese colectivo.
Pero sin duda la mayor disidencia que enfrenta el Patriarcado es el Feminismo que, al conceptualizar las bases injustas de la dominación masculina, crea un movimiento reivindicativo de muchos siglos que se le opone, aunque sólo adquiere cuerpo a partir de la ilustración como planteamiento teórico y del sufragismo como vertiente práctica.

la homosexualidad: una disidencia exclusivamente referida a la orientación sexual, sin comprometer ni cuestionar otros aspectos del Patriarcado. Eso explica por qué las mujeres vuelven a tener un papel subordinado respecto de los hombres en ese colectivo.

El Feminismo se da cuenta pronto de la necesidad de impugnar toda la construcción de género, al identificarlo como la principal herramienta de dominación patriarcal, y reconoce, no sólo el sufrimiento y la injustica que genera a las mujeres por haber nacido hembras de la especie, sino también el sufrimiento que genera en los hombres, aunque no es menos cierto que lo soportan mucho mejor debido a los mayores privilegios que les reporta. Por eso, lo que el Feminismo reivindica es la abolición del género. No se trata de multiplicar el género sino de impugnarlo. No se trata de cambiar el género, sino de suprimirlo.

La impugnación feminista del patriarcado nos hizo aliadas del movimiento LGTBi frente al enemigo común, pero no creo que ocurriera lo mismo en reciprocidad. El movimiento LGTBi no ha sido –globalmente considerado- feminista. Con la obvia excepción del lesbianismo que, además, constituye una gran y riquísima fuerza dentro del Feminismo. De hecho, sólo ha hecho falta la emergencia el movimiento “trans”, para que una mayoría del colectivo LGTBi se haya alineado con las reivindicaciones de este o, al menos, permanezca en silencio; y pocas son las voces en su seno que lo interpelan ante la alarma feminista por la pérdida de derechos de las mujeres que algunas de sus reivindicaciones pueden llegar a comportar.

En cuanto a la realidad trans, tenemos claramente que diferenciar entre transexualidad y transgenerismo. La transexualidad impugna el cuerpo con el que se ha nacido, y necesita adaptarlo al que realmente identifica como suyo ya que lo contrario le genera un terrible sufrimiento. Es un impulso que no nace sólo de identificarse con estereotipos de género, sino que, primordialmente, tiene su origen es un malestar corporal que le impulsa a un cambio físico.

En cambio, el transgenerismo lo que plantea es la sacralización de los estereotipos de género hasta el punto de que, en un eventual desajuste sexo/género, debe sacrificarse el primero al servicio del segundo. Ese esencialismo no se sostiene si no se percibe y se justifica como innato el género. Se pretende, por tanto, que nacemos con cerebros rosas o azules y esos cerebros pueden estar albergados en un cuerpo equivocado que habrá, por tanto, que disciplinar hormonal y/o quirúrgicamente para ajustarlo al género sentido. Pero, curiosamente, sólo cuando se trata de niños, niñas o personas transmasculinas.
Porque, a menudo, las personas transfemeninas no pretenden cambiar el cuerpo para cambiar su sexo (lo que, por otra parte, es biológicamente inviable), sino que performan ser mujer a golpe de estereotipos (y a eso lo llaman identidad de género o género sentido). Y no lo digo yo, lo dicen las propias personas transfemeninas cuando les preguntamos por qué afirman y en qué se basan para decir -no ya que se sienten mujeres, sino que SON mujeres. A menudo responden a esa cuestión con afirmaciones del tipo “Siempre me gustaron los juegos de niñas, los vestidos, los tacones, el carmín, los gestos y el suave hablar de las mujeres…”. En una palabra, se identifican con la construcción patriarcal de la femineidad. Y por eso, al sentir una mayor identificación con los estereotipos asignados al sexo contrario, no impugnan esos estereotipos, sino que se los apropian. Bajo una apariencia de transgresión, lo que hacen es ratificar el sistema patriarcal: El Patriarcado, a su parecer, nunca se equivoca: quienes se equivocan en todo caso, son los cuerpos.

Yo, sin embargo, permítanme que al menos dude sobre cómo alguien puede sentirse mujer sin tener las vivencias corporales y la socialización de género que recibimos por serlo, dado que obviamente descarto el neurosexismo implícito en la doctrina queer, como –por otra parte- ha demostrado la ciencia. ¿Cómo saben que se sienten mujeres sin esas fundamentales vivencias del sistema sexo/género que nos han hecho interiorizar a nosotras desde la más tierna infancia?
Con todo, nada de eso preocuparía demasiado al Feminismo, que siempre ha defendido que las personas se comporten como deseen prescindiendo de los estereotipos patriarcales, si no fuera porque:

  1. Negar que la fuente de la opresión de las mujeres es el sexo con el que nacen es impugnar el Feminismo pretendiendo invalidar su lucha política.
  2. Negar, excluir o invisibilizar el cuerpo de las mujeres, sus procesos biológicos, las enfermedades propias de su sexo, es una falta de respeto y reconocimiento a las mujeres y es, por tanto, atacar al Feminismo.
  3. Afirmar el género como identidad –además elegible a voluntad- es, también, impugnar el Feminismo ya que éste lucha por su abolición, no por su reforzamiento.
  4. Hacer desaparecer el sexo en las estadísticas es impedir la medida de la opresión que sufren las mujeres y, por tanto, es contraria al Feminismo al impedirle reclamar las políticas que pongan fin a esa opresión.
  5. Invadir los espacios reservados a las mujeres por razón de su sexo (lavabos, vestuarios, viviendas protegidas, cárceles…), es contrario a los derechos humanos de las mujeres al comprometer su seguridad y, por tanto, es contrario al Feminismo.
  6. Ocupar los espacios deportivos de las mujeres invisibiliza y hace inútiles los esfuerzos de estas en las competiciones deportivas, llegando incluso a hacer peligrar su integridad física. Por tanto, es contrario al Feminismo.
  7. Ocupar las cuotas de presencia y poder de las mujeres, reservadas a compensar su histórica discriminación por razón de sexo, es una burla a las reivindicaciones del Feminismo.
  8.  Dar por buena la apropiación patriarcal del cuerpo de las mujeres y de sus capacidades (pornografía, prostitución, vientres de alquiler, comercialización de óvulos…) es frontalmente opuesto al Feminismo.

Por eso la agenda queer no es Feminismo, sino todo lo contrario. Es misoginia, es delito de odio.
Invito, pues, a la reflexión a aquellas mujeres y hombres que se dicen feministas mientras contradicen algunos o muchos puntos de la agenda del Feminismo.
E invito a las personas transgénero a impugnar el Patriarcado contribuyendo a abolir el género. Porque, a mi juicio, no se trata de ser hombres o mujeres transgénero, sino hombres y mujeres libres.


Fuente: https://tribunafeminista.elplural.com/2021/05/feminismo-y-construccion-patriarcal-del-genero/

** Sobre la autora: Psicóloga por la Universitat de València. Feminista. Agenda del Feminismo: Abolición del género.