El verano gijonés transcurre apaciblemente de fiesta en fiesta mientras la ciudad vive feliz y dulcemente anestesiada el verano más cálido de los últimos treinta años. Gijón vive una interminable cadena de festejos y celebraciones estivales que lleva camino de convertir la ciudad en un circo a gran escala, a semejanza del Imperio Romano que […]
El verano gijonés transcurre apaciblemente de fiesta en fiesta mientras la ciudad vive feliz y dulcemente anestesiada el verano más cálido de los últimos treinta años.
Gijón vive una interminable cadena de festejos y celebraciones estivales que lleva camino de convertir la ciudad en un circo a gran escala, a semejanza del Imperio Romano que aumentaba las actividades festivas cuando el pan empezaba a escasear.
Entre tantas celebraciones una de las más llamativas, por la gran cantidad de público que atrae, es la Feria de Muestras, lo que ha permitido que en plena Semana Grande de Gijón hayamos podido asistir, impasibles, al mayor ensayo de explotación laboral al aire libre en que se ha convertido la citada Feria de Muestras.
Desde tiempos inmemoriales -vamos por la 59 edición- la Feria ha venido siendo el espacio donde la juventud gijonesa trabajaba durante 15 agotadores días para sacar un dinerillo con el que aliviar los excesos del ocio veraniego o anticipando gastos del curso próximo. Ahora que las tornas han cambiado tanto, la Feria ha dejado de ser un refugio de estudiantes para convertirse en uno más de los interruptos trabajos temporales a los que aspira hoy gran parte de la población: ya no son tan jóvenes, ya no son estudiantes -son en gran parte licenciados en paro que siguen estudiando por tener apoyo familiar y no tener cosa mejor que hacer- y son mayoritariamente parados de larga duración.
Así pues, con estos antecedentes, la Feria de este año presenta señales claras de lo que bien pudiera ser un anticipo de la nueva -corregida y aumentada- reforma laboral que recomienda la señora Lagarde, directora del tristemente famoso FMI.
Y es que esta edición de la Feria incorpora condiciones de explotación laboral similares a las vividas en la Inglaterra de Dickens en plena Revolución Industrial:
¿Se puede trabajar 12 horas diarias en una «celda» de escasos 2 por 2 metros sin poder sentarte, con sólo media hora para comer? Sí, se puede.
¿Se puede trabajar durante 16 días seguidos sin descansar ningún día? Sí, se puede.
¿Se puede trabajar sin contrato mientras inauguran y visitan oficialmente el recinto ferial las máximas autoridades locales y regionales ? Sí, se puede.
¿Se puede trabajar sin saber lo que vas a cobrar? Sí, se puede.
Pues todo eso está pasando en Gijón mientras nuestra cada vez más turística ciudad duerme la siesta.
Quizás algún inspector de trabajo podía haber girado visita al recinto ferial revisando los contratos existentes y los inexistentes.
Quizás algún sindicato podía haber aprovechado la Feria para realizar una campaña de calidad o legalidad laboral en la Feria y otros eventos festivos del verano gijonés.
Quizás algún concejal o grupo municipal del consistorio podía haberse preguntado e informado de las condiciones laborales en las que se trabaja en la Feria y en los otros eventos festivos del loco verano gijonés.
Quizás, quizás, quizás… Quizás otro año se pueda, este año no ha podido ser.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.