En Cuba decimos que «a palabras necias oídos sordos», sin embargo en estos días de recordación y homenaje, traspasan más allá de este órgano auditivo cualquier insulto a la memoria de nuestro líder histórico. Máxime cuando provienen, no desde el odio o el rencor propio, sino desde la arrogancia, por la reproducción irresponsable de la […]
En Cuba decimos que «a palabras necias oídos sordos», sin embargo en estos días de recordación y homenaje, traspasan más allá de este órgano auditivo cualquier insulto a la memoria de nuestro líder histórico. Máxime cuando provienen, no desde el odio o el rencor propio, sino desde la arrogancia, por la reproducción irresponsable de la impotencia de los que nunca pudieron -ni podrán-, matar su liderazgo y su ejemplo, en la Patria de Martí, en Latinoamérica y en todo el Sur Político.
Fidel Alejandro Castro Ruz fue un estadista como no abundan en estos tiempos y así lo valoraron durante sus años en ejercicio, hasta sus propios adversarios. El actual presidente Barack Obama dijo en estos días: «La historia guardará y juzgará el enorme impacto de esta figura singular en la gente y en el mundo» [1]. Sanders, el mejor candidato a estadista que ha podido producir la sociedad estadounidense para su propio bien, respaldó las declaraciones de Obama y reconoció en 1985 que «Fidel Castro educó a los niños, les dio salud, transformó la sociedad»; ¿cómo entonces el aborrecible Trump -quien reúne todas las características del antipresidente, y anti político-, el peor candidato a presidente del Imperio, osa valorar su estatura, y de tal manera? [2]
Se hace evidente el desconocimiento de Cuba y de Fidel que tiene el futuro presidente. Pero no es para menos, con los asesores o clientes que se ha buscado, los «congelados integrantes de la «Asociación de Veteranos Brigada 2506». ¿Sabrá el magnate que la mayoría de los integrantes de la brigada de mercenarios eran defensores y lacayos del «brutal dictador «que si fue Fulgencio Batista, quien llegó por primera vez al poder mediante un golpe militar el 15 de enero de 1934 y repitió «la jugada» el 10 de marzo de 1952, con el beneplácito del gobierno de los EE. UU.?
Tal vez el multimillonario ignore -oprimido por la «libertad de prensa» que le impuso la historia de la «isla totalitaria»- que Fidel no asaltó al poder desde la Sierra, fue el tercer presidente después del Triunfo de la Revolución y renunció al cargo en dos ocasiones: al de Primer Ministro en el verano de 1959 -luego de ser nombrado en el cargo por el Decreto No. 563 del primer Presidente de la República, Manuel Urrutia Lleó- y al de Presidente del Consejo de Estado y de Ministros en febrero del 2008, por problemas de salud. Que como Primer Ministro del Gobierno Provisional mantuvo el apoyo mayoritario de la población cubana, que tuvieron como expresiones contundentes el reclamo popular para su retorno después de aquella renuncia como Primer Ministro, las dos declaraciones de La Habana (1960 y 1962) y la de Santiago de Cuba (1964).
Si Trump tuviese cabeza para leer más de 140 caracteres, podría informarse que, después de aprobada la Constitución de la República en 1976 con la participación del 98 % de los 5.717.266 que fueron convocados y la aprobación del 97,7% (5.473.534); Fidel fue electo presidente del Consejo de Estado por la inmensa mayoría de los miembros de la Asamblea Nacional del Poder Popular. Que desde 1993 hasta el 2008 tuvo que ser aprobado primero como diputado por el voto directo en una circunscripción santiaguera, como miembro del Consejo de Estado por los diputados y luego como presidente por este órgano colegiado; siempre con más del 98 % de los que votaban en cada instancia.
¿Qué derecho supranacional se atribuye «el elegido», para opinar sobre el sistema político de Cuba o para defender su pueblo de la supuesta tiranía?
¿De qué libertad habla Trump? ¿Acaso la de acudir el 1% con la libertad de comprar y el otro 99 % con la libertad y el derecho de vender su fuerza de trabajo? ¿Será democrático que la mayoría del pueblo estadounidense que votó por Hillary Clinton sea gobernada por el otro candidato con 1,7 millones de votos populares menos que la demócrata? ¿Qué retroceda en la normalización de las relaciones entre EE. UU. y Cuba, cuando más de la mitad de sus compatriotas apoya los avances alcanzados?
¿Quién lo mandato para hablar en nombre de los cubanoamericanos de La Florida? ¿No se habrá informado que en las tres ciudades donde viven la mayor cantidad de cubanoamericanos ganó su oponente Hillary Clinton? En Miami Dade -la principal guarida de la Asociación de Veteranos y donde se retuercen en lo más profundo por la imposibilidad para siempre de asesinar al líder cubano-, la demócrata le sacó el doble de los votos.
No sabe Trump -o no «le da la cuenta» aceptar- que Fidel -por defender valores-, fue también defensor de los valores que los alarmados «liberales» estadounidenses auguran peligrar con su llegada a La Casa Blanca. Tal como lo señalara, ya en febrero de 1957, el editorialista de The New York Times Herbert L. Matthews: «Sus ideas de libertad, democracia, justicia social, necesidad de restaurar la constitución, de celebrar elecciones, están bien arraigadas».
Sus asesores de la 2506, tal vez no le contaron al candidato del Ku Klux Klan, que el Eterno Comandante en Jefe en su primera visita a su país, fue acogido con júbilo en el histórico barrio afroestadounidense de Harlem, y compartió allí con los pobres del ghetto, el líder por los derechos civiles Malcolm X y los poetas Langston Hughes y Allen Ginsberg. Ni que a donde llegaba se «ganaba el show» con su hablar pausado y sus oportunos e inteligentes comentarios.
Tal vez desde su alta y lujosa torre, el millonario no ha caído en la cuenta, de que Fidel fue mucho menos Castro que lo que él ha sido un Drumpf. En la terrenal verdad de que «El Guerrillero del Tiempo» se hizo conocido no solo por enfrentar a 11 presidentes del Imperio, sino también por luchar incansablemente por la causa de los pobres en cualquier rincón del mundo y en eso fue por siempre un vencedor. Que por ello, ante el desastre humano causado por el huracán Katrina, ofreció mil 600 médicos, hospitales de campo y 83 toneladas de material médico; una ayuda solidaria rehusada por el presidente republicano George W. Bush.
Parafraseando la respuesta del líder histórico de la Revolución Cubana a la revista Playboy en 1985 y recordada hace unos días por el New York Times [3]: Si el poder de Trump «incluye algo tan monstruosamente antidemocrático como la capacidad de ordenar una guerra termonuclear», ¿Quién será más dictador: el presidente de los Estados Unidos o el de Cuba?
El estadista cubano se adelantó en la Cumbre de Río de 1992 de los peligros para la especie humana del cambio climático, Trump considera -a estas alturas- que los informes científicos que así lo avalan, son puros inventos.
En resumen, el insider de la dictadura del mercado no tiene moral para calificar al líder de la dictadura del humanismo. Como defensor del Capitalismo seguirá siendo un defensor de la muerte y Fidel será por siempre un guerrillero por la Globalización de la Solidaridad, y la Glocalización de la Vida.
Notas:
2.http://cnnespanol.cnn.com/
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