La venta de los grandes eventos como la Fórmula 1 sigue en el País Valenciano siempre el mismo patrón. Antes de que empiece y nada más finalizar el espectáculo, el gobierno del PP y la clase empresarial se multiplican propalando cifras sobre generación de empleo, visitas de turistas, impacto económico y posicionamiento de Valencia en […]
La venta de los grandes eventos como la Fórmula 1 sigue en el País Valenciano siempre el mismo patrón. Antes de que empiece y nada más finalizar el espectáculo, el gobierno del PP y la clase empresarial se multiplican propalando cifras sobre generación de empleo, visitas de turistas, impacto económico y posicionamiento de Valencia en el mapa. El triunfalismo y la apuesta por los fastos cuentan, como se demuestra en las sucesivas convocatorias electorales, con el aval de buena parte de los ciudadanos.
Al margen del crédito de estas cifras -la verdad suele ser la primera víctima de la propaganda- el rodillo del PP deja pocos resquicios para plantear la rentabilidad social de la Fórmula 1. Y no debiera ser así aunque sólo sea por el desembolso de dinero público que supone: unos 120 millones de euros para la construcción del circuito y acondicionamiento urbano (el gobierno de Camps se comprometió a un «coste cero») y cerca de 30 millones de euros anuales en concepto de canon por la celebración en Valencia del Gran Premio de Europa entre 2008 y 2014 (el contrato nadie lo ha visto porque el ejecutivo valenciano alega motivos de confidencialidad).
Democracia Real Ya (DRY)-Valencia denuncia este gasto superfluo pues, a su juicio, prioriza los eventos especulativos en detrimento de los servicios sociales y las necesidades básicas de los ciudadanos. Según Ana Cervera, del grupo de Educación de DRY, «a la ciudadanía le ha costado por ahora 210 millones de euros la Fórmula 1, y cuando se habla de impactos positivos, estos se limitan a puestos de trabajo efímeros de un fin de semana y beneficios en la hostelería de no más de siete días».
Se afirma que 120.000 personas llegaron el pasado fin de semana a Valencia por el reclamo de las carreras. ¿Es real la imagen vanguardista y californiana que se llevaron de la ciudad? Mientras se celebraba el gran premio -explica Cervera- «hay niños en Valencia sin plaza en la enseñanza pública y otros que estudian en barracones; se cierran hospitales dejando grandes áreas de la ciudad sin un centro hospitalario próximo; se eliminan ayudas al alquiler de la vivienda, se aplican recortes en la sanidad pública y la Ley de Dependencia permanece en pañales». Los turistas extasiados captados por las cámaras de Canal 9 parecen ajenos a esta otra realidad.
Y eso que en el mismo lugar donde se celebra la competición -el distrito Marítimo de Valencia- puede constatarse la precariedad del estado del bienestar valenciano. Un informe de Democracia Real Ya señala que en el barrio «Camins al Grau» (junto al circuito) hay censados más de 750 niños nacidos en 2005, mientras que sólo se han ofrecido 395 plazas en centros educativos para niños de seis años. En el mismo sector de la ciudad el Plan General reserva tres solares para la construcción de colegios, en los que no se ha dado un solo paso para su ejecución.
Lo mismo ocurre en otras áreas de Valencia más alejadas del gran evento, como el popular barrio de Russafa. Tras más de una década de promesas incumplidas, los vecinos continúan esperando la construcción de un colegio (150 niños esperan plaza escolar en Russafa) que ya dispone de licencia de obras y una reserva presupuestaria por parte de la Conselleria de Educación.
En sanidad las necesidades no son menos perentorias. Pese a los dos años de retraso en los plazos para la finalización de las obras, el nuevo hospital de Llíria, que dará servicio a 70.000 habitantes de tres comarcas valencianas, costará 30 millones de euros, la misma cantidad que supuestamente (los contratos permanecen ocultos) paga la Generalitat por el canon anual al magnate Bernie Ecclestone. El mismo día que finalizaba el gran premio, UGT informaba del retraso en el cobro de la paga extraordinaria de 60.000 profesionales sanitarios de hospitales, centros de salud y consultorios valencianos.
Centrarse en los grandes eventos implica unas prioridades en el gasto -la Fórmula 1 por encima de los servicios públicos- y una voluntad política por materializar esta opción. Ejemplos hay muchos. DRY-Valencia ha calculado que la construcción del circuito ha costado aproximadamente lo mismo (120 millones de euros) que las inversiones en equipamientos y nuevas tecnologías para el nuevo hospital universitario La Fe de Valencia (entre otras prestaciones, se anunciaron 35 quirófanos, 1.000 camas y 195 salas de consultas externas).
Joana Martínez explica la filosofía que subyace a la Fórmula 1. «Se trata de enriquecer el bolsillo de unos cuantos en detrimento de los habitantes de la ciudad de Valencia, como si aquí nos sobrara el dinero; un lujo innecesario con el que no estamos de acuerdo; reclamamos, por tanto, el derecho a decidir qué se hace con nuestro dinero y que no se destine al beneficio de una minoría, afirma esta miembro de DRY-Valencia, una de las autoras del informe.
Incluso en términos de estricta rentabilidad económica, al margen de las urgencias del estado del bienestar valenciano, las cuentas no salen. Los turistas que llegaron a Valencia para asistir a la última edición de las carreras se gastaron, según fuentes de la Federación de Hostelería, 7 millones de euros, cuatro veces menos de lo que anualmente paga la Generalitat en concepto de canon.
Joana Martínez subraya que con los 30 millones de euros que anualmente se abonan de canon, podrían construirse un mínimo de cuatro centros educativos públicos de primaria e infantil en un año (incluidos los equipamientos) y otros cuatro institutos públicos de enseñanza secundaria (incluidos gastos de personal, funcionamiento, comedor y transporte en un año). «Está claro que la Fórmula 1 no es una inversión de futuro ni genera riqueza sostenible a largo plazo», insiste Martínez.
La ristra de servicios básicos desatendidos sería interminable. El País Valenciano es una de las cinco autonomías que suspende la Ley de la Dependencia y con el dinero del canon podrían -según Democracia Real Ya- concederse más de 200.000 ayudas anuales para personas dependientes. O se podrían dar a 595 investigadores las ayudas de tres años para formación que concede la Conselleria de Educación. O financiar los trabajos de 500 investigadores predoctorales en grandes centros de investigación.
Pero no parece que ésta sea la línea que interesa al ejecutivo de Francisco Camps. Al contrario. Se pretende ahora, por las informaciones que han trascendido, que Valencia acoja el único gran premio de Fórmula 1 del estado español (eliminando la competencia de Montmeló en Barcelona) y negociar una prórroga del contrato hasta el 2021 (ahora concluye en 2014). El estado del bienestar no figura en la agenda de prioridades.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.