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Franco se le aparece a Rubalcaba en el water del congreso

Fuentes: inSurGente

En infinidad de ocasiones, las partes implicadas en el conflicto político que atraviesa Euskal Herría desde hace más de medio siglo, han fracasado a la hora del diálogo; una pérdida lamentable, repetida bajo este régimen monárquico, disfrazado con harapos democráticos, en el que el Jefe del Estado podría pasarse la vida delinquiendo, sin que la […]

En infinidad de ocasiones, las partes implicadas en el conflicto político que atraviesa Euskal Herría desde hace más de medio siglo, han fracasado a la hora del diálogo; una pérdida lamentable, repetida bajo este régimen monárquico, disfrazado con harapos democráticos, en el que el Jefe del Estado podría pasarse la vida delinquiendo, sin que la Ley actuara en su contra.

Creo que muchos sabemos que a lo largo de casi 35 años, se han celebrado conversaciones para tratar de hallar una senda hacia la paz definitiva, en la que los disparos, las bombas, las torturas, el terrorismo de Estado y la estupidez gubernamental, callaran para siempre. No ha sido así, porque según los portavoces de los diferentes ejecutivos de esta seudo democracia, una de las partes (siempre se echaba la culpa a la organización armada ETA), era la que imponía condiciones, al parecer, inaceptables para los franquistas.

Ni una sola palabra acerca de esas supuestas y enrevesadas condiciones, pero que han ido apareciendo de forma paulatina, mientras las túnicas de los fariseos se rasgaban con tanta facilidad, como la sonrisa y esperanza de quienes anhelamos un punto final al drama vasco. ¿Es acaso tan descabellado proponer una aplicación rigurosa de la Ley Penal, que permitiría a los reclusos y presos políticos vascos cumplir sus condenas en un establecimiento cercano al que fuera su domicilio? ¿O acaso es que el odio generalizado, tan extendido entre los católicos amantes de la doctrina cristiana, debe imperar por encima del adiós a las armas? ¿Quizás la figura de una amnistía general es impronunciable, cuando se anhela el final de una etapa tan sangrienta? ¿Existe en el seno del gobierno una verdadera voluntad para acabar con el conflicto? No responde ni Dios.

Por cierto, la Conferencia Episcopal española, con un tal Rouco Varela a la cabeza (no escribo su título jerárquico, ya que desprecio a esa organización, tan delictiva como la Trilateral o el G-20), han animado de forma pertinaz a todos los cristianos para perpetuarse en la inquina, salvo las excepciones que todos conocemos y que habitualmente terminan asesinados, porque tanto esos mercaderes del miedo (que no es otra cosa que el oficio de quienes venden el pánico a la muerte), como sus fans más gesticuladores, se defecan alegremente sobre las enseñanzas de Jesucristo, con el mismo descaro que su presidente alemán Ratzinger, quien por cierto, según me comunica el Espíritu Santo, cuando muera va a irse al infierno con toda seguridad.

Que nadie se llame a más engaños: la Iglesia Católica es, hoy por hoy, una de las mafias más peligrosas, una de las murallas más sólidas para lograr la paz en cualquier lugar del planeta, desde la Colombia del narcotraficante Uribe a la Honduras del golpista Micheletti, mil veces más oscura y tétrica que el Islam, no sólo porque sus obispos, curas y hasta cardenales se ubican tenazmente del lado de la violencia y la dictadura, sino por vender el espanto a precios increíbles, con amenazas de infiernos y purgatorios, para que los pueblos sigan en el Limbo, sometiendo a la humanidad a un férreo control ideológico. Rubalcaba, López y Ares son aventajados alumnos de la agencia vaticana.

En cierta ocasión, escribí un artículo en el que mostraba mis dudas sobre la honradez, honestidad e interés gubernamental por acabar con la violencia, habida cuenta de que entre las dos partes del conflicto vasco, las mutuas suspicacias sobre el cumplimiento de los pactos que se hubieren acordado, impedía el éxito de aquellas conversaciones. Se titulaba «¿Está el PP interesado en la desaparición de ETA?«, aunque bien es cierto que las siglas pueden hoy trocarse sin temor a error por las de PSOE. Felipe González apostó en su día por el terrorismo de Estado, dejando a la sociedad con un palmo de narices, mientras sus amigos afirmaban que, a pesar de todo, el sevillano tenía un encanto especial. Tal vez el mismo de Himmler o Goebbels, remedado patéticamente por Barrionuevo y Corcuera. Nunca supe de persona tan dañina, nociva e inculta como el falangista sevillano, una de las cumbres más logradas de la historia del humor gris español.

La reciente declaración del ministro Rubalcaba, que podría ser el primo esquizofrénico de Manolito Gafotas, o el cuñado de Harry Potter en versión Chiquito de la Calzada, blasonando de haber descabezado a una organización juvenil vasca, al meter en prisión a más de treinta muchachos, acusados por la indemostrable suposición de su próximo ingreso en ETA, es tan estúpida, provocadora e inútil, como la que se alcanzara si mañana se detuviera a un millón de novios, novias, esposos, esposas, prometidas o parejas, que no hubieran condenado públicamente la violencia doméstica, asunto que ha producido, por cierto, muchas más víctimas inocentes que los atentados y acciones armadas en 50 años. Las cifras no engañan, Lo que ocurre es que estas muertes le vienen como anillo al dedo a los directivos de las televisiones españolas, en las que los familiares de la víctima serán expuestos al ojo público para, entre sollozos y dolor, vendernos coches, compresas, ollas a presión, comida rápida y cuchillos de cocina.

La llamada Asociación de Victimas del Terrorismo (en la que no se incluyen, por obvias razones, las del millón largo de ciudadanos demócratas asesinados por el franquismo), no suele convertirse en plato habitual de esos lamentables espacios, porque en el fondo, hasta los más interesados en otro tipo de violencias, considera tan respetable el dolor de sus miembros, que han impartido una buena serie de normas para evitar que cualquiera de ellos sean protagonistas de programas basura, y no se mezclen unas víctimas con otras.

Terminando el 2009, cuando la izquierda abertzale lanza una imaginativa propuesta, estudiada y alabada por quienes practican el noble arte de colocar la razón y el intelecto por encima del odio y la ignorancia, los muladares mentales de Rubalcaba, Ares y López, se lanzan a sembrar de nuevo el incordio y la sospecha, animados por Cebrianes, Polancos, Pedros Jotas, Gabilondos, al frente de los cuales figura una histérica go-gó, bailando sobre la pista de baile de la discoteca Inopia, una tal Rosa Díez, mientras se dispara como un potente géiser, la viscosa y maloliente baba de la provocación, con el único propósito de conseguir la radicalización armada (como ocurrió en Irlanda tras la masacre de Omagh) de una parte los comandos incontrolados, que aún no hayan sido neutralizados, para que cometan más atentados, para que haya más muertes, y exhibirlas luego a los cuatro vientos diciendo: «Os están mintiendo, ni ellos, ni el entorno abertzale, ni los independentistas, ni los comunistas, ni los anarquistas, quieren la paz».

El objetivo del actual gobierno español no es acabar con la violencia, sino decapitar como fuere el imparable deseo de independencia de las naciones sometidas hoy al terrorismo mediático y social del españolismo más repelente: el neo franquismo. Saben que mientras ETA continúe con vida, habrá más esperanza para Ares y López de continuar en el poder. En tanto que estalle un artefacto, más argumentos para que se siga introduciendo droga en el País Vasco. Con otro atentado, más rabia, más dolor, menos oportunidad de diálogo. Nadie en el campo de la izquierda española apuesta por ello.

Ares, Rubalcaba, López, e incluso Rouco Varela, gozan encerrando al personal entre la duda y el miedo, aunque sin la gracia de Hitchcock soltando a Norman Bates de su mansión al motel. Disfrutan como enanos, como el Boss del Vaticano mostrando los cuernos y el rabo de Satanás, pero lejos del astuto Walt Disney y el bosque tétrico de La Cecinienta. Ríen encantados, como Bush con las armas de destrucción masiva en Irak, como Blair y Aznar avisando del peligro islámico; como Obama y su jinetera Yoani mintiendo sobre la Revolución cubana; como el padre que aún amenaza con el Hombre del Saco al niño que se niega a comer la papilla. La mentira es su misa. El bulo su postre.

Aquellos que se niegan cerrilmente al diálogo, se encadenan al miedo como escudo ante el indeseable final de la violencia, porque ese sueño les produce aún más temor que la misma guerra. Esa paz que anhelan los mosqueteros de la inanidad, es la misma que presidió la España del Caudillo. Estoy convencido, de que la añoran. Fue un invento del mayor criminal que ha dado la reciente historia delictiva de la península ibérica, que sigue siendo uno de los ídolos del Rey de España.

Somos millones los que apostamos por una paz verdadera, basada en la generosidad del poder, en una justicia independiente, en el respeto a la diferencia, en el poder de la palabra, en el destierro del odio visceral, en la defensa de los derechos humanos. Hay miles, sin embargo, con toda la fuerza de las armas, que imponen un escenario sucio, con amenazas y detenciones, desprecio e iniquidad, bajo tortura y amenazas, al que llaman paz.

El refranero castellano contiene frases acuñadas por el empirismo, en las que reluce la honestidad, la ironía y la serenidad. Habría que recordarles a los fanáticos de esa paz franquista que «Más vale en paz un huevo, que en guerra un gallinero». Y, de momento, el dueño del gallinero es Rubalcaba, No seas gallina, compañero.

Fuente: http://www.insurgente.org/modules.php?name=News&file=article&sid=18469