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Frenar la caída en el abismo del fin de la historia

Fuentes: Rebelión

Nadie tiene por qué odiar a EEUU, se trata de un país con una gran riqueza humana, pero no se puede confundir a su sociedad, compuesta de obreros, campesinos, intelectuales y demás colectivos, con los grandes monopolios, que no sólo arrasan con el planeta entero sino que, literalmente, lo devoran. Lo de las abejas es […]

Nadie tiene por qué odiar a EEUU, se trata de un país con una gran riqueza humana, pero no se puede confundir a su sociedad, compuesta de obreros, campesinos, intelectuales y demás colectivos, con los grandes monopolios, que no sólo arrasan con el planeta entero sino que, literalmente, lo devoran. Lo de las abejas es un ejemplo para analizar la crisis actual. Según la Sociedad de Apicultores de EEUU, ha muerto ya el 90% de las silvestres y el 80% de las caseras, por lo que demandan al Gobierno de Washington para que los proteja de la voracidad de Monsanto, que con sus venenos las está exterminando.

También se agotan el petróleo, el gas natural, el agua dulce y las tierras cultivables. El uso intensivo de los recursos naturales contribuye al calentamiento global y da lugar a la contaminación del aire, la tierra y el agua en todo el planeta. Por eso, otro aspecto importante es la degradación del medio ambiente, pues el desastre climático actual supera todos los desequilibrios del pasado. La emisión de gases de efecto invernadero (GEI) en la atmósfera es mucho mayor a partir de la era industrial que todo lo que hubo antes; sólo en el último medio siglo este incremento es superior al 70%. Este tema es tratado incluso por los culpables del agravamiento del problema. En los últimos años, el deshielo de los glaciares y el incremento del nivel de los océanos y mares provocaron la aceleración del deterioro ambiental y es de esperar que, de traspasarse cierto límite, estas deformaciones lleguen a un punto sin retorno.

En las Cumbres sobre el Cambio Climático se debería haber subscrito un acuerdo vinculante sobre cómo enfrentar el calentamiento global, pero estas reuniones no traen resultados positivos y ni siquiera se acuerdan cronogramas para reducir las emisiones dañinas. También se debería eliminar la transferencia de recursos de los países en vías de desarrollo hacia países industrializados, para mitigar los cambios devastadores ocasionados por ello. Pero esto jamás será aceptado por los culpables.

El cambio climático es resultado del consumo excesivo de combustibles fósiles y la solución consiste en revertir el modelo de desarrollo actual, sustentado en la explotación inmisericorde de la población más vulnerable, con consecuencias lesivas para el habitante de las zonas de alto riesgo. Todo esto no se puede ocultar con un dedo y la salida racional es la adopción de un nuevo modelo de desarrollo, bajo en la emisión de GEI, lo que implica la adopción de un sistema social en el que la austeridad sea determinante en el modelo de producción.

Es falso atribuir la degradación de la naturaleza a la irresponsabilidad del hombre común, la crisis ambiental es consecuencia de un sistema social basado en el lucro. El actual modelo de desarrollo se sustenta en la combustión de los recursos no renovables (carbón y petróleo), lo que unido a la deforestación y la emisión de GEI producen el calentamiento global. Los gobiernos discuten sobre cómo dar solución al deterioro ambiental, pero todo posible acuerdo es bloqueado por la negativa de los culpables a pagar el costo de evitar el desastre. El fracaso de estas cumbres, y de las que vengan, significan prácticamente el suicidio de toda la especie humana.

Estados Unidos ha bloqueado cualquier tratado global porque consumen el 25% de los recursos petroleros y emite el 16% del total de gases, a pesar de que sólo posee el 5% de la población del planeta. Por otra parte, China, que posee el 20% de la población mundial y emite del 22% del total de gases, se resiste a limitar su crecimiento o a considerar controles externos sobre sus emisiones. También Rusia y la India son partícipes importantes de la contaminación (5% cada uno) y Brasil no deja de ser parte del problema.

La dificultad es que, tal como van las cosas, todo se seguirá complicando a no ser que se tomen las medidas correctivas que eviten que los casquetes polares y los glaciares se sigan derritiendo y que la temperatura global de la Tierra se siga incrementando en dos décimas de grado centígrado por década, ya que en la medida que el planeta se caliente, menor será la capacidad de absorción de GEI. Lo grave es que el calentamiento y el aumento del nivel de los océanos van a continuar en los siglos venideros así se adopten los correctivos exigidos; tampoco es posible imaginar qué va a ocurrir en el planeta a largo plazo, pues las proyecciones más allá del 2050 dependen de variables actualmente desconocidas.

Las multinacionales acusan a los pobres de destrozar el planeta y culpan al exceso de población en la Tierra, mayoritariamente paupérrima, de ser el causante del cambio climático, lo que es una verdadera falacia, porque lo cierto es que el 20 % de la gente rica produce el 80% del calentamiento global. Para muestra basta un botón, un multimillonario gasta en diez minutos de su ostentoso modo de vida más energía que la que cualquier pobre consume en el transcurso de toda su existencia.

Es comprensible que, confundidos por el caos que reina en el mundo, existan los que no creen que el imperialismo comete los mayores crímenes de la historia, muchas veces mediante guerras de rapiña. Lo que no se entiende es que existan causantes que cometen delitos contra la humanidad a plena consciencia y envían a la civilización, junto con la naturaleza, al borde del abismo del fin de la historia, por lo que no obtendrán perdón ni de Dios ni de los hombres. Y no hay que ser ni de izquierda ni de derecha, tampoco revolucionario o enemigo del cambio social, basta con abrir bien los ojos y ser objetivo para comprender que los principales medios de comunicación controlan hasta la manera de pensar de la gente, engatusada por las mentiras que, desgraciadamente, crean una realidad ficticia.

Así se habla del ‘país democrático’ de Kosovo, que se ‘independizó de la dictadura yugoslava’. Es suficiente señalar que el diputado suizo de derecha, Dick Marty, presidente de la comisión europea, que escribió un demoledor informe sobre el trafico de órganos humanos, en el que está involucrado el gobierno de Kosovo, arrancado a la fuerza de Serbia por la OTAN, dirigida por EEUU, y también un buen número de rabinos judíos de New York. Esta mafia mantenía a los prisioneros de guerra serbios bien alimentados para asesinarlos con un tiro en la nuca apenas llegaba un pedido. También escribió sobre el papel desempeñado por la OTAN en el comercio y el traslado de opio en sus aviones desde Afganistán a Europa. En fin, hay tanto material sobre estas atrocidades que hasta se podría escribir algunos tomos.

Por algo, Kiril, patriarca de Moscú y cabeza de la Iglesia ortodoxa rusa, en un sermón pronunciado en la catedral de Cristo Salvador de Moscú, dijo que el mundo «está entrando en un momento crítico para el desarrollo de la civilización humana… Hoy es tiempo de unificar todas las fuerzas sanas: la Iglesia, el arte, la cultura, nuestros escritores, científicos, todas esas personas que aman la patria deben estar juntos hoy, porque estamos entrando en tiempos críticos. Esto ya es visible a simple vista. Hay que estar ciego para no ver la aproximación de los terribles momentos de la historia de los que habló en su Libro de las Revelaciones el apóstol San Juan». Sostuvo que, según el cristianismo, la aproximación y el alejamiento del apocalipsis depende de nuestras actitudes y pidió, especialmente a las personalidades públicas, que asuman la responsabilidad por toda la raza humana para «frenar nuestra caída en el abismo del fin de la historia.» Estas palabras pueden ser refrendadas por cualquier rabino, imán o por el mismo papa Francisco.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.