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Frente al bipartidismo neoliberal, un voto en blanco para reconstruir la izquierda

Fuentes: Rebelión

Tenemos poca suerte los que vivimos en el estado español, llevamos más de tres años de campaña electoral y todo indica que esta circunstancia va a arreciar hasta que se produzca la votación del próximo mes de marzo. Y no deberíamos lamentarnos, si la política ocupara el centro del debate, es decir si los problemas […]

Tenemos poca suerte los que vivimos en el estado español, llevamos más de tres años de campaña electoral y todo indica que esta circunstancia va a arreciar hasta que se produzca la votación del próximo mes de marzo. Y no deberíamos lamentarnos, si la política ocupara el centro del debate, es decir si los problemas de todos fueran el centro de la controversia. Pero la realidad no es esa. Para mostrarlo bastan dos hechos.

Desde el titular de un diario madrileño el presidente Rodríguez «amenazaba», hace meses, con un explícito «Busco una mayoría suficiente para la modernización definitiva de España». Por lo que se ve con cuatro años más de mandato de Rodríguez, entramos en algo parecido a lo que Francis Fukuyama llamó «el fin de la historia» y nunca más vamos a necesitar modernización alguna.¿Que nos quiere decir con eso de la modernización? ¿Pero sabe verdaderamente de lo que habla? En las abundantes páginas de la entrevista no explica como lo va a llevar a cabo, ni las líneas maestras de su plan. No era más que una consigna.

Por la otra «rueda» del engranaje bipartidista, desde variadas tribunas, Rajoy viene haciendo lo mismo desde el año 2004, con ideas tan extraordinarias como la de afirmar que de conseguir su partido la mayoría, «España tendrá un gobierno como dios manda». ¿Tendrá Rajoy, como su compadre Bush, a quien dios le recomendó, así mismo lo dijo, invadir Iraq, tanta confianza con el altísimo, como para conocer de primera mano sus designios? ¿Cañizares, Rouco y tantos otros, le prestan ayudan en este anhelo?

Estas dos frases de tanto «calado» pueden ser un buen ejemplo de lo que llevamos aguantado y lo que nos espera hasta la finalización de la campaña y retratan, a los dos personajes; discursos vacíos de contenido, consignas, campañas elaboradas en estudios de marketing y ausencia total de argumentos de fondo para convencer a los votantes; eso si, todo aderezado con cierta crispación, para hacer más creíbles las «enormes diferencias» que los separan. El objetivo es hacer creer a una gran parte de los habitantes de este estado, que el campo esta delimitado entre izquierda y derecha, cuando la realidad es que ambos partidos representan a diferentes sectores de la oligarquía española. Lo que se intenta es hacer entrar en la pinza del bipartidismo al mayor número de electores. Pero la realidad es que, ante una crisis que pusiera en cuestión el sistema capitalista, PP y PSOE se unirían para enfrentarse con todos los medios a su alcance a quienes osasen desafiar el orden impuesto por el poder económico y los grupos fácticos.

Las gentes de izquierdas debemos temer las «modernizaciones» del PSOE. El período 1982-1996 sirve de ejemplo de su significado: reconversión industrial salvaje en la siderurgia y naval, reforma de las pensiones para dificultar su cobro y bajar la cuantía, reforma y flexibilización del mercado laboral en beneficio de una supuesta competitividad con el exterior que nunca se produjo; enorme déficit comercial con relación al PIB, continúa a ser de los mayores del mundo; despido libre y múltiples formas de contratar que dejaron a los trabajadores indefensos frente a la patronal; creación de las Empresas de Trabajo Temporal; comienzo de la privatización del sector público; asegurar nuestra presencia en la OTAN incluso contraviniendo la cláusula del referéndum en la que se establecía nuestra permanencia sin entrar en la estructura militar; negociación para nuestra integración en la actual UE como un país de segunda, obligados a desmantelar, parte de nuestros sectores productivos más competitivos; corrupción, nepotismo, terrorismo de estado, etc…

Estos fueron algunos elementos claves de la primera «modernización» llevada a cabo por el PSOE, que no debemos olvidar nunca.

Pero lo que considero mas grave, es que gracias al apoyo de un gran aparato mediático, propiedad de importantes grupos económicos, todas estas políticas que responden a los mandamientos neoliberales, fueron aceptadas por la sociedad como una política de izquierdas, ya que las llevaba a cabo un partido históricamente de la izquierda y otras veces se convirtieron en las «únicas posibles dado el entorno en el que vivimos», cooptando así a numerosos sectores del movimiento obrero y populares para las políticas neoliberales y acusando y situando a aquellas organizaciones que no claudicaron y mantuvieron una posición anticapitalista, de izquierdas, de estar fuera de la realidad, de ser utópicas, incapaces de dar respuesta a las modificaciones habidas en la sociedad; como si estas fueran resultado de procesos sociales autónomos, impulsados desde la propia sociedad, y no como fue en realidad, consecuencia de la imposición, a veces de una forma no carente de violencia, de las políticas propias del neoliberalismo.

Aunque pienso que ningún individuo de la izquierda necesita ser convencido, debemos temer a «los gobiernos como dios manda» del PP, pues el período en el que gobernó, 1996-2004, se caracterizó en lo económico por ahondar en las políticas de la etapa anterior, intensificó las privatizaciones de los bienes y empresas públicas vendidos por «cuatro pesetas» cuando producían cuantiosos beneficios, a personajes del entorno del partido gobernante, continuó, como no podía ser de otra manera, con ataques sistemáticos a lo que se conoce como «estado de bienestar»; dio «una nueva vuelta de tuerca» a la política de flexibilización del mercado laboral y asentó un modelo de crecimiento cuyos cimientos fueron la burbuja inmobiliaria, el turismo con servicios de baja calidad, el consumo interno basado en el endeudamiento de las familias, potenciado por los bajos tipos de interés, y los fondos que provienen de la U.E.; un modelo como era predecible de muy corto recorrido, que comienza a quebrar y que solo sirvió para enriquecer a los sectores más poderosos de la sociedad.

En política exterior dejó al estado español sin política propia, conformándose con ser un fiel peón y comparsa del imperialismo norteamericano en su política agresiva, de recolonización de amplias zonas del planeta, basada en la guerra preventiva y desarrolló una descarada política intervencionista en los asuntos internos del «patio trasero» de los USA, que llevaba al aislamiento en momentos de importantes cambios en América Latina.

Mostró de una manera nítida, que muchas concepciones de corte franquista sobre la actividad política, la administración, el papel de la religión, etc., continuaban vigentes. Desenterró, por ejemplo, un nacional-catolicismo rancio, acrecentando en estos años de oposición su coincidencia con los sectores más reaccionarios de la jerarquía católica.

Como podemos observar, tanto PSOE como PP tomaron las medidas que las grandes empresas sobre todo las constructoras necesitaban para realizar los cuantiosos beneficios que obtuvieron en estos años.

Si analizamos estos últimos cuatro años del gobierno de Rodríguez y el PSOE, pocas personas de la izquierda se pueden sentir satisfechas.

Aprobó tres importantes reformas, la de pensiones, la fiscal y la laboral y para no perder tiempo en explicaciones, diremos que el PP dijo que muy bien, que ni una palabra que añadir.

Convocó un referéndum sobre el llamado Tratado Constitucional Europeo, en el que PSOE y PP, por ser fiel reflejo de las políticas neoliberales imperantes y situar a la U.E. al servicio de los EEUU, subordinándola a la OTAN, se establecía la «guerra preventiva» y obligaba a un aumento del gasto militar de un monto considerable, llamaron a votar afirmativamente. Sobre el nuevo tratado, o lo que sea, aprobado recientemente en Lisboa, ni PSOE ni PP dicen absolutamente nada con la complicidad de los grandes medios que ponen los propietarios a su servicio.

Sacaron a los militares de Iraq, pero para hacerse perdonar por los EEUU, los metieron en Afganistán, Líbano e Haiti. Se ahondó en el modelo de crecimiento pergeñado por los presidentes González y Aznar y siguen intentando hacernos creer que crecimiento, desarrollo y bienestar son una misma cosa. Modelo de crecimiento que ha permitido gracias a las políticas laborales, ampliar considerablemente la tasa de ganancia a los de siempre y endeudadas hasta las cejas, a las familias españolas que se enfrentan ahora a la subida de los precios de productos de primera necesidad, de la misma forma que todos estos años tuvieron que hacer frente a una inflación que actúa como un impuesto contra los trabajadores. Alardean de un superávit presupuestario que nace de no finalizar en plazo numerosas obras públicas y no hacer las inversiones necesarias en servicios fundamentales, en los que estamos a la cola en relación a la inversión respecto al PIB, de la Europa de los 15, lo mismo que ocurre con relación al I+D+I.

En lo concerniente al medioambiente, este gobierno no fue capaz de acercarse al cumplimiento de lo establecido en la cumbre de Kyoto.

¿Avanzó la democracia en estos cuatro años? El PSOE se convirtió en un rehén del PP al aceptarle este su propuesta de pacto antiterrorista, que se materializó en la ley de partidos y proyectó su sombra sobre toda la legislatura. Podemos afirmar que en esta etapa el movimiento popular ha sido reprimido con inusitada dureza, no solo desde los ministerios correspondientes, sino que nunca hubo un mayor silencio de las reivindicaciones populares, por parte de quienes tienen la obligación de informar, de ayudar a crear opinión. Hoy la ciudadanía se encuentra en las mismas circunstancias, en cuanto a información, participación, control de los elegidos, que en la época en que gobernaba el PP. En algunos aspectos peor, pues el PSOE y gobierno hicieron cesiones importantes a la derecha más dura.

Pero lo que debe ser más preocupante para los votantes de la izquierda, es la ausencia de una fuerza política en el panorama electoral que se pueda considerar portadora de los valores, del programa, del discurso y del proyecto que configuran a una fuerza anticapitalista. Desaparecida como tal IU, convertida en un apéndice del PSOE, los años de apoyo a un gobierno neoliberal no se pueden borrar en seis meses con críticas muy frágiles de última hora que no deben ser catalogadas de ninguna otra manera mas que como electoralismo y oportunismo puro y duro, los electores de izquierdas se encuentran en un dilema, o quedar en casa, engordando la abstención, o votar aceptando la dinámica del bipartidismo que PSOE, PP y todos los medios que los apoyan potencian. Es decir, votar, siguiendo esa dinámica a aquella fuerza que se considere «la menos mala», votar como se dice vulgarmente «tapándose la nariz». Lo que representa entrar en el juego del poder y ser prisionero de ese mecanismo perverso que es el bipartidismo.

Considero que aun hay tiempo para iniciar una reflexión entre los sectores anticapitalistas, internacionalistas, de izquierdas, sobre la orientación de nuestro voto. Y digo internacionalistas pues habrá sectores sociales en el estado español que se consideran en la izquierda, que sigan anteponiendo el carácter nacionalista, aunque sea neoliberal, al de izquierdas y se puedan encontrar cómodos votando a alguna fuerza nacionalista.

Algunos habrá también que en estas circunstancias propongan la abstención. Pero no debemos olvidar que el sufragio universal es resultado de la lucha del movimiento obrero, fue un derecho conquistado, arrancado a la burguesía que cuando se vio en el poder instauró una modalidad de voto que solo permitía ejercerlo a los más ricos de la sociedad por medio del sufragio censitario. Es cierto que una vez conseguido el sufragio masculino por la presión obrera y popular, las mujeres del estado español tuvieron que esperar hasta la segunda república, la burguesía desde las instituciones, utilizó las leyes electorales y los mecanismos de control ideológico que su poder económico le permiten crear, para canalizar muchos votos obreros hacia los partidos defensores de los intereses de los explotadores; desvirtuando el hecho de que la mayoría de la población son explotados. También es cierto que cuando las clases dominantes no consiguieron canalizar el voto popular según sus intereses, no tuvieron ningún tipo de reparo en utilizar los aparatos represivos para restaurar su dominio de clase.

Pero esta realidad que aun esta muy presente en la situación política del estado español, no nos debe llevar a renunciar, a los trabajadores asalariados, a participar en los eventos electorales. Aunque ocurra lo del próximo mes de marzo, que no se presente ninguna fuerza política que represente nuestros intereses de clase, se debe ir a votar; pero para emitir un voto que debe cumplir varios objetivos: demostrar el descontento de una parte de la sociedad y reconocernos en el conjunto, romper con el bipartidismo al margen del voto al sector nacionalista neoliberal, que sea un voto que pueda ser evaluado y sirva, ayude y permita, avanzar en la reconstrucción de la izquierda y del movimiento obrero.

Desde mi punto de vista, el voto en blanco cumple con los anteriores requisitos. En primer lugar ejercemos un derecho que es fruto de la lucha de los trabajadores, que nadie nos regaló y excepto circunstancias muy determinadas, no se debe renunciar al mismo. En segundo, es un voto militante, activo, la gente debe ser convencida, debe reflexionar para llegar a esa conclusión, crítico con el sistema, se vota escapando de la lógica bipartidista que nos quieren imponer, es un voto contra el neoliberalismo y el pensamiento único, diferenciado de una forma nítida de la abstención que es un «cajón de sastre» que practican los cómodos, los apolíticos, a los que tanto les da gane quien gane, los conformistas con la situación.

Pero es además un voto evaluable, lo podemos fiscalizar, contar al final de la jornada electoral. La derecha y el centro derecha liberales no van a dejar de votar a sus partidos, PP y PSOE, y los nacionalistas liberales tampoco van a tener muchas dudas; por lo tanto hay que recoger en el voto en blanco el voto de izquierdas, anticapitalista, que apuesta por la reconstrucción de una fuerza alternativa; movilizar el voto de la izquierda que lleva años en la abstención, convencer que la reconstrucción no solo es posible sino necesaria. El voto en BLANCO nos sitúa en un aspecto esencial, organizar la intervención en la campaña electoral. Ponerse de acuerdo sin ningún tipo de sectarismos entre diversos colectivos políticos, sociales, culturales, personas independientes, etc., sería un paso importante en el camino que hay que comenzar a recorrer.

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