En las semanas previas al 1 de octubre las tertulias, la radio, los telediarios y los periódicos impresos se afinaron en un único tono monocorde de miedo e indignación por el referéndum ilegal de Puigdemont. Competían entre ellos por encontrar los calificativos más duros, las amenazas más eficaces o los elogios más retóricos de la […]
En las semanas previas al 1 de octubre las tertulias, la radio, los telediarios y los periódicos impresos se afinaron en un único tono monocorde de miedo e indignación por el referéndum ilegal de Puigdemont. Competían entre ellos por encontrar los calificativos más duros, las amenazas más eficaces o los elogios más retóricos de la libertad y la democracia asociadas a nuestro Estado de Derecho. Las palabras solemnes, los escupitajos, la tensión y las burlas componían una amalgama espesa que te dejaba fácilmente pegado al televisor o a la radio, escuchando en bucle un argumento tras otro. No hay democracia sin legalidad, democracia es legalidad, la violación de la legalidad es un golpe de estado y es terrorismo.
Por un momento logramos reír con Piolín y los dibujos animados acuartelados en el puerto de Barcelona, pero llegamos expectantes y asustadas al día del referéndum. Nos topamos con las imágenes más vergonzosas que podíamos haber visto de la policía y la guardia civil en plena faena. Para ellos era una especie de ejercicio gimnástico: escalar muros, agarrar, tirar, lanzar por la escalera, patada voladora, porrazo, otro porrazo, agarrar, tirar. Se aplicaron a fondo en la tarea que les había encomendado nuestro gobierno, y lo único bueno es que tuvieron como testigos a periodistas del mundo entero.
Las banderas españolas rojigualdas cuelgan de ventanas en todos los bloques de pisos de mi ciudad y también en Madrid. Aparecieron poco antes del 1 de octubre y siguieron exactamente igual tras las cargas policiales. Los fachas comenzaron a manifestarse, a veces solos, a veces acompañados de gente muy patriótica decidida a defender España, gente a la que no le importa manifestarse con fachas que cantan el Cara al sol. Algunos miles de personas nos manifestamos en Madrid contra las cargas policiales aquel día, conmocionadas, sin pancartas y menos numerosas que los españolistas. Este sábado muchos volvimos a hacerlo en una concentración más ambigua y abierta convocada por la iniciativa #Parlem?/Hablamos?
La convocatoria pedía a los políticos «que dialoguen porque ese es su trabajo», y para mí era una forma de oponerse a la respuesta represiva, al menos en Madrid. Una forma de reunir más miles de personas, mientras la extrema derecha y la derecha expanden sus ideas, colocan banderas y se manifiestan sin tapujos. Ser mucha gente fuera de Cataluña pidiendo diálogo puede hacer que Rajoy se lo piense más antes de volver a emplear la represión. Los medios internacionales podrán decir: Rajoy recurre a la represión aunque la población pide diálogo. Además, servía, pensamos, para presionar al PSOE y exigirle que anteponga el diálogo y la negociación a las consideraciones nacionalistas.
El problema que limita el impacto de nuestra movilización es la flexibilidad del PSOE, en estos días flexible como un chicle y mucho más ambiguo aún que nuestra concentración. El 1 de octubre, en medio del escándalo internacional, Pedro Sánchez exigía a Rajoy negociar de inmediato; en cambio Susana Díaz llamaba a la aplicación del artículo 155 como quiere Ciudadanos: ninguna negociación y enviar al ejército si es necesario. El PSC condenaba las cargas policiales, Sánchez de momento no, luego ya sí. Este sábado el representante del PSC en Cataluña acudió a la concentración de #Parlem en la que se pedía a la gente asistir sin banderas y vestidos de blanco, neutrales; el domingo otros cargos del PSC asistieron a la manifestación españolista llena de banderas rojigualdas y consignas vengativas. Una cosa y la contraria en días sucesivos, sin ningún problema.
Sánchez, que había exigido diálogo inmediato hace una semana, ahora lo condiciona a que Puigdemont abandone primero sus planes. Eso no le impidió el sábado saludar alegremente por Twitter nuestra concentración pacifista por el diálogo. Si Puigdemont declara la DUI, Sánchez ha anunciado que apoyará las medidas que tome el gobierno. Después de todos los movimientos frenéticos de los últimos días, acaba paradójicamente en la misma posición que Rajoy: el diálogo se hará tras la rendición del govern. Y nuestra exigencia ha sido sorteada con toda la facilidad del mundo. La ambigüedad del PSOE, su chiclosidad, supera a la de cualquier movimiento pacifista que podamos hacer ahora para tratar de frenar la escalada guerrera en la que nos encontramos. Entonces, ¿cómo abordamos esto?
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.