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Fundamentalismos, ¿atentados contra la fe?

Fuentes: SEMlac

El auge de los fundamentalismos religiosos en Cuba no solo cuestiona la legitimidad del derecho al aborto o al reconocimiento de la diversidad de las familias; también perturba a congregaciones religiosas y a personas de fe.

«Cualquier manifestación de ese tipo afecta a una comunidad de creyentes, sea esta fundamentalista o no», aseveró a SEMlac la periodista Mariana Camejo, musulmana, quien ha reflexionado públicamente al respecto.
«Sobre todo, porque la percepción que genera es sumamente negativa, de intolerancia, no convivencia e irrespeto. Eso provoca, desde el sentido individual, que personas religiosas a veces no sean integradas, sean discriminadas o marginadas de ciertos sectores», precisó Camejo.

Para Kirenia Criado, pastora de la iglesia de los Amigos Cuáqueros, el impacto de estos comportamientos se acentúa por la poca cultura religiosa que existe en el país. El desconocimiento, por tanto, funciona como caldo de cultivo para incomprensiones, confusiones y manipulación.
«Muchas personas dicen que tienen práctica religiosa, pero cuando empiezas a preguntar más a fondo sobre su propuesta teológica, su práctica espiritual, no saben explicar. Te dicen: ‘yo voy a la iglesia de Juan, que está en la esquina’; pero no te explican por qué», detalló Criado a SEMlac.

A juicio de la también pastora Izett Samá Hernández, el fundamentalismo religioso es un sistema de dominación que afecta a las mujeres dentro y fuera de las congregaciones, explicó en entrevista con SEMlac.
«Se sustenta en interpretaciones bíblicas y dogmas que ven a la mujer como subordinada al hombre. Esto impide, dentro de las congregaciones, que las mujeres asuman responsabilidades tradicionalmente asignadas a los hombres, como el pastorado, por ejemplo, y reproduzcan roles más tradicionales», aseveró.

Criado comparte esa preocupación. Según su experiencia, muchas mujeres de fe que se han empoderado en la vida pública o económica, incluso como dueñas de negocios, enfrentan no pocas contradicciones cuando son relegadas o no tenidas en cuenta al interior de sus congregaciones.
Para Yuliet Teresa Villares Parejo, los fundamentalismos son como «muros que se han levantado violentamente, por no ser parte de la norma».
«Soy una mujer negra, lesbiana y cristiana. De las muchas manías de los fundamentalismos religiosos, a mí me ha tocado sufrir dos de sus expresiones: la supremacía blanca y la lesbofobia», dijo a SEMlac.

Villares Parejo cuenta que los primeros enfrentamientos ocurrieron cuando decidió dejarse su pelo natural rizo y su manera de vestir comenzó a cambiar. «No quería parecerme a una mujer blanca eclesial, porque no lo era», precisó la joven, quien se desempeña como editora en el periódico Invasor, en la provincia de Ciego de Ávila, a poco más de 400 kilómetros de La Habana.

«Por otra parte, cuando decidí vivir mi sexualidad abiertamente, casi me obligaron a salir de la iglesia. El chisme, las intrigas, la separación de las actividades que realizaba como miembro de la comunidad me fueron arrebatadas por el simple hecho de amar a una mujer», detalló.
Para ella, «los resultados de los fundamentalismos religiosos no son actos aislados y lejanos, quienes los ejercen son personas cercanas a ti. Y eso duele».

De acuerdo con el investigador Pedro Álvarez, del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas, en el país todavía existe mucho prejuicio sobre lo religioso y hace falta profundizar en el comportamiento de los fundamentalismos para aportar elementos a la comprensión del contexto en que se vive actualmente.

«La fe es una necesidad intrínseca de la naturaleza humana. La ciencia tiene que abocarse a ver esto, con urgencia, desde una manera multidisciplinaria», alertó durante la VII Jornada Socioteológica Identidades sexuales y de género no hegemónicas, celebrada en Matanzas, en diciembre de 2019.

Amenaza que crece

Según las definiciones más literales, se le llama fundamentalismo a toda actitud contraria a cualquier cambio o desviación en las doctrinas y las prácticas esenciales e inamovibles en un sistema ideológico, especialmente religioso.

Para Criado, también implica una interpretación literal, inamovible, de textos sagrados como la Biblia. Esta estudiosa considera que los fundamentalismos están asociados a posiciones de hostilidad, imposición de juicios y ataques a todo aquello «que no coincida con lo que yo pienso'».

«El fundamentalista comienza a ocupar el espacio público, a buscar conquistas políticas públicas, a posicionar una agenda religiosa en el espacio público. Y ahí entra en conflicto la discusión entre el papel de la religión y el estado laico», alertó la pastora, también parte del colectivo del Centro Memorial Martin Luther King.

A juicio de Camejo, esas posturas afectan, en primer lugar, a la persona religiosa que nada tiene que ver con ellas y le dificulta su desarrollo en una sociedad de pluralidad de creencias.

«En sentido general, también refuerza la percepción de que toda religión es intolerante per se y no está hecha para espacios de convivencia», reflexionó.

En el caso del islam, la periodista de Bohemia explicó que existen ejemplos de esta «lamentable realidad» como el Estado Islámico o Al Qaedah, que influyen en la percepción del islam no solo en Cuba, sino en el mundo entero.

«A lo interno, el fundamentalismo islámico está acompañado de una agenda contra el gobierno, porque considera que estar integrado en la sociedad y comulgar con los valores del proyecto económico-político-social cubano va directamente en contra de los principios de la fe de los musulmanes, lo cual es un punto de partida erróneo», advirtió Camejo.

Sin embargo, a su juicio, las personas de pensamiento extremista sobre el islam no entienden de matices ni diálogos. «Así que consideran que quienes no comparten su visión ni siquiera son musulmanes y no merecen ser llamados como tal», insistió la colega, quien también dirige la publicación Con/texto Magazine.

«Mientras el fundamentalismo ve todo en blanco y negro, la realidad de la comunidad islámica en Cuba es muy diferente» defendió.

Criado comparte alguna de las preocupaciones de Camejo. Para ella, una amenaza de la emergencia de estos movimientos está asociada a que generan estados de opinión que llevan a que comiencen «a caer en descrédito otras maneras de hacer iglesias».

«Un elemento importante es que el espacio de disputa de los fundamentalistas hoy está teniendo muy en cuenta a las redes sociales y generando estados de opinión. Y como aquí hay tanta ignorancia sobre esa cultura religiosa, entonces se empieza a desdibujar en el imaginario social que existen otras maneras de hacer iglesias», detalló.

¿Cuál es el peligro para las iglesias que no son fundamentalistas?, se pregunta esta religiosa.

En su opinión, una de las consecuencias más graves es que en el imaginario social no religioso, desde una visión generalizadora, se pueda etiquetar como fundamentalistas a las que no lo son y verlas como opositoras, retrógradas, reaccionarias, que están contra los derechos. «Y se empieza a encontrar un discurso de odio o de rechazo que pensamos que ya iba a ser superado», explicó.

Otro hecho grave, según Criado, es que las iglesias que no fundamentalistas son minoritarias.

Para la pastora Izett Samá, entre otras alertas posibles está el creciente auge de estos grupos, «sin que nada, ni nadie, lo detenga».

«Tienen más seguidores dentro y fuera de las iglesias que lo que podemos imaginar. El contexto cubano es vulnerable por la falta de producción de sentidos, que afecta a sectores que son bien aprovechados por estos grupos», reflexionó.

Igualmente, alerta de que se trata de «iglesias con mucho poder económico y sistemas de comunicación atractivos y eficaces, que aprovechan la cultura machista de la sociedad».

Teólogos como el reverendo Amós López Rubio, pastor de la Iglesia Bautista Ebenezer de Marianao, advierten que la agenda teológica es apenas el rostro visible de un posicionamiento que también es político, económico, social y recurrente en contextos de transición.

Los fundamentalismos se activan «en momentos de disputas políticas y gubernamentales. Y eso no es ingenuo,» advirtió Criado.

No es casual que en Cuba su búsqueda de protagonismo arreciara en el momento del debate público de la Constitución, en 2018, que tenía entre sus temas en discusión el reconocimiento de derechos para todas las personas, incluido el de la unión entre parejas no heterosexuales.

A nivel regional, las miradas de los movimientos fundamentalistas apuntan a la lucha contra la educación sexual en las escuelas, el derecho al aborto, el matrimonio igualitario y el reconocimiento de las diversidades sexuales.
Esos asuntos estarán nuevamente en la agenda pública cubana, durante el extenso cronograma legislativo que se extenderá durante los próximos años. El momento más cercano será el referendo, en 2021, del Código de las Familias, donde justamente volverá a debate el matrimonio no heterosexual.

Para Samá, aún no se entiende la magnitud del fenómeno y el alcance que puede tener.

Camejo, por su parte, advierte que se trata de un movimiento que seguirá creciendo y tomando fuerza, en tanto existan comunidades total o parcialmente desorganizadas para educar religiosamente en códigos de convivencia y respeto, que son valores presentes en todas las religiones.
«El primer remedio para el fundamentalismo es precisamente la educación», aseguró.