La izquierda debe aprender de sus errores, volver a tomar la calle y los centros de trabajo, preocuparse de los temas importantes que preocupan a la clase trabajadora y presentar una alternativa valiente que impugne al sistema de una vez por todas.
En enero de 2014 los vecinos de Gamonal, barrio obrero (y más poblado) de la ciudad de Burgos, abrieron los noticiarios de los principales medios de comunicación por el levantamiento que protagonizaron en protesta al proyecto de obras del ayuntamiento que convertiría la calle Vitoria en un boulevar, reduciendo la calzada de 2 carriles a 1, eliminando plazas de aparcamiento públicas y creando en su lugar plazas de pago. Todo ésto con un elevado coste público y a manos de un constructor sobre el que ya pesaban anteriores acusaciones de corrupción.
Las protestas fueron especialmente virulentas y las imágenes de encapuchados enfrentándose a la policía lanzando piedras se convirtieron en símbolo del levantamiento de un barrio de clase trabajadora contra una administración que lejos de resolver sus problemas, los agravaba. En cierto modo, su protesta recordaba otros levantamientos similares como la famosa Intifada del Besós en la Barcelona preolímpica (y que fue maravillosamiente recogida en el documental Besos al Besós, que se puede encontrar fácilmente en la red). En ambos casos, el levantamiento vecinal se saldó con victoria y paralización de las obras que los provocaron, señal de que la lucha sirve y la unidad es esencial.
En el caso de la lucha de Gamonal cabe hacer un pequeño hincapié en el contexto en el cual se dio. El lustro 2010-2015 se marcó por vivir las consecuencias más duras de la crisis económica internacional, agravada en España por la crisis del ladrillo. Padecimos varias reformas laborales y políticas de recortes —tanto del Gobierno del PSOE como del PP— que ocasionaron una oleada de huelgas generales, fortalecimiento de los movimientos sociales, la aparición del 15M y en general diversas manifestaciones de lo que viene a ser una crisis de régimen en toda regla. Tanto el bipartidismo como la monarquía vivían sus horas más bajas en cuanto a popularidad, y por si fuera poco el dogma de la unidad de España comenzaba a resquebrajarse también con la cuestión catalana. Los tres pilares fundamentales del régimen del 78 comenzaban a estar tocados. En esas hizo su aparición Podemos, y en su órbita y en la de IU comenzaron a articularse procesos de confluencia que en 2015 alcanzaron el poder en muchas ciudades importantes, como Madrid y Barcelona entre otras.
Tras este lustro cabe detenerse, puesto que se inició lo que parece ser el proceso de institucionalización de los movimientos políticos que se proponían dar respuesta a la crisis de régimen. Tras una legislatura de acción municipales con grandes alegrías y varias decepciones, algunas elecciones generales y una moción de censura, llegamos a la situación en que la alternativa ha quedado reducida a algunos resquicios de poder municipal y ser parte minoritaria de algunos gobiernos con el PSOE autonómicos y del gobierno estatal. Es decir, volvemos a la clásica tesitura de ir tirando de buena voluntad para sacar adelante algunas medidas de izquierdas (no negaremos que importantes) pero absolutamente encorsetados en las limitaciones propias de ser socios minoritarios de Gobierno y de la propia arquitectura institucional de la política española. Lo de siempre, pero ésta vez a lo grande.
La escuela marxista nos enseña que en las crisis de régimen se abre una oportunidad para las opciones revolucionarias, pero cuando éstas no saben aprovecharlas o no están en condiciones de hacerlo, son las opciones reaccionarias las que acaban recogiendo el guante del descontento para presentar una alternativa populista que al fin y al cabo tiene por finalidad proteger los intereses de los más poderosos, canalizando la ira de las clases populares hacia objetivos que son ajenos a sus intereses.
Acabamos de ver cómo en el barrio de Gamonal volvía a haber disturbios. Encapuchados lanzando piedras a la policía de nuevo en la oscuridad de la noche. Sólo que, en ésta ocasión, los disturbios se enmarcaban en la ola de protestas negacionistas del covid-19, alentadas por una extrema derecha a la que no le importa poner en peligro la salud pública con tal de alcanzar sus objetivos políticos. Los movimientos sociales están en las horas más bajas de las últimas décadas, el discurso crítico con el capitalismo tiene un eco muy bajo entre las clases populares y tampoco parece que las medidas tomadas por el gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos sea capaz de solventar las necesidades de un pueblo masacrado por una pandemia.
Gamonal, 6 años más tarde, nos muestra la misma foto pero con diferente fondo, simbolizando el declive ideológico. La izquierda debe aprender de sus errores, volver a tomar la calle y los centros de trabajo, preocuparse de los temas importantes que preocupan a la clase trabajadora y presentar una alternativa valiente que impugne al sistema de una vez por todas.
Fuente: https://www.elsaltodiario.com/crisis-economica/gamonal-un-antes-y-un-despues