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Ganó Rajoy: gobernarán los mismos

Fuentes: Rebelión

La contundente victoria del Partido Popular en las elecciones del 20N no hace otra cosa sino poner más claramente que nunca de manifiesto el profundo déficit democrático que presenta tanto el Estado Español como el conjunto de la Unión Europea. Esto se traduce en la paradoja de que mientras que se ha producido una de […]

La contundente victoria del Partido Popular en las elecciones del 20N no hace otra cosa sino poner más claramente que nunca de manifiesto el profundo déficit democrático que presenta tanto el Estado Español como el conjunto de la Unión Europea. Esto se traduce en la paradoja de que mientras que se ha producido una de las más amplias mayorías absolutas de la democracia, el gobierno que formará Mariano Rajoy tendrá casi absolutamente limitada su capacidad de actuación y no podrá hacer otra cosa que seguir los dictados-con toda seguridad de muy buena gana- del Banco Central Europeo y de los llamados «mercados».

Por lo tanto, los especuladores, los financieros y los tecnócratas de la U.E., a los que nadie ha elegido, serán los que sigan teniendo en sus manos el destino de los ciudadanos del Estado Español. Parece evidente que muchos trabajadores, de un modo muy primario, y expresando dramáticas situaciones personales, han otorgado su voto al Partido Popular pensando que era necesario un cambio. Por desgracia, con toda seguridad, estas expectativas se verán muy pronto frustradas. No podemos esperar otra cosa que la aceleración del programa neoliberal de recortes, liquidación de los Servicios Públicos, precarización del trabajo y pago de la crisis por los más desfavorecidos. Además, el hecho de que el PP -un partido que recoge desde la derecha liberal a sectores de la extrema derecha postfranquista- domine tanto la mayoría de ayuntamientos como casi todas las comunidades autónomas y el gobierno central, no augura demasiado buen futuro para las libertades y la democracia en nuestro país.

El fuerte varapalo electoral sufrido por el PSOE pone de manifiesto una significativa pérdida de confianza en un partido que no ha aplicado políticas socialdemócratas y que se ha entregado en brazos del neoliberalismo y de los mercados. Salvo las primeras medidas de la era Zapatero, como el matrimonio homosexual o la ampliación del derecho al aborto, el resto de su mandato se ha distinguido por su sumisión a las políticas económicas neoliberales y por su falta de decisión para enfrentarse a los poderes fuertes. El intento desesperado de Rubalcaba de «volver a los orígenes» y presentarse como un fiel defensor de las políticas sociales ha sido un rotundo fracaso. Los ciudadanos no han caído en la trampa y parecen reclamar una mayor coherencia a los socialistas. No es posible ni honesto hacer lo contrario de lo que se dice. Tampoco es ni mucho menos previsible el surgimiento de sectores en ruptura, al estilo Oskar Lafontaine en Alemania, que se aproximen a Izquierda Unida. En el PSOE no existen ya sectores importantes que defiendan un pensamiento socialdemócrata fuerte. Los desgraciados años de Felipe González al frente del partido liquidaron cualquier veleidad izquierdista en el socialismo español.

El ascenso del populismo -de 1 a 5 diputados- encarnado en UpyD, fundamentalmente nutrido de votos del desencanto socialista, y muy localizado en Madrid, es una consecuencia lógica de la crisis. Los momentos de desesperación y de falta de confianza en el futuro, tienen por consecuencia que importantes sectores depositen sus expectativas en proyectos guiados por lideres más o menos carismáticos- en este caso la ex-socialista Rosa Díez- que dicen a cada ciudadano lo que quiere oír. La mezcla de liberalismo económico, populismo españolista y guiños a los movimientos sociales de UpyD no debería ,pese a este ascenso, tener un largo recorrido. Creo muy necesario remarcar que UpyD mantiene posturas que superan por la derecha al PP en lo que se refiere a la relación del Estado Central con las Comunidades Autónomas, y ha sido el único partido que no ha valorado positivamente el cese de la actividad armada de ETA. Su autoproclamación como «transversales» no hace otra cosa sino levantar sospechas sobre su auténtica ideología. No es casual que la mayoría del voto de UpyD sea «madrileño», 4 de sus 5 diputados los ha conseguido en esta Comunidad. Este hecho revela que su discurso anti-autonomías y anti-ETA tiene un público muy concreto y muy localizado geográficamente.

En el campo de la izquierda, es muy destacable el importante, de 2 a 11 diputados, ascenso de Izquierda Unida. Este buen resultado, más que a un concienzudo trabajo social o en los movimientos, se debe tanto al descenso del PSOE como a un creciente rechazo popular al bipartidismo y al discurso único neoliberal. De todos modos este resultado ni se aproxima a los «tiempos dulces» de Julio Anguita (21 diputados) como líder de IU. Una profunda crisis económica como la que afronta el Estado Español debería contar con un grupo de izquierda aún mucho más fuerte y cohesionado. El reto de Izquierda Unida debe ser tratar de constituirse en un auténtico movimiento político y social, abordar una auténtica refundación y convertirse en una herramienta útil para los movimientos sociales. Si no, volveremos al péndulo, y un nuevo ascenso del PSOE supondrá el descenso de IU. Una IU sin auténtica implantación social quedará siempre supeditada a los altibajos del PSOE.

Por último, y en el campo de la izquierda estatal, los muy modestos resultados de «la izquierda de la izquierda», Anticapitalistas (el equivalente de Sinistra Critica en Italia) y el PCPE (Partido Comunista de los Pueblos de España), que obtienen 50.000 votos entre los dos, señalan la necesidad de establecer una profunda reflexión sobre la necesidad o no de presentarse a las elecciones y sobre lo imprescindible de unir fuerzas y de no tratar de buscar atajos. Creo que es necesario empeñarse en el trabajo en la base, construyendo a partir de las nuevas subjetividades, sin prisas pero sin pausa. Sólo un proyecto político que surja a partir del conflicto social será capaz de representar realmente los intereses de los que pretenden cambiar el Sistema. Alguno de estos grupos, en concreto el PCPE, han despreciado movimientos como el de los indignados, y se han refugiado en un esencialismo obrerista que, en mi opinión, tiene un muy corto recorrido. Por otro lado, Anticapitalistas, que si tiene un trabajo más profundo en los movimientos sociales, ha elaborado su candidatura de un modo demasiado apresurado y sin esperar a que se fraguasen procesos unitarios de una solidez a la altura de las circunstancias.

Con respecto a los verdes de Equo, el resultado ha sido muy modesto. El único diputado que han conseguido es, en realidad, fruto de su acuerdo con la formación valenciana Compromis, que a su vez proviene de una ruptura en IU. Me parece indispensable aclarar que Equo surge directamente de una apuesta de los verdes alemanes que pretenden «patrocinar» a este grupo en el Estado Español. Equo se ha venido nutriendo, también, de los sectores más moderados, cercanos a Gaspar Llamazares, que han roto con IU por la derecha.

Una de las mayores novedades de esta cita electoral es la potente irrupción de Amaiur en el Parlamento Español. Los 7 diputados conseguidos por la formación de la izquierda abertzale suponen un gran éxito y la consolidación de un proyecto político alejado del uso de la violencia. La salida negociada y democrática al llamado «conflicto vasco» parece más irreversible que nunca. La victoria de Amaiur en Gipuzkoa, y la amplia mayoría que se conformaría con un acuerdo entre Amaiur y la derecha nacionalista, PNV, ponen seriamente en cuestión el actual gobierno vasco fruto de el acuerdo entre PP y PSOE. Un futuro con Arnaldo Otegi como lehendakari no parece demasiado aventurado. De todos modos, el sentido de la votación ha dejado claramente demostrado que la realidad política de Euskal Herria es bien distinta a la del resto del Estado. Como retos que se abren, a mi juicio, para la izquierda abertzale se encuentra el de saber combinar su clara apuesta soberanista con el contenido social y de izquierdas de su programa político. Creo que será muy interesante seguir como se aborda esa contradicción que pueden suponer los acuerdos con fuerzas en las que se coincide, más o menos, en la cuestión nacional, pero no en el programa de transformación social.

En Catalunya nos encontramos con la sorpresa del espectacular ascenso de CIU (derecha nacionalista) -por primera vez es la fuerza más votada en unas Elecciones Generales- que está gobernando allí y que está aplicando una política de recortes brutales, especialmente en sanidad y educación. Parece que para los catalanes ha pesado más la necesidad de dar un castigo al PSOE y afirmarse en su identidad nacional, que mostrar su oposición a las políticas neoliberales llevadas a cabo por CIU en su comunidad.

Volviendo al marco estatal, la necesidad de huir del asfixiante bipartidismo, la capacidad de organizarse al margen de las estructuras tradicionales expresada por el 15M, o los potentes procesos de subjetivización que se están dando al calor de la resistencia a los recortes y la precariedad, hacen que una arrolladora victoria de la derecha nos deje algunos signos de esperanza en el horizonte. No importa cuales sean las siglas que representen esas nuevas subjetividades, lo crucial es que sean ellas mismas las que elaboren el programa alternativo que se traduzca en un proyecto político de transformación social. Sólo así podrá existir una opción política que supere el abismo existente, al menos en el Estado Español, entre conflicto social y representación política. No se trata de abordar una nueva suma de siglas de grupos de izquierda sino de construir en estrecha ligazón con las luchas reales y con los problemas reales de los trabajadores y de las capas más golpeadas por la crisis capitalista.

Se abren importantes retos para la izquierda: nos encontraremos de nuevo con intento del PSOE de capitalizar las movilizaciones y tratar de apropiarse la bandera de la izquierda, veremos cuál es la dirección que toman unos sindicatos mayoritarios -CC.OO y UGT- que han perdido casi toda su capacidad de movilización, será necesario que el sindicalismo alternativo se desarrolle y se consolide, habrá que seguir muy de cerca los procesos de maduración política de los nuevos activistas surgidos a partir del Movimiento 15M, y tendremos que comprobar si los distintos grupos de una izquierda fragmentada y muy débil, son capaces de renunciar al sectarismo y buscar la unidad. En resumen, muchas posibilidades abiertas y pocas certezas en el futuro, hacer posible una alternativa real a la avalancha de la derecha y del neoliberalismo depende del trabajo de todos nosotros.


Carlos Gutiérrez es militante comunista, del Movimiento de Izquierda Alternativa y de Espai Marx

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.