«Wovon man nicht sprechen kann, darüber muß man schweigen»(De lo que no se puede hablar, más vale callar)Ludwig Wittgenstein Parece que Baltasar Garzón ha mandado la patata caliente del sumario sobre el franquismo a los tribunales territoriales a los que corresponden las distintas fosas comunes de tal modo que la instrucción de la causa como […]
(De lo que no se puede hablar, más vale callar)
Ludwig Wittgenstein
Parece que Baltasar Garzón ha mandado la patata caliente del sumario sobre el franquismo a los tribunales territoriales a los que corresponden las distintas fosas comunes de tal modo que la instrucción de la causa como causa única resulte imposible. Con ello se confirma la incapacidad de saltar sobre su propia sombra del juez estrella de la monarquía. Asimismo queda confirmada la vitalidad del régimen del 18 de julio. Pese a los intentos de ver en el régimen actual algo radicalmente distinto del «antiguo» régimen, lo que estamos comprobando a través de los distintos autos de Garzón es la imposibilidad de una ruptura -aun parcial- con el franquismo desde la estructuras de la monarquía «democrática». No fue posible en este marco la anulación de las antijurídicas sentencias de los tribunales políticos de Franco, ni el reconocimiento real de la dignidad de los combatientes republicanos, ni ahora resulta tampoco viable la aclaración jurídica de las responsabilidades por más de 100.000 desapariciones. De las ejecuciones en ejecución de sentencias dictadas a raíz de farsas judiciales -incluidas las del año 75 explícitamente apoyadas por Don Juan Carlos de Borbón-, del encarcelamiento masivo de miembros de la oposición, de la práctica generalizada de la tortura, más vale no hablar, pues todo ello destiñe sobre el régimen actual, por mucho que la España de hoy tenga la cara sonriente y liberal de Zapatero y Almodóvar. Buen rollito sobre miles y miles de muertos que siguen en las cunetas. Buen rollito con más de 650 presos políticos vascos y un conflicto que no se soluciona por la bestialidad de ETA y por supuesto, la del propio régimen en cuyo negro espejo se mira la organización armada vasca.
El nuevo auto de Garzón no carece, con todo, de interés. Incide en dos temas que no se trataron en el anterior: el secuestro de niños -en muchos casos, previo asesinato de sus padres- y la aplicación de cierto racismo científico de matriz psiquiátrica y biológica a la lucha política. El régimen de Franco supera cuantitativa y cualitativamente los horrores de Pinochet y de la junta militar argentina. La erradicación del «rojo» se plantea en el franquismo como un acto de limpieza biológica, étnica. Se trata de eliminar a los padres y hacer que los hijos pierdan todo recuerdo de ellos, entregados a los buenos cuidados de las familias de adopción y de meritorias instituciones educativas de la Falange y de la Iglesia. Mientras tanto, la ciencia española progresaba en el terreno psiquiátrico de la mano del inefable Antonio Vallejo Nájera quien se propuso, siguiendo las huellas de los investigadores nazis, investigar el «biopsiquismo del fanatismo marxista«. En esto, ni Vallejo ni los propios nazis que elaboraron el tipo biopolítico del «judeobolchevique» son grandes innovadores, pues sus planteamientos echan raíces en la obra del padre de la criminología científica, Cesare Lombroso, quien afirmaba haber descubierto junto al tipo del «criminal nato», el tipo físico y psicológico del anarquista. Hace bien Garzón en ilustrarnos sobre las atrocidades del psiquiatra del régimen, el cual afirmaba: «»La idea de las íntimas relaciones entre marxismo e inferioridad mental ya la habíamos expuesto anteriormente en otros trabajos…La comprobación de nuestras hipótesis tiene enorme trascendencia
político-social, pues si militan en el marxismo de preferencia psicópatas antisociales, como es nuestra idea, la segregación total de estos sujetos desde la infancia, podría liberar a la sociedad de plaga tan terrible». El audaz pensamiento de Vallejo Nájera es así un antecedente directo de las medidas propugnadas por el consejero de Sarkozy Arno Klarsfeld para combatir la delincuencia juvenil desde antes de la escuela primaria. Trasciende así los años y las fronteras.
El investigador de la mente se encontraba en plena guerra civil ante dos circunstancias favorables: en primer lugar, su prometedor proyecto científico recibió el aplauso y el apoyo del mismísimo Francisco Franco quien, «mediante el telegrama nº 1565, de 23 de agosto de 1938 autorizó al Jefe de los Servicios Psiquiátricos Militares la creación del Gabinete de Investigaciones psicológicas, cuya «finalidad primordial será investigar las raíces psicofísicas del marxismo». El segundo elemento favorable era la abundancia del material experimental; según el mismo Vallejo Nájera: «La enorme cantidad de prisioneros de guerra en manos de fuerzas nacionales salvadoras de España permite efectuar estudios en masa, en favorabilísimas circunstancias que quizás no vuelvan a darse en la historia del mundo. Con el estímulo y beneplácito del Excmo. Sr. Inspector de los Campos de Concentración, al que agradecemos toda suerte de cariñosas facilidades, iniciamos investigaciones seriadas de individuos marxistas, al objeto de hallar las relaciones que puedan existir entre las cualidades biopsíquicas del sujeto y el fanatismo político democrático-comunista.» Produce escalofríos imaginar las «cariñosas facilidades» brindadas al joven científico por quien ostentaba el cargo de Inspector de los Campos de Concentración.
Del proyecto de Vallejo dice el gran desmemoriado histórico que es Baltasar Garzón que «se trataba de una de las primeras tentativas sistemáticas de poner la psiquiatría al servicio de una ideología». Esto es desconocer el precedente de Lombroso si se mira hacia el pasado, pero también el papel que la psiquiatría desempeña, en general, como instrumento de normalización social desde sus orígenes hasta el día de hoy en que brinda junto con otras «ciencias sociales» los fundamentos teóricos de la «nueva» doctrina penal en materia de pederastia y terrorismo. Las labores de Vallejo Nájera culminan en la última reforma del Código Penal español encaminada a endurecer la legislación contra «terroristas y pederastas«. El acercamiento de estas dos categorías de «delincuentes patológicos» se basa en el reconocimiento por parte de la psiquiatría y la criminología de su intrínseca peligrosidad.
Tal vez el número ya considerable de presos por delitos sexuales y de terrorismo en las prisiones españolas se vea incrementado por las nuevas medidas. El psiquiatra mayor del franquismo fue sin duda pesimista al considerar que las circunstancias que durante la guerra brindaron a la ciencia tan elevado número de presos «quizás no vuelvan a darse en la historia del mundo». En cualquier caso, los jueces de la Audiencia Nacional han contribuido en alguna medida a desmentir tan triste perspectiva para la ciencia haciendo ingresar en prisión junto a una minoría de miembros de ETA a un gran número de otros militantes independentistas no armados acusados de pertenecer al «entorno» de la organización o de coincidir con sus fines. De este modo, se ha considerado como sujetos intrínsecamente peligrosos a periodistas, profesores de euskera, miembros de ONG de desarrollo e incluso miembros de organizaciones que defendían la resistencia civil pacífica. De todo esto se hará seguramente «ciencia».
Produce perplejidad la incapacidad de Garzón para reconocer la continuidad entre lo que denuncia legítimamente como horrores y crímenes del franquismo y el sistema que hasta hoy ha venido reposando sobre esa acumulación originaria de terror. Todo atado y bien atado. En España vuelve a amanecer.
Publicado en Iohannes Maurus