Se acrecienta en estos días la suerte de reavivar nuestros más íntimos recuerdos de Fidel, de coronarlo con nuevas experiencias en nuestros personales imaginarios. Gracias entre otras causas a las diversas iniciativas que invaden el panorama cultural de la Isla con motivo de su 92 cumpleaños. Podría ser el joven elegante que en 1955 recorrió […]
Se acrecienta en estos días la suerte de reavivar nuestros más íntimos recuerdos de Fidel, de coronarlo con nuevas experiencias en nuestros personales imaginarios. Gracias entre otras causas a las diversas iniciativas que invaden el panorama cultural de la Isla con motivo de su 92 cumpleaños.
Podría ser el joven elegante que en 1955 recorrió New York, el mítico rebelde, el líder auscultando a su gente y convocándolo con el ejemplo, el cautivador de grandes masas, el dirigente controlando obras constructivas, el estadista compartiendo con líderes del Sur, el bendecido por orichas y palomas, el promotor del deporte y la cultura.
De la compilación Fidel en las Mesas Redondas, del fotógrafo Ismael Francisco Gonzalez. Foto: Cubadebate
Podría recordarlo el Monumento Prohibido, proyecto de homenaje del reconocido creador santiaguero Alberto Lescay Merencio e incluido en su grandiosa exposición Viaje perpetuo , abierta desde el pasado 20 de julio en la Sala Transitoria del Memorial José Martí. [1] O las 35 impresiones en blanco y negro que conforman Fidel entre nosotros , la muestra personal del desaparecido fotógrafo santiaguero Gerald Duque de Estrada Riera, inaugurada en la tarde del martes 24 de julio en la capitalina Casa del Alba Cultural; una selección de las decenas de capturas del artista del lente durante el paso del Comandante en Jefe por el oriente del país en 1970. En ellas podemos ver a Fidel en un jeep acompañado de su siempre fiel Celia Sánchez Manduley, o en el salón de la ciudad junto a los inolvidables Vilma Espín, Juan Almeida y Armando Hart; rodeado de anónimos campesinos, obreros, milicianos; controlando las construcciones del Distrito José Martí o la campaña cafetalera en un montañoso paraje santiaguero. [2]
También el Fidel en la Mesa Redonda (2009), de Ismael Francisco, exposición fotográfica instalada en el referido Memorial, concebida para festejar los 15 de Cubadebate. O Caravana Tributo a Fidel (2016), serie fotográfica de Irene Pérez que acompaña el catálogo de la muestra. [3]
Y la épica columna ¡Fidel! , muestra homenaje que ocupa por estos días la galería El Reino de Este Mundo, en la Biblioteca Nacional José Martí, y que, bajo la curaduría de Claudia Arcos, articula siete audiovisuales, realizados en 2015 por Roberto Chile. La exposición discurre cronológicamente por diversas etapas o facetas de Fidel, con 15 fotografías pertenecientes al fondo de la Fototeca de Cuba , s alidas del ingenio y de los artefactos de 8 artistas del lente: Osvaldo Salas, Raúl Corrales, José Agraz, Liborio Noval, Luis Pierce (Luis Korda), Ernesto Fernández, Roberto Salas y el ya mencionado Roberto Chile. [4]
No se trata de restaurar la «iconocracia», ese «totalitarismo de las imágenes» roto -según Iván de la Nuez- [5] por la iconoclastia de los artistas del 80, y con el que Fidel Castro «colonizó el relato de todo un país» y «llegó a dominar de un modo tan absoluto la vida cubana durante 50 años». A contrapelo, he visto fotografiar con sus móviles y hacerse selfies al lado de estas imágenes a quienes supuestamente sufrieron «un bombardeo desmesurado y obligatorio de iconografía política».
Tal parece que el gesto y no la gesta, que la pose y no la conducta valiente y consecuente, sostuvieron la fascinación del pueblo por sus líderes. Que «un puñado de instantáneas construyeron esa imagen heroica de Cuba» ante el mundo. Solo bajo una fiebre eurocentrista podría repetirse lo de Anthony De Palma: que Herbert Matthews fue «el hombre que inventó a Fidel Castro».
Con todos sus valores, no serán estas imágenes las que absolverán a Fidel, como no fueron las que hicieron heroicos a los rebeldes y a la mayoría del pueblo de Cuba. No vino de Europa eso de llamarlo «El caballo».
Ver a Fidel y al Che con cámaras fotográficas no confirma en absoluto la falacia de que sean «estrategas de una revolución fotogénica». ¿Olvida De la Nuez que antes del Moncada y de la expedición del Granma , Fidel y el Che habían sido periodistas y fotorreporteros? ¿No tenemos derecho a defendernos en esta guerra de símbolos?
Desconoce o prefiere ignorar que, en muchas carreteras, atestadas de mosquitos o bajo el sol, cientos de millennials cubanos capturaron con sus celulares la Caravana de la Libertad, en su reedición hacia Santiago. Que no fue orientación del Departamento Ideológico del Comité Central, ni iniciativa de la UJC, aquella frase que presidió su despedida física: ¡Yo soy Fidel!