El golpe de Estado se dio contra la legitimidad de la República. Políticamente fue antidemocrático; jurídicamente anticonstitucional; socialmente conservador y tradicionalista; espiritualmente clerical; ideológicamente totalitario; económicamente capitalista; militarmente absolutista; y moralmente inhumano.
Las elecciones celebradas el 16 de febrero de 1936 dieron la victoria al Frente Popular, constituido por los principales partidos republicanos y de izquierda. Entre los objetivos del gobierno del Frente Popular, estaban los del primer Gobierno de la República en 1931, que pretendió modernizar el país y promover la justicia social. Portela Valladares, reconociendo la victoria del FP entregó el poder a los vencedores legítimos, dando paso a un Gobierno presidido por Manuel Azaña. La situación en España cada vez era más tensa y se reflejaba en las discusiones de las Cortes. El 12 de julio fue asesinado el teniente Castillo por grupos armados de la derecha y al día siguiente, el diputado ultraderechista Calvo Sotelo, en una camioneta de la Guardia de Asalto.
El plan abarcaba todos los sectores y actividades. Comprendía una acción de fuerza militar, desde diferentes puntos de España y África; una colaboración religiosa y una acción social, que debía poner en juego a la banca, la judicatura, la industria, y a grupos políticos de acción violenta. El directorio del general Mola, coordinaría todos los recursos a su alcance: fuerzas militares, ayuda diplomática, financiera, armamento y personal voluntario
La conspiración militar se puso en marcha nada más formarse el Gobierno de Azaña, tras la victoria del Frente Popular. En la calle estaba cantado, en los despachos era conocido y los cuarteles eran hervideros de conspiradores. Al Gobierno le llegaron noticias sobre lo que se estaba tramando y no actuó con la contundencia debida contra la conspiración. Exceso de confianza, errónea valoración política, falta de ánimo y valor, para abordar la situación, llevaron a la tragedia.
Estaban implicados, militares desleales, falangistas, monárquicos, la derecha conservadora más reaccionaria y la iglesia católica, que habían oprimido al pueblo durante siglos. No fue un golpe doméstico, sino que contó con la Italia fascista, quién jugó un papel determinante para el triunfo del golpe, vendiendo y suministrando armas, antes y durante la guerra.
La fecha de inicio del golpe de Estado, nada tuvo que ver con el asesinato de Calvo Sotelo. Todo estaba previsto con antelación, ligado a los contratos de compra de armas y al apoyo italiano prometido. En el diseño del plan director no estaba prevista la defensa de la iglesia y del catolicismo, ni era un objetivo de motivación. El golpe tampoco pretendía acabar con ninguna insurrección armada en marcha, porque no la había; sino eliminar las reformas abordadas durante el primer bienio republicano (agraria, laboral, militar y de la enseñanza) y defender la unidad de España.
Ninguna organización republicana u obrera tenía el propósito de subvertir el orden constitucional en la primavera de 1936; porque o no querían o no podían. Tampoco había en marcha ninguna intervención de la URSS en España. La política de Stalin, desde 1925, no era de expansión, sino de socialismo en un solo país, en la URSS. Antes del golpe, no había un estado de violencia revolucionaria o de terror rojo, no había ninguna dinámica de exterminio ni de liquidación de los enemigos de clase y no se asesinaba a las gentes de orden.
La República no fue un fracaso que conducía inexorablemente a una guerra, sino que fue destruida por un golpe militar, con la connivencia de un país extranjero y que, al no triunfar en buena parte del territorio y en Madrid, se encaminó de forma irremediable a una guerra fraticida. Fue la sublevación quien colapsó la administración republicana. La República, durante la guerra, tuvo que enfrentarse a una parte de la izquierda obrera, que entendía que la democracia era irreconciliable con el capitalismo, temiendo que se entregase, pacíficamente, al fascismo, como había sucedido en toda Europa.
La pretensión de cada grupo social y estamento rebelde era la defensa de sus propios intereses: la aristocracia pretendía la conservación del rango y los privilegios; los capitalistas, la libertad de explotación de los trabajadores y la defensa a ultranza de la propiedad; la iglesia, la anulación de las disposiciones que habían mermado sus fueros; los terratenientes e industriales, impedir la reforma agraria y la intervención obrera en las empresas; la prensa de derechas, el derecho a crear opinión y defender el negocio; los militares, profesionales, burócratas y burgueses, la restauración de un orden rígido y autoritario que respetase el escalafón, la jerarquía, la antigüedad y las prebendas. Los vencedores establecieron una dictadura para perpetuar esos intereses y la mantuvieron mediante la represión y la violación de los derechos humanos.
Los días 17 y 18 de julio, estalló la sublevación militar en Marruecos. El 17, la insurrección militar se inició en Melilla y se extendió al conjunto del protectorado de Marruecos. El 18 y 19, el golpe se extendió por la península y los archipiélagos. El golpe triunfó en Galicia, Castilla y León, Navarra, con el general Mola en Pamplona; Andalucía Occidental, con Queipo de Llano en Sevilla, Baleares, excepto Menorca, con el general Goded. En Canarias, Franco, tras asegurar el triunfo del golpe en el archipiélago, se desplazó a Marruecos para ponerse al frente del ejército de África.
Fracasó en Asturias, Cantabria y parte del País Vasco, donde el PNV colaboró con la República. También en Madrid, Cataluña, Levante, Castilla la Mancha, Murcia y la zona oriental de Andalucía. Los fracasos más graves tuvieron lugar en Madrid, donde el presidente Giral entregó armas a las milicias obreras. En Barcelona, donde la colaboración de los obreros de la CNT con la Guardia Civil y la Guardia de Asalto abortó la insurrección. En general, la sublevación no tuvo apenas respaldo popular y se basó en las fuerzas militares insurrectas. La capacidad de movilización obrera y el papel de la Guardia Civil fueron claves para el resultado final del golpe en cada zona del país.
Los militares sublevados ganaron la guerra porque tenían las tropas mejor entrenadas, el poder económico a su favor, estaban más unidos que el bando republicano y los vientos internacionales del nazismo soplaban a su favor. En la larga y cruel dictadura de Franco, reside la gran excepcionalidad de la historia de España del siglo XX. Fue la única dictadura, junto con la de Salazar en Portugal, creada en la Europa de entreguerras que sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial. Muertos Hitler y Mussolini, Franco siguió hasta su muerte en 1975. El lado más oscuro de esa guerra civil europea, de ese tiempo de odios, que acabó en 1945, tuvo larga vida en España. (Golpe de Estado, guerra civil y política de exterminio. Julián Casanova).
No quiero dejar de recordar a mis abuelos fusilados por Franco, tras la liberación de El Alcázar .Vivían en Toledo, en el Callejón de los Niños Hermosos, en la judería toledana. No me consta que fueran rojos peligrosos. No se celebró juicio ni se declaró sentencia de muerte antes del paseo criminal. Oigo las botas contra el empedrado, los gritos y empujones, los culatazos de los fusiles sobre sus espaldas. Veo la cara perpleja y asustada de mi abuela Antonia Arrogante, embarazada, y las caras descompuestas por el odio de los sacadores. Oigo el sonido seco de las descargas de los fusiles y el taac, taac de los tiros de gracia junto a un paredón en la vega del Tajo.
La represión franquista durante la dictadura fue física, económica, política y cultural. La sufrieron los partidarios del bando republicano en la zona sublevada, y durante la posguerra los vencidos; los que eran denunciados como antifranquistas (lo fueran o no); los miembros de organizaciones políticas, sindicales y en general quienes no estaba de acuerdo con el régimen de Franco, quienes manifestaban su oposición y quienes constituían o podían constituir un peligro para el régimen.
Muchas de las víctimas fueron enterradas en fosas comunes repartidas por toda España, fuera de los cementerios y diseminadas por los campos y cunetas, sin que su muerte fuese inscrita en los registros civiles. La dictadura recurrió a lo largo de toda su existencia, a los métodos represivos propios de todo régimen no democrático. Penas de cárcel, sanciones, multas, y violencia física: ajusticiamientos, asesinatos, desapariciones forzosas, y ajusticiamientos, en cumplimiento de sentencias dictadas por tribunales militares. Hay estimaciones que apuntan hasta 400.000 muertos. En cuanto a los cientos de miles de presos internados en campos de concentración franquistas, 192.000 habrían sido fusilados, en muchos casos varios años después del fin de la contienda.
Los tribunales argentinos investigan los delitos de lesa humanidad cometidos durante la guerra y la dictadura. Las desapariciones de personas durante el franquismo se calculan en 140.000 que siguen enterrados en cunetas y fosas comunes. La represión ejercida por el régimen continuó hasta el fin de los días del dictador. Después de tanto sufrimiento, hoy, partidos de la derecha reaccionaria niegan la realidad histórica de lo ocurrido.
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