1. Golpe de Estado impulsado por el propio Estado. Ésta es la manera más sencilla de definir la batería de medidas que el gobierno de Mariano Rajoy, con el apoyo de PSOE y Ciudadanos, hizo públicas este pasado viernes y que someterá a aprobación del senado el próximo día 27. Más que la aplicación del […]
1. Golpe de Estado impulsado por el propio Estado. Ésta es la manera más sencilla de definir la batería de medidas que el gobierno de Mariano Rajoy, con el apoyo de PSOE y Ciudadanos, hizo públicas este pasado viernes y que someterá a aprobación del senado el próximo día 27. Más que la aplicación del incierto artículo 155 lo que Rajoy anunció es la suspensión de facto del autogobierno catalán en su conjunto utilizando el artículo 155 como pretexto legal. La ausencia de precedentes en su implementación, junto al clima de excepcionalidad institucional del momento, permite así al gobierno español tomar decisiones, no sólo autoritarias y anti-democráticas, sino de dudosa constitucionalidad. El poder violenta sus propias normas al amparo de la fuerza y de la creación de una situación excepcional. Activa las válvulas de seguridad de las que dispone para enrocarse en momentos difíciles y cambiar las reglas del juego desde la legitimidad de las antiguas y con la promesa de defenderlas. Bajo un clima de excepción se toman así medidas que en sí mismas suponen la subversión del orden anterior, pero en su propio nombre y legitimidad, con el fin de maniobrar para alterar la dinámica política y social catalana y volver a una nueva normalidad de contornos más favorables al Estado. Ataque frontal a la democracia, en nombre de la democracia y para desembocar en una nueva normalidad democrática donde todo transcurra por cauces aceptables tras haber puesto orden durante un periodo de excepción. Todo ello es, lejos de una anomalía extraña, un ejemplo claro de la naturaleza de la Ley y del Estado capitalista en general (y del régimen político español de 1978 en particular) que desmonta de un plumazo todas las visiones fetichistas y bobaliconas de la ley, la legalidad y las instituciones a las que tanto nos hemos acostumbrado en tiempos de normalidad rutinaria. Sin duda, desde hace semanas asistimos a un cursillo acelerado y práctico de teoría del Estado, que fuerza a una maduración estratégica acelerada de un movimiento cuyo sentido común evitó toda visión de choque con el Estado en favor de una placentera desconexión 1/.
2. La corta aventura del nuevo PSOE. El vuelo del nuevo Pedro Sánchez ha sido corto. Muy corto. En duración y alcance. Su victoria en las elecciones primarias del PSOE el pasado mes de mayo contra todo el aparato del partido y el poder mediático y financiero fue, sin duda, un hito sin precedentes. Aunque su triunfo expresó una importante dinámica de fondo muy real, una rebelión por debajo que mostraba la magnitud de la crisis sin precedentes del partido, Sánchez fue siempre un impostor que se reinventó en paladín de los intereses de las bases del partido y en cruzado de los valores de la izquierda para encauzar oportunistamente el malestar interno en la organización y recuperar la secretaría general. El nuevo equipo de Sánchez nunca tuvo un proyecto sólido de ruptura con el social-liberalismo, pero sí gozaba de una autonomía relativa respecto al poder económico y mediático y al aparato del Estado que le permitía orientarse hacia una futura alianza con Podemos, confiando que su giro discursivo a la izquierda además iría reduciendo el espacio de la formación de Pablo Iglesias 2/. Ante la crisis catalana, sin embargo, Sánchez se plegó a la «razón de Estado». A la razón de Estado de mentalidad cortoplacista e inmediatista que encarna la elite político-financiera española en general, y su fracción más derechista en particular, incapaz de pensar un proyecto de Estado viable. Una «razón de Estado» que sólo sabe afrontar la crisis catalana de manera autoritaria y utilizarla como factor de cohesión política temporal para solidificar los agrietados pilares del régimen político, sin abordar ninguna de las causas que lo han debilitado ni diseñar siquiera una lampedusiana autoreforma desde arriba. El PSOE se ha encadenado a un bloque reaccionario de manera subalterna, sin poder controlarlo. Quizá así Sánchez se haya librado de la presión mediática y financiera que hubiera padecido en caso de mostrar el menor titubeo, pero su tranquilidad a corto plazo puede convertirse en un problema a la larga. Actuar de hombre de Estado cuando no se dirige ni el proceso, ni los tempos, ni nada de nada, no suele dar excesivos réditos, y competir con la derecha en la política de mano dura, tampoco.
3. La soledad democrática de Podemos. Ante el cierre absoluto de filas del bloque PP-PSOE-Ciudadanos, de todo los poderes del Estado con el Rey al frente, del poder financiero y de los principales conglomerados mediáticos, Unidos Podemos navega a contra-corriente encarnando en solitario una posición democrática. Sin duda limitada y no exenta de contradicciones y errores (en particular la tibieza mostrada ante el 1 de Octubre), la política de Podemos representa al menos una digna y remarcable excepción democrática. La dinámica interna del partido muestra, sin embargo, un dato a tener en cuenta: sus estructuras intermedias, regionales y locales (excepto la dirección catalana), parecen resistir peor la presión del contexto y adaptarse más al españolismo dominante que el núcleo central de dirección, con Pablo Iglesias al frente. Ello es la enésima muestra del fracaso del modelo organizativo y político de la formación morada. Fracaso organizativo porque el verticalismo, centralismo y autoritarismo desanimó desde el comienzo a muchos de los mejores cuadros, silenció a voces críticas y aupó en las estructuras locales y regionales a oportunistas sin principios ni cualidades más allá de su lealtad a la dirección central. Fracaso del modelo político porque el tacticismo electoralista y la centralidad de la comunicación política relegó los principios programáticos y desatendió a la formación de cuadros, excepto en cuestiones técnicas o comunicativas. Ni la militancia ni los cargos intermedios recibieron apenas educación política sobre la cuestión nacional ni su relación con la crisis de régimen, más allá de las proclamas genéricas sobre la apuesta por un Estado plurinacional, muy poco concretada ni insertada en tradición histórica y teórica alguna. Al tensarse la situación y precipitarse la crisis catalana muchos dirigentes intermedios y bases del partido se encontraron desarmados políticamente y con dificultades para seguir la línea o para defenderla activamente hacia afuera. La superficialidad de la política electoral-comunicativa, aunque ejecutada con valentía por arriba, choca así con las complejidades de la política real.
4. Implicaciones. Es imposible hacer un pronóstico serio sobre cuál será el desenlace del Octubre catalán, pero sí que puede afirmarse que, pase lo que pase, su impacto irá más allá de Catalunya. Lo cierto es que el ataque contra las instituciones catalanas anunciado por Rajoy constituye una escalada represiva sin precedentes. Si el Estado español sale victorioso ello tendrá, sin duda, implicaciones para el modelo político del conjunto del Estado español y, de manera más indirecta, de los demás países europeos. Su triunfo habrá ampliado el campo de lo posible para el poder, de lo oficialmente tolerable en el contexto Europeo, de lo que puede hacerse en momentos límite. Marcará el camino para la nueva vuelta de tuerca autoritaria de los días del futuro y facilitará aún más la implosión de los mecanismos democráticos institucionales que saltaron por los aires por todo el continente, y en particular en su periferia Mediterránea, con la llegada de la crisis. Si el «Octubre catalán» se resuelve por la vía represiva y autoritaria otras crisis políticas, sean de la naturaleza que sean, se despacharán de la misma forma.
5. En la dimensión desconocida. En clave catalana los desafíos del momento están claros. Primero, tener una agenda propia en positivo más allá de la defensa de las instituciones catalanas, que debería concretarse en torno a los objetivos de República Catalana y proceso constituyente catalán. Segundo, mantener unido el bloque que hizo posible el 1 y el 3 de octubre, que incluye al movimiento independentista y a un sector más amplio democrático y rupturista y, si es posible, ampliarlo a Catalunya en Comú que tendrá que decidir si sigue participando solamente en la lucha anti-represiva y democrática o si intenta definir e impulsar una hoja de ruta constituyente. Tercero, reforzar un bloque rupturista no procesista que tenga a la vez una política unitaria hacia el gobierno catalán, la Assemblea Nacional Catalana (ANC) y Omnium, y una política de presión y desborde desde abajo 3/.
Unidad y firmeza en los objetivos. Dos desafíos cruciales para transitar por un terreno tan incierto como inaudito. Estamos entrando en la dimensión desconocida.
Notas:
1/ Sobre los límites estratégicos de la hipótesis de la desconexión ver: Antentas, Josep Maria (2017). «Días decisivos», 25 de Septiembre. Disponible en: http://vientosur.info/spip.php?article13036.
2/ Para un análisis más detallado del significado de la victoria de Sánchez: Antentas, Josep Maria (2017). «Resurrecciones e imposturas de Pedro Sánchez», Público.es 22 de Mayo. Disponible en: http://blogs.publico.es/tiempo-roto/2017/05/22/resurrecciones-e-imposturas-de-pedro-sanchez/
3/ Desarrollo más estas cuestiones en: Antentas, Josep Maria (2017). «Tribulaciones del Octubre catalán» 15 de octubre. Disponible en: http://vientosur.info/spip.php?article13108
Josep Maria Antentas, profesor de Sociología de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), fora parte del Consejo Asesor de Viento Sur