El presidente Gustavo Petro planteó que la gran mayoría de las migraciones africanas, asiáticas y latinoamericanas son consecuencia de la crisis ambiental, cambio climático o calentamiento global. Lo hizo en la Conferencia Iberoamericana el pasado 25 de marzo en República Dominicana.
Es cierto, pero la verdadera causa (o la más profunda) es la crisis del capitalismo que se expresa a todo nivel. Vivimos crisis económicas y financieras repetidas en poco tiempo, sufrimos un trance geopolítico con guerra y amenaza nuclear (Ucrania-Rusia), la crisis energética y alimentaria es evidente, los Estados nacionales han sido subordinados por fuerzas supranacionales (bancos, empresas Big Data, mafias) y proliferan las economías ilegales y criminales que imponen su dinámica.
Los teóricos de la globalización neoliberal con ocasión de la caída de la URSS y del “bloque socialista” (1989) habían generado la ilusión de un desarrollo pleno del capitalismo, el crecimiento ilimitado y la felicidad total que resolvería los problemas de pobreza y desigualdad. Empero, lo que existe entre la humanidad hoy, 30 años después, es una profunda desesperanza e incertidumbre.
Dicho sentimiento se expresa a nivel global. Protestas por todas partes incluyendo Europa, USA, China e India; pandemias, nuevas enfermedades y adicciones; renuncias masivas a empleos; migraciones descontroladas nunca vistas; suicidios a granel entre jóvenes; negación a procrear, y muchas otras formas de reacción negativa. Le llamo “desesperanza sistémica y existencial”.
La naturaleza de las migraciones lo reflejan todo. Los migrantes reflejan esa desesperanza a un nivel enorme y aterrador. En siglos anteriores la mayoría de los migrantes manifestaban un alto margen de ilusión y esperanza. Tenían en mente encontrar “un mundo mejor”, que algunos llamaban el Nuevo Mundo. Era “el sueño americano” que hoy no existe porque es una pesadilla.
En las migraciones de hoy existe un fuerte componente de negación y pesimismo, de desesperanza profunda, de muerte latente y presente. Al tener que superar colosales obstáculos en el camino y en las fronteras, se puede decir que son verdaderos “suicidios colectivos”. Es terrible y es real. Las mafias de la trata de personas los roban y los gobiernos los rechazan, discriminan y segregan.
Pero, eso en parte es positivo. Frente a un sistema capitalista que está en medio de una crisis multidimensional y sistémica, la desesperanza es un sentimiento que puede llevar a los humanos a buscar salidas radicales y efectivamente “antisistémicas” y “pos-capitalistas”. “A grandes problemas, grandes remedios” reza el dicho popular.
Por ello, pienso que la aparición de Gustavo Petro es resultado de todos estos fenómenos. Es el primer Presidente de un país que –por lo menos en el discurso– se plantea estos problemas y trata de iniciar un nuevo camino. No niega los problemas y los expone con crudeza sorprendente. Pareciera ser es el resultado de “No hay mal que por bien no venga”.
Sabemos que ni el capitalismo ni el cambio climático van a ser superados en un solo país o región, y que tampoco será de un momento a otro. Es un problema global, grave y sistémico. Y por ello, Petro, a pesar de todos los problemas que tiene en Colombia, no descuida el frente latinoamericano e internacional para impulsar su visión de cambio. Todo en “defensa de la vida”.
Pero lo más interesante es que Petro hace propuestas concretas y factibles para enfrentar el problema. Entre ellas destacamos las que reiteradamente ha venido planteando ante los gobernantes del mundo y de la región, y ante organismos internacionales. Veamos:
Exigir la paz en el mundo sin alinearse con ninguna potencia y construirla en Colombia;
Integración latinoamericana alrededor de las energías limpias para uso propio y de los países productores y contaminantes de CO2 (USA y Canadá), mediante la interconexión eléctrica continental;
Contribución global para salvar la selva amazónica y una nueva política anti-drogas coherente con ese objetivo;
Colaboración entre Venezuela y Colombia para convertir la altillanura del Orinoco en una amplia y rica región productora de alimentos para nuestros países y el mundo.
Mucha gente en Colombia, incluso cercanos al Pacto Histórico, plantean que Petro debe concentrarse y “focalizarse” en los problemas internos de nuestro país. No lo creo. Por ejemplo, Petro ya está comprometido con organizar una conferencia internacional en Bogotá para ayudar a Venezuela a resolver sus problemas políticos y a superar el bloqueo estadounidense.
Es un problema difícil y hay muchos intereses encontrados. Pero, es posible y necesario. Si se consigue avanzar, ello contribuirá enormemente a Colombia y a la región. Si Venezuela logra reactivar su economía y se suspende el bloqueo “gringo”, ello será algo trascendental para los colombianos y venezolanos. Es la única manera de detener la diáspora de nuestros vecinos.
Tal parece que Petro, siendo que se autodefine como un “liberal del siglo XXI”, puede –en este contexto– no sólo ser superior a un “comunista del siglo XIX” y a un “socialista del siglo XX”, sino que puede avanzar, sin tanta retórica, hacia dinámicas “pos-capitalistas”, en donde el pragmatismo reformista contribuya para que las sociedades avancen por caminos revolucionarios.
Nota sobre los problemas actuales en Colombia
En cuanto a los problemas internos acumulados y agudos que se viven en este momento en Colombia, vale la pena precisar algo. Pareciera haber faltado estrategia. Petro no tenía por qué gastar tan pronto su capital político en las “reformas sociales” (salud, pensiones, laboral). Sabíamos que no se tenía la suficiente fuerza social, política y electoral para aprobarlas en el Congreso en forma integral y que ese ejercicio podría ser desgastador y algo inútil (mucho fetichismo legalista).
Además, sospechábamos que los “aliados de los partidos tradicionales” (en representación de la oligarquía financiera) no sólo podrían “peluquear” las reformas sino quitarles su “filo” transformador. Parece que se les permitió, por tanto, debilitar al gobierno progresista en ese ejercicio, obtener ventajas frente a las elecciones locales y regionales, y mostrarnos –sin necesidad– como políticos más dispuestos al acuerdo “por debajo de la mesa” que a la confrontación directa.
Todo lleva a enseñarnos que la tarea central, después de haber aprobado la reforma tributaria y el Plan Nacional de Desarrollo, tendría que haber sido ampliar la base social y política con base en realizaciones prácticas y concretas dirigidas a otros sectores que no apoyaron al Pacto Histórico. Ello, con el fin de crear condiciones para ganar alcaldías y gobernaciones en octubre de 2023. Luego, en 2024, impulsar las “reformas sociales” con una base de apoyo mucho más amplia y fortalecida.
Claro, todo ello no era fácil preverlo con detalle. Pero, allí está el problema vivo, hay que afrontarlo y resolverlo. Todavía se puede rectificar.
Caso aparte son las críticas de otros sectores que pretenden que Petro se enfrente con el gobierno de los EE.UU., que rechace los apoyos del FMI, que intente una reforma constitucional para “redefinir el papel del Banco de la República” o que impulse una asamblea constituyente para hacer la “reforma política”. Realmente no sabemos qué cálculos hacen esos críticos o donde están parados.
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