Tal como señalé en un artículo del 10 de enero del presente, de vez en cuando es aconsejable aparcar la reflexión y el análisis para limitarnos a describir con meridiana claridad los hechos y las situaciones que se van sucediendo día a día, arrastrando a sociedades como esta nuestra hacia la pobreza, la desigualdad, el […]
Tal como señalé en un artículo del 10 de enero del presente, de vez en cuando es aconsejable aparcar la reflexión y el análisis para limitarnos a describir con meridiana claridad los hechos y las situaciones que se van sucediendo día a día, arrastrando a sociedades como esta nuestra hacia la pobreza, la desigualdad, el desconcierto, la impotencia y la desesperación. A todo esto, la indiferencia sigue siendo el refugio de aquellos y aquellas a los que la desgracia no les ha alcanzado aún.
1. Según los datos que proporcionan los organismos oficiales, el número de parados en España supera los seis millones, y el de la Eurozona supera los veintiséis. Y la tendencia es que esas cifras sigan aumentando. A ello hay que añadir la precariedad y los bajos salarios de quienes aún mantiene su puesto de trabajo. Si el final de la crisis se refiere a la consecución del pleno empleo, a la estabilidad laboral y a un salario digno, podemos decir, sin ningún tipo de dudas, que esto que llaman crisis económica, no tendrá nunca final en el marco del actual modelo económico, político y social.
Axioma nº 1: El actual sistema nunca será capaz de proporcionar trabajo a los millones de parados que existen, ni a los que cada día van engrosando esa tremenda relación.
2. Los políticos y los «expertos», de una manera atrevida e insolente, nos anuncian la salida de la crisis sin ningún tipo de firmeza, aplazando ese final cada vez que les viene en gana, sin aportar la mínima información de cómo será la recuperación, ni de la activación de los factores que deberían intervenir para que esto ocurriera. El deseo social de que esto se arregle permite que estas incoherentes noticias calen en la mayoría de los ciudadanos y ciudadanas.
Axioma nº 2: Los políticos se blindan de cara al pueblo, se refugian en el acto electoral de cada cuatro años, los intereses comunes se la traen al pairo, y su único objetivo es vivir cómodamente y seguir viviendo como clase privilegiada, integrándose, en muchos casos, en esa práctica corrupta que se ha hecho endémica en este país nuestro.
3. Los medios de comunicación, radio y TV, cubren gran parte de su programación con eso que llaman tertulias, convertidas en un tipo más de reality. Son una panda de elementos muy bien elegidos que rotan y saltan de cadena en cadena acumulando un sueldo astronómico, en relación a los miles de profesionales de la información infrapagados e infravalorados, obteniendo estas ganancias a cambio del sucio papel que desempeñan.
Axioma nº 3: Los medios de comunicación, sometiendo a la población a un permanente «lavado de cerebro», son (todos) la barrera de contención del poder real y de los políticos, añadiéndose ellos mismos a ese sector de clases privilegiadas.
4. La desigualdad se hace cada día más patente, internándose en todas y cada una de las diferentes capas sociales. Las grandes fortunas crecen en número y cantidad: las diferencias son cada vez mayores entre los muy ricos y los pobres (desigualdad con mayúsculas). Por si eso fuera poco, a diferencia de otros tiempos, la clase trabajadora está totalmente desestructurada: existen enormes diferencias entre personas con el mismo nivel formativo, experiencia laboral, edad, etc. (desigualdad con minúsculas). En una breve taxonomía encontramos asalariados bien retribuidos en trabajos acorde con su perfil, subempleados con salarios de miseria, empleados y empleadas eventuales con bajos salarios, precarios o parados. Además, la lista de excluidos se alarga día tras día. En ella se encuentran los que jamás podrán tener acceso a un empleo por muy miserable que este sea.
Axioma nº 4 (a modo de corolario del axioma nº 1): El actual sistema, o aquello en lo parece desembocar, nunca tendrá capacidad para eliminar o reducir la desigualdad.
Axioma nº 5: La pobreza crece sin parar, afectando a amplias capas sociales. Entre ellas se encuentra un buena parte de la juventud lo que genera una especie de espiral que va ahogando al propio sistema.
5. La desigualdad, el paro, la precariedad, el justificado desprecio por la política actual y por los políticos son el origen de la aparición de un sin fin de organizaciones y «movimientos sociales». Cada día nos encontramos con alguno nuevo. Los medios de comunicación no tienen ningún reparo en hacerse eco de ellos, de sus protagonistas y de sus actividades, lo que demuestra que no suponen ningún peligro para el sistema, dado que los mass media, tal como hemos señalado, son uno de los principales instrumentos de defensa de los poderosos.
Axioma nº 6: Las acciones de estos grupos no dañan al sistema. Al no conseguir logros, los movimientos se van diluyendo como azucarillos en un vaso de agua (el último llamamiento del 15M, al que acudieron unas 200 personas, parece una prueba evidente).
6. La respuesta a la actual situación tal vez la encontremos en el poder omnímodo del sistema que ha ido conformando y configurando el estado intelectual y emocional de una sociedad que, poco a poco, ha ido perdiendo aquellos valores que, en otros tiempos, nos hacían más humanos, y, en gran medida, el interés por la superación intelectual.
El dinero se ha convertido en el valor único, y tras él se esconde la codicia. A ella le acompañan la ambición, la envidia, la admiración hacia los que más tienen y el egoísmo, de tal manera que todo ello es asumido sin reparos por amplias mayorías de la sociedad. Por lo tanto, los grandes problemas materiales que nos aquejan no se resolverán de la noche a la mañana.
Axioma nº 7: Mientras la sociedad no se escandalice por la barbaridad que supone el que algunos guarden grandes fortunas en paraísos fiscales, por los enormes ingresos de deportistas, «estrellas» de radio y TV, por los salarios de los gestores de entidades bancarias y por sus jubilaciones (la última 88 millones de Euros). Mientras no produzca una repugnancia generalizada saber que los corruptos acumulan tanto dinero, mientras todo esto no provoque, al menos, una revolución interna en todos y cada uno de los que formamos esta sociedad, poco podemos esperar.
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