Traducido para Rebelión por Daniel Escribano
Tiene mala suerte Ibarretxe con la tortura. Cada vez que tiene que encontrarse con el rey de España sucede algún caso de tortura. Así fue en 2003, cuando ocurrieron las torturas a los responsables de Egunkaria (entonces el rey de España estaba de visita en el País Vasco) y así ha sucedido esta semana. Cuando el caso de las torturas a Igor Portu y Mattin Sarasola está caliente, Ibarretxe irá a la cena de cumpleaños del rey de España.
Y así sucederá también en adelante, mientras las instituciones públicas del País Vasco no adopten otra postura ante la tortura. Eso hay que entender, al menos, después de la rueda de prensa ofrecida esta semana por la portavoz del Gobierno vasco. Debe aclararse lo ocurrido, pero, al parecer, no hace falta acabar con la tortura. Prudencia, la prudencia que gusta a la Guardia Civil.
Es lógico que los primeros días después de lo ocurrido todos andemos buscando y encontrando, como si fuéramos detectives, los agujeros de la versión oficial. El ministro del Interior español, Rubalcaba, ha animado a mucha gente a esa actividad, porque la versión oficial está llena de agujeros. Pero quienes no somos profesionales en eso (es decir, quienes no somos abogados, médicos, etc.) no deberíamos pasar más tiempo en ese esfuerzo. Haríamos mejor si invirtiéramos el tiempo en pensar cómo acabar de una vez con la tortura; he ahí la clave.
Yo no soy partidario de atribuir todos los males de este país al PNV o al Gobierno vasco, aunque últimamente sea éste un criterio que se haya puesto de moda. Pero no albergo dudas de que mientras las instituciones del País Vasco y sobre todo ─por la fuerza que tiene─ el Gobierno vasco no adopten un comportamiento más firme, se seguirá torturando a ciudadanos vascos.
El Gobierno vasco deberá decidir de una vez qué hace con la tortura. O reconoce que existe y que es estructural y adopta las medidas políticas necesarias o niega su existencia y no hace nada.
En el primer caso ─se tortura y es estructural─, deberá adoptar una decisión política firme; deberá interrumpir las relaciones administrativas (de cualquier tipo) con una administración que legitima la tortura. Más aún, no celebrará más reuniones operativas con responsables de cuerpos policiales que torturan, ni reuniones de trabajo ni reuniones protocolarias, porque sería imposible admitir un día que se tortura y el siguiente celebrar una reunión con los responsables operativos de los que torturan. Eso es un escándalo para quien se llame a sí mismo demócrata y para un gobierno que niega a otros el carácter de demócrata.
Esa primera opción es incómoda, la verán mal en los centros de decisión de Madrid y muchos la criticarán en los editoriales de los medios de comunicación importantes. Pero es también valiente, comprometida, precursora. Y no debería ser difícil para quienes acuden anualmente a manifestaciones gandhianas. Eso y mucho más hizo Gandhi por su país.
En la segunda opción (no hay tortura), el Gobierno vasco no tiene que hacer nada que no haya hecho hasta ahora. Si alguien denuncias torturas, mirar hacia otro lado, hacer como si nada. Sólo en los casos en que pasa algo grave, inevitable, demasiado evidente, pedir que se esclarezca y punto. Es una opción cómoda, equilibrada, que aplaudirán y premiarán en los centros de decisión de Madrid (no miren las declaraciones de los primeros días, ya que suelen ser de atrezzo). Esta postura no obligará a pedir en las siguientes reuniones de coordinación que celebren con los responsables policiales que no haya más tortura.
Propongo un ejercicio fácil. ¿Cuántos ertzainas tiene el Gobierno vasco dedicados a, por ejemplo, investigar los ataques callejeros? Muchos, seguramente. ¿Y cuántos a investigar los casos de tortura? Ni uno. ¿Por qué, empero? ¿No es la tortura un delito que merece la atención del Gobierno vasco? No vale decir ahora que se tortura en Madrid, porque cuando se torturaba en Intxaurrondo no lo investigaron. La policía del Gobierno vasco no ha detenido ni a un solo torturador en 25 años. La tortura debe de ser, seguramente, el único delito que no ha investigado esta policía.
No puede saberse dónde, cuándo, por quién y contra quién sucederán los ataques callejeros. Sí, en cambio, dónde, por quién, cuándo y contra quién habrá tortura. Con todo, ha habido centenares de detenidos con la imputación de ataques callejeros; ni uno por tortura. Es significativo, se mire por donde se mire.
* Martxelo Otamendi es el director del diario Berria.