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Hace falta Podemos

Fuentes: Rebelión

Si alguna palabra resume la acción política de Podemos en los últimos tiempos y, como consecuencia, el sentimiento de sus simpatizantes, esa es, desilusión.

Una desilusión que se ha visto reflejada en las recientes elecciones de Euskadi y Galicia, donde buena parte de quienes votaron a Podemos hace cuatro años, le han dado la espalda. Pasar en Euskadi de 157.334 votos obtenidos en las elecciones de 2016, a los 71.759 del 12 de julio, supone haber perdido 85.175 votos. Peor aún es lo de Galicia donde las mareas divididas se han quedado con cero escaños cada una. Es la versión gallega de la Vida de Brian.

Según voces de Elkarrekin Podemos, la abstención y la desmovilización de los jóvenes explican buena parte de lo sucedido. Es un factor sin duda, pero no lo explica todo. Más bien un electorado con la ilusión política como motor, hubiera vencido a la abstención. Y lo mismo cabe decir de los jóvenes. También se nos recuerda la sucia campaña que sufre Unidas Podemos, liderada por algunos medios de comunicación. Otra explicación centra su atención en que la candidata no es conocida, cuando en el caso de Elkarrekin y Unidas Podemos mucha gente no vota tanto a la candidatura como al espacio político que representa. También se reconoce que las disputas internas han perjudicado y esto si significa una valiosa autocrítica.

Sin negar la influencia de los factores que se citan, este tipo de explicaciones se quedan en la superficie y demuestran una tendencia a diagnosticar el fracaso electoral de una manera fácil. En realidad, es como que algo se ha roto y es muy difícil pegarlo. Y, ¿qué es lo que se ha roto? La ilusión política, la esperanza que un día despertó Podemos. Lo que es mucho más que tal o cual factor externo o interno.

¿Por qué no asumir una mejor explicación holística que es aquella que reflexiona y saca conclusiones de la corta historia de Podemos, desde enero de 2014 hasta hoy? Vean. Lo que empezó siendo una fuerza política novedosa y valiente; capaz de llamar casta a las elites del PSOE y del Partido Popular; crítica del régimen del 78; partidaria de la transversalidad; impulsora de una participación de sus bases…Este Podemos que dio esperanza a millones de votantes, que acercó a miles de jóvenes a la política, se ha mutado en otro que aparece como un partido más, envejecido antes de tiempo, vertical, incapaz de unir la pluralidad interna que escenifica una y otra vez huidas y depuraciones y una permanente lucha interna por poderes dentro del partico. En enero de 2014, con toda la ambición y con toda la energía de quien pretende comerse el mundo Podemos dijo nacer para ganar. Hoy, ha desaparecido en Galicia y ha sufrido una severa derrota en Euskadi, como consecuencia de su alejamiento real y comprobable de todo aquello que representaba el 15-M.

La mutación de Unidas Podemos ha vaciado de ilusión el espíritu de mucha gente. La ilusión política es un intangible, poderoso y deseado. Una vitamina para la reacción social. Un estimulante para la confianza. La ilusión política expresaba la recuperación de la democracia y por lo tanto de la voz de las mayorías. Cuando esta ilusión política se ha hecho ausente, surge la melancolía, el pesimismo, la duda, la desmovilización. ¿Votar para qué?

El problema no es por consiguiente un determinado aspecto de la campaña electoral, ni siquiera su conversión en partido político, algo a mi juicio necesario, pues el asambleísmo permanente es insostenible. El problema es su pérdida de identidad cada vez más confusa y homologable a cualquier otro partido. Sus líos internos que perpetúan una mala imagen y transmiten desconfianza. Y, sobre todo, la pérdida de la frescura del discurso político con que se estrenó.

Así es como la ruta que lleva actualmente Unidas Podemos es la de representar una Izquierda Unida bis, no a una fuerza alternativa, inédita, exponente de una irritación social y política. En sus dos primeros años supo percibir la crisis de legitimidad del mundo político, lo que le llevó a extender admiraciones e ilusiones. Para mucha gente, todo esto lo ha venido perdiendo. Su confesión pública de que surgía para llegar a gobernar, más allá de que pudo sonar a exagerado y a cierta inocencia, entre sus simpatizantes, despertó entusiasmo y la creencia en otro mundo posible. El Unidas Podemos de ahora, como el Elkarrekin Podemos, son una fuerza venida a menos, no tan sólo en el apartado electoral, sino que también en lo que tuvo de fuerza insólita, atrevida, promesa de futuras victorias. Y esto es algo que no se arregla restañando heridas solamente.

Todo el cambio producido en Podemos no se ha sabido manejar con serenidad y manteniendo la promesa de la unidad. Por el contrario, el proceso ha ido dejando por el camino a una gran cantidad de fugas de las que en muchos casos también son responsables los que se fueron. De la dirección surgida en enero de 2014 no queda casi nadie. Rafa Mayoral y Auxiliadora Honorato, han sobrevivido como leales a Pablo Iglesias e Irene Montero. Pero, ¿dónde están Iñigo Errejón, Ramón Espinar, Carolina Bescansa, Teresa Rodríguez, Miguel Urban, Luis Alegre, Tania González, Sergio Pascual, y tantos otros y otras.

Lo cierto es que militantes, simpatizantes y votantes de Podemos, comparten la idea y el sentimiento de que algo mal se ha hecho desde Vistalegre II: las fugas de hombres y mujeres valiosas de Unidas Podemos ha sido un factor que le ha castigado con magros resultados electorales que, además de un golpe emocional, alimentan la duda acerca del propio proyecto. ¿Es posible volver a empezar? ¿Es viable recuperar la unidad perdida? Complicado. Hay demasiadas heridas y demasiada ceguera. También hay poca altura de miras. La mediocridad se ha apoderado de mentes brillantes que ahora se comportan como políticos vulgares. Mediocridad que tiene que ver con el agotamiento de una manera de mirar la realidad y entender las soluciones ante la adversidad que representan sus encarnizados enemigos. El coraje se ha adaptado a la realidad que en todo momento ha lanzado el mensaje de “no se puede”.

Y, sin embargo, hay que volver al 15-M. No para intentar su continuidad bajo el mismo formato. No por y para idealizar lo que fue. Hay que volver para iniciar una regeneración. Así de claro. Para volver a empezar. Y hacerlo sin señalamientos, sin sectarismo, sin vetos, sin descalificaciones. Hay que hacerlo para recuperar su esencia, respirar su frescura e incluso su pureza moral. Y al hacerlo sería conveniente que algunos liderazgos se den así mismos por amortizados y dejen espacios a otras personas talentosas, insufladas por la idea de la unidad de las izquierdas alternativas.

Unidas y Elkarrekin Podemos deben hacer este esfuerzo de recomenzar. La sociedad con su pluralidad, lo necesita para no volver atrás al turnismo hegemónico y, sobre todo, para conectar con nuevos paradigmas de justicia social y de libertades. Y, a pesar de que mucha gente de por muerta a Unidas Podemos, no lo está. Y mejor que no lo esté por la cuenta que nos trae, incluso para las izquierdas que erróneamente desean ver pasar su cadáver enfrente de su portal.