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Hacer caja: el lema de nuestra nueva Universidad

Fuentes: Rebelión

Lunes por la mañana. Cuando entro por la puerta de la Facultad para ir a dar clase, tengo que sortear infinidad de mupis publicitarios que han invadido, como las flores en primavera, los espacios públicos de nuestra Universidad. Letreros luminosos que anuncian las excelencias de diversas entidades bancarias, expositores publicitarios de los más diversos productos, […]

Lunes por la mañana. Cuando entro por la puerta de la Facultad para ir a dar clase, tengo que sortear infinidad de mupis publicitarios que han invadido, como las flores en primavera, los espacios públicos de nuestra Universidad. Letreros luminosos que anuncian las excelencias de diversas entidades bancarias, expositores publicitarios de los más diversos productos, se convierten en una suerte de carrera de obstáculos que tengo que salvar para poder llegar a las aulas. Y como yo, todos los estudiantes se ven sometidos a esta sobreestimulación mañanera que les inunda y les indica ya cuáles son los nuevos valores de la nueva Universidad estilo Bolonia.

Lunes por la tarde. Voy a la biblioteca central de la Universidad para recoger un libro. Cuando saco el carnet que me identifica como miembro de la comunidad universitaria, vuelvo a ser consciente, una vez más, que es una tarjeta de una entidad bancaria. Sí, de esas instituciones asociadas a la especulación financiera que nos ha arrastrado a esta crisis, de esas entidades acostumbradas a cerrar el grifo de los préstamos a las pequeñas y medianas empresas y a los particulares en plena crisis, mientras da suculentas indemnizaciones, prejubilaciones y créditos a sus directivos. Por muchas veces que hayamos protestado al rectorado sobre esta situación, exigiendo que tengamos un documento de identificación universitario no ligado a entidades privadas empresariales o bancarias, que pone en duda, y no sólo simbólicamente, nuestra credibilidad científica y nuestra universalidad académica, la única contestación que hemos obtenido es «no hay alternativa», el mismo mantra que utilizó la baronesa Margaret Thatcher para consolidar el pensamiento neoliberal en los años 80.

Martes por la mañana. En la reunión de departamento tenemos que asignar el profesorado responsable para el nuevo plan docente de cara al curso 2012-2013. Pero nos es imposible porque no sabemos qué profesorado estará el próximo curso. Nuestra Universidad, no como otras, echa al profesorado asociado en junio y contrata nuevo profesorado cada año el primer día que comienzan las clases en septiembre. De esta forma no les paga durante el período de vacaciones, un derecho que la clase trabajadora consiguió hace muchos años mediante luchas laborales y sindicales. De esta forma nuestra Universidad se convierte en adalid de la precarización, el desempleo y las malas prácticas empresariales. Lógicamente quien viene sufriendo las consecuencias de estas malas prácticas son los estudiantes que se encuentran en septiembre con exámenes puestos por otros profesores y profesoras que no han impartido las materias, con profesorado que cuando firma el contrato le asignan las materias que tiene que dar ese día sin ningún tipo de preparación previa, etc.

Martes por la tarde. Nos anuncian en Junta de Facultad que, con Bolonia y los nuevos Grados, quienes hicieron una carrera de las antiguas, si quieren pasar a tener la titulación actual de Grado, tienen que hacer un Curso de Adaptación al Grado. Nos explican que desde la Facultad se propuso hacerlo integrando dicho curso dentro de la docencia habitual, pero que desde el Rectorado lo han impedido. Han decidido encargárselo a una empresa y pagarlo al profesorado como «horas extras», evitando la creación de nuevo empleo. Eso sí hace caja. Además se vuelve a cobrar el 25% de la matrícula de las asignaturas que el alumnado ya pagó y aprobó en su momento, y que ahora se le «convalidan». No se le da docencia, sólo se le cobra. Parece que este sí es un «buen negocio».

Miércoles por la mañana. Llego al edificio del Centro TIC de la Universidad para impartir una clase. Pero no está el conserje y nos encontramos esperando casi cien personas para empezar las clases. Me recuerdan que ya no hay conserje, que el servicio lo privatizó la Universidad y que ahora lo hace «uno de seguridad» de una empresa privada y que lo mismo se ha hecho con buena parte de los servicios de la Universidad. Cuando llega, nos explica que no da abasto a todo, que además le mandan hacer fotocopias, que tiene que hacer otras cosas y que le es imposible duplicarse. Ya hemos perdido más de 20 minutos. Ante las reclamaciones que se hacen al Gerente sobre las condiciones laborales y las consecuencias para la docencia que conlleva la privatización de este servicio, la única contestación es «no hay alternativa», porque así nos sale más barato. El criterio que rige ahora la Universidad es el económico. Aunque, desde ese criterios, más barato sería reducir el sueldo al Gerente y destinarlo a mejorar los servicios de la Universidad.

Miércoles por la tarde. Un alumno me comenta en tutoría que ha pedido una beca Erasmus, pero que la Universidad le exige para poder optar a ella pagar 35 euros en un examen de inglés. Un examen mediante un sistema informático. Se indigna de que ahora haya que pagar aparte los exámenes. Que ya le han anunciado que con la Estrategia 2015 que ahora llega, van a duplicar las segundas matrículas. Me dice que si ahora la segunda matrícula vale sobre 85 euros, va a pasar a 500 euros y la tercera de 120 a unos 1.000 euros. Me espeta que está trabajando para poder pagarse los estudios, y me pregunta si mi Universidad lo único que sabe hacer es «cobrar por todo, hasta por respirar». No se me ocurre nada que decirle. Porque pienso que no sólo se está convirtiendo en una empresa que hace caja por todo, sino que paga cada vez más precariamente a su profesorado, privatiza la propia Universidad y cada vez se hipoteca más en manos de financiación privada, que impone sus logotipos y promueve cátedras que responde a los intereses de quienes las patrocinan.

Todavía vamos a mitad de semana y me temo que esto empeore. Me pregunto si no es aplicable a nuestra Universidad lo que Howard Zinn decía: «Nuestro problema es la obediencia. Nuestro problema es que multitud de personas en todo el mundo ha obedecido los dictados de los líderes de sus gobiernos y nos hemos convertido en gente obediente ante la pobreza y el hambre, ante el espolio y la privatización de nuestros bienes públicos, ante la estupidez, la guerra y la crueldad. Nuestro problema es que la gente es obediente mientras las cárceles están llenas de ladronzuelos y los grandes ladrones rigen los países. Éste es nuestro problema». ¿Hasta cuándo?

Enrique Javier Díez Gutiérrez es profesor de la Universidad de León.