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Hacer historia

Fuentes: Rebelión

Serrat hizo celebre los versos de Antonio Machado «Caminante no hay camino, se hace camino al andar». Últimamente pienso con frecuencia en la historia; especialmente en el terrible siglo XX que me tocó vivir. A su final, se habló mucho de una nueva era, aunque fuimos pocos los que nos lo creímos porque con el […]

Serrat hizo celebre los versos de Antonio Machado «Caminante no hay camino, se hace camino al andar».

Últimamente pienso con frecuencia en la historia; especialmente en el terrible siglo XX que me tocó vivir. A su final, se habló mucho de una nueva era, aunque fuimos pocos los que nos lo creímos porque con el pasado siglo no se iba también su mas peligroso inquilino: el capitalismo, que dio origen a dos guerras mundiales con millones de muertos, a un holocausto; que puso de manifiesto que el ser humano es capaz de las mayores atrocidades, que su crueldad no tiene limite y su maldad tampoco; capaz de mentir, robar, matar, de acabar con la naturaleza, con la cultura, con la libertad…

¡Que historia terrible la que sufrimos!

Me encuentro ahora desconcertada y con muchas ganas de llorar, aunque debo de reconocer que la rabia me puede más que la pena, y querría transmitiros los motivos que me llevan a un estado de ánimo tan indeseable: Se desencadenó ayer, aunque en los últimos dos años no es la primera vez que me encuentro tan sublevada, pero vamos al ahora mismo, mejor dicho a las ultimas horas. En la campaña de dimisión del PP y de su presidente Mariano Rajoy se recogieron firmas: Al parecer dos millones. A mi y a otras personas que conozco nos fue imposible firmar porque dicen que disminuyó la potencia de internet ralentizándose, aunque de esto no entiendo. Haciendo imposible operaciones tan simples como poner una firma. Yo tengo un ordenador que no se bloquea. Y además no era el ordenador lo que estaba bloqueado, sino las paginas en las que quería entrar, concretamente las relacionadas con el tema de la dimisión. Había tweets que aparecieron y desaparecieron al poco tiempo, y era muy complicado tomar contacto con Facebook. Tuve la angustiosa sensación de que se estaba interviniendo en internet y me di cuenta de lo valioso que es tener una forma de comunicación como los medios sociales.

También debieron «bloquearse» 😉 las televisiones, las radios y la prensa online porque en ninguno se oyó ni un solo comentario sobre la convocatoria que había en las sedes del del PP. Concretamente en Madrid a las 20,00h en Génova y a las 21,00h en Sol. Solo ha habido, no recuerdo donde, un mínimo comentario sobre «centenares» de personas, algún «altercado» con la policía y «varias» detenciones. Aunque el silencio voluntario es ya una actitud normalizada.

Fueran las convocatorias un éxito o un fracaso los ciudadanos tenemos derecho a saber cuánto suman varios cientos, si cargó la policía, y de qué manera y en qué forma, y quiénes y cuántos son los detenidos. Teníamos derecho a saberlo en directo porque la convocatoria la hacían jóvenes que se jugaban mucho por el bien de todos y se lo merecían. Jóvenes con coraje y entendimiento para saber lo que esta pasando y luchar en su nombre y el de todos nosotros. Teníamos derecho igualmente a saber como actuaron las fuerzas de seguridad y con que grado de impunidad, puesto que este punto esta llegando ya demasiado lejos y nos concierne a todos los que nos ha tocado hacer historia en momentos tan ingratos como estamos pasando: es decir al pueblo. En cuanto a los detenidos, nuestras hijas hijos, hermanas hermanos, amigas y amigos que tenían toda la razón al pedir que se marche de una vez esta gente que abusa de su poder, y a los que solo sus adictos y sus esbirros tienen respeto y consideración. Las personas decentes -y me considero una de ellas- no sentimos ninguna de las dos cosas.

A mi me enseñaron que mentir era grave, que conducía al desastre, a la desconfianza y al atropello. La Iglesia a la que son tan aficionados «nuestros lideres» pone como condición, para dar la absolución a quien se confiesa de robo, «que es necesario restituir lo robado». Es decir que no basta con ponerse mantilla en la procesión, ni con plancharse el bigote «cuando se salta el charco», ni con conocer el camino a Ginebra, ni con pertenecer a la élite de la sociedad aristócrata. Porque en el caso de la aristócrata de clase adinerada tiene los modales más refinados, y a lo mejor no miente cuando dice que no roba, pero como mentir sí miente, no nos lo podemos creer. Con título o sin título son todos de la misma calaña. Al menos yo los quiero a todos lejos, cuanto más mejor.

¿Justifica esto mi desconcierto y las ganas de llorar, mi ira, yo diría mi furia? Explicaré los motivos y a lo mejor va y resultar que tengo razón: Primero una guerra civil, después cuarenta años de dictadura, a continuación una Constitución que hace agua por cada uno de sus poros y una transición que no fue violenta si como tal se cuentan solo los muertos, que hubo algunos asesinados por la extrema derecha -abreviando- y así de Franco a Franco, guerra, dictadura, monarquía; de Franco a Franco y me toca. Y me seguirá tocando si no lo impido.

No hablo ya de sanidad, educación, reforma laboral etc., porque esto ya lo sabemos de sobra. Dejo para otro día el desprecio que significa para las mujeres la actitud de nuestro ministro de injusticia al retirar del mercado los anticonceptivos validos y querer modificar la ley del aborto. Tampoco de Bárcenas, que al final va a servir de tapadera. Me refiero, concreta, abierta y claramente a que la situación que estamos viviendo, cada día me recuerda mas a la Italia de Mussolini: Tuvo mayoría absoluta, y taimada y lentamente fue robándole al pueblo sus derechos y todas sus libertades. La censura -¡maldita sea!- saca su cabeza de arpía y sirviéndose de pretextos como la seguridad, la concordia y la conveniencia pública, espía, oculta, invade la televisión, las radios y los periódicos que se dejan, que son casi todos. Cercena y resquebraja la sensación de felicidad que uno siente cuando de mañana sale a la calle y recibe la primera brisa, que es como la garantía de que, mujer u hombre, vive y es libre (especialmente si va camino del trabajo).

Amigos: estamos en la vía recta de un asqueroso fascismo. Y lo grave, lo que debemos pensar es que no empieza ni ahora ni aquí; ha empezado hace tiempo preparado y dispuesto por los que nos quieren esclavizar para su beneficio. Será de repente y ya será tarde, por eso mi desconcierto y mi rabia, porque me siento impotente, inútil para impedir lo que parece irremediable. Pero no debe serlo porque, en definitiva, somos los ciudadanos quienes con dificultades, riesgos y lucha hacemos la historia. Los que decimos en un momento dado «hasta aquí hemos llegado». Y me temo que ese momento ha llegado ya.

Quiero pediros algo a quienes me seguís, o me leéis, en las redes sociales: Prestad atención a los medios de comunicación y enviad vía internet -también para quienes os siga o lea- la noticia que llegue a vosotros omitida, cortada o manipulada. También creo que seria útil para conocer dónde estamos, que todos aquellos que saben como y donde se entregaron los dos millones de firmas, el comportamiento policial y que pasó con los detenidos lo cuenten lo antes posible; Se trata de dar forma a los molinos de viento para convencernos de que no son gigantes. Nuestro gobierno ni nos quiere ni nos respeta aunque como ciudadanos merezcamos lo contrario, pero nosotros les detestamos y soñamos con verles desaparecer.

Ni el miedo, ni la cobardía, ni la comodidad, ni el abatimiento deben formar la historia que un día quisiéramos representar, porque es la nuestra: Hay que hacer historia y no dejar que también nos la roben.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.