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Hacia la legalidad democrática

Fuentes:

Cuarenta y siete años después del asesinato de John F. Kennedy se ha publicado un libro sobre la vida licenciosa de ese presidente de los EE.UU. Destapa – entre otras – la relación adúltera y secreta con Marilyn Monroe, que hacía parte de la existencia mafiosa del primer mandatario estadounidense. Sin temor a equivocarnos podemos asegurar […]

Cuarenta y siete años después del asesinato de John F. Kennedy se ha publicado un libro sobre la vida licenciosa de ese presidente de los EE.UU. Destapa – entre otras – la relación adúltera y secreta con Marilyn Monroe, que hacía parte de la existencia mafiosa del primer mandatario estadounidense.

Sin temor a equivocarnos podemos asegurar que los colombianos no vamos a tener que esperar décadas, sino unos pocos años, para conocer la verdad verdadera sobre la criminalidad oculta de Álvaro Uribe Vélez.

En Estados Unidos la vida privada de los presidentes es asunto de seguridad nacional. En Colombia, es parte del chismorreo popular, pero en las altas esferas del poder se convierte en herramienta de chantaje y de negociación política. Yo te oculto, tú me apoyas. Así han escalado los López, Samper, Pastranas… y así subió Uribe.

En nuestro país la mayoría de la gente medianamente enterada de la realidad sabe que el presidente Uribe está untado hasta la médula de paramilitarismo y se ha hundido en la más absoluta corrupción que – tal vez como nunca antes – ha permeado a todos los niveles de la administración del Estado.

La lista de delitos cometidos desde el poder es sumamente larga. Cohechos, contratación amañada, ocultamientos, chantajes, coacciones, tráfico de influencias, y toda clase de crímenes se convierten en hechos inocultables: parapolítica, yidispolítica, agro-ingreso seguro, tercer canal de TV, asesinatos a manos de las fuerzas militares, interceptaciones ilegales del DAS, persecución a magistrados de la Corte Suprema, etc. El ejercicio de inventario se hace interminable. Los gringos lo saben y lo explotan.

La podredumbre moral del régimen dominante siempre ha existido. Lo sorprendente del momento es que ahora está a la vista de todos y sin embargo la capacidad de reacción colectiva no se compadece con el tamaño de la descomposición del gobierno. Las personas que se atreven a denunciar esa situación como Gustavo Petro, Jorge Robledo, Antonio Caballero o Daniel Coronel, y algunos otros/as, reciben reconocimientos personales y premios periodísticos, pero nuestra sociedad en su conjunto todavía no reacciona como debiera.

La única explicación posible a esa situación es el terror. Un criminal con el poder que ha acumulado Uribe genera miedo. Hasta sus compinches – que deben saber de las agallas de su jefe – le temen. Eso se observa en cada una de sus actuaciones. J. M. Santos, es el mejor ejemplo. El libreto que sigue Santos para convertirse en sucesor y encubridor, – seguramente escrito por José Obdulio Gaviria -, es absolutamente medido. No da un paso sin el permiso del «capo de capos».

Ante el grueso de nuestro pueblo Uribe sigue siendo el gran combatiente de la «seguridad democrática». ‘Dale duro a Chávez y a la guerrilla’, es el coro que sigue sonando en la gradería. Las valientes voces que denuncian la iniquidad y degradación del régimen – por ahora – terminan minimizadas, aunque últimamente el gobierno ha tenido que usar un gran altoparlante para acallar los gritos de protesta.

Una vez se oficialice la caída del referendo reeleccionista la situación va a cambiar. La pelea por la sucesión va a ser a dentelladas. La capacidad de control del «gran padrino» va a ser limitada. La verdad en sus detalles más grotescos saldrá a la luz. El velo mediático ya no será tan efectivo.

Nuestro pueblo – por ahora – está en la etapa de ceguera parcial. Cuando salga la verdad incontrovertible pasará a la incredulidad. Es un mecanismo de defensa. De allí seguirá la sorpresa. Es nuestro deber hacerle entender la esencia de esa corrupción. Hay que demostrarle que no es una cuestión de personas. Es el aparato el que está podrido, como bien lo dice mi joven amigo Camilo Romero.

Debemos asumir una posición vertical y firme pero no agresiva. La clave del momento es que nuestro pueblo no se aferre a una fórmula que no resultó. A veces en su caída, los dioses con pies de barro arrastran a quienes los desmontan de su pedestal. Los pueblos en su frustración – para tratar de superar esos trances históricos -, muchas veces castigan a quien los engañó pero también a quien le quitó la careta a su ídolo.

Por ello es que el presidente Chávez sirve de «pararrayos». Por decir la verdad desde la casa vecina y por la forma como la dice, convierte los crímenes de Uribe en pecados de toda la nación colombiana. Éste sabe aprovechar la intemperancia chavista y la utiliza para tratar de sobrevivir políticamente.

En esa trampa no podemos caer. La estrategia del círculo íntimo del presidente es tratar de hacer ver a todo crítico como aliado de la guerrilla o enemigo de la Nación. La consigna de «Porque retroceder no es una opción» va en esa dirección. Se asesoran bien.

La oposición democrática y de izquierda debe actuar con mucha consistencia y firmeza pero con la mayor serenidad. Nuestro lema debe ser el de avanzar hacia una efectiva legalidad democrática. Debemos transmitir espíritu de institucionalidad. Queremos la justicia y la verdad al servicio de la reconciliación y la paz. La venganza no tiene allí cabida.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.