El de Eduardo Haro Tecglen es un caso especial: siendo como es uno de los mejores columnistas de la nación, su columna figura con delgadez anoréxica en las páginas de televisión de ‘El País’, desplazada y solitaria. Sin embargo don Eduardo ha conseguido la proeza de convertir su texto diario en imprescindible para cualquier lector […]
El de Eduardo Haro Tecglen es un caso especial: siendo como es uno de los mejores columnistas de la nación, su columna figura con delgadez anoréxica en las páginas de televisión de ‘El País’, desplazada y solitaria. Sin embargo don Eduardo ha conseguido la proeza de convertir su texto diario en imprescindible para cualquier lector que quiera ver la otra cara de una realidad presentada casi siempre envuelta en el celofán de lo políticamente correcto. Eduardo Haro Tecglen, que ahora cumple 80 años, es el periodista más joven de España, tan pródiga en senilidades prematuras. Su estilo casi telegráfico, su genial uso de los dos puntos, su distancia irónica, han creado un estilo que nadie de este gremio ha sabido imitar. Como casi nadie ha sabido seguir su ejemplo a la hora de autodefinirse ideológicamente sin eufemismos ni camuflajes: es rojo, ateo y republicano y así lo deja ver cada vez que surge el momento.
En agradecimiento por esta claridad insólita, la infatigable carcunda le ha llamado de todo: nazi, falangista, estalinista, comunista y hasta momia. Por supuesto, jamás ha sido nazi, nunca se le hubiera ocurrido ni en un trance de delirio abrazar el tosco ideario falangista, de ninguna manera ha sido partidario de Stalin y respecto a los comunistas ha sido un fiel compañero de viaje por el largo túnel del franquismo, como buena parte de la intelectualidad democrática antes de producirse la desbandada. Lo que ha reiterado mil veces es que no ha sido para nada anticomunista: tampoco eso se lo perdonan en estos tiempos en los que tanta gente ha renegado de lo que fue y ha cruzado el puente que lleva a la otra orilla sin inmutarse ni sentir una mínima vergüenza.
Hijo de un condenado a muerte por el régimen del viejo asesino (así lo llama Haro con precisión incontestable), periodista vocacional, subdirector de la legendaria ‘Triunfo’ (ahí lo aprendimos todo), autor de guías para moverse por el laberinto como su ‘Diccionario Político’, memorialista admirable y durísimo crítico teatral, don Eduardo Haro Tecglen acaba de cumplir 80 años de una vida en la que se han mezclado la lucha y la tragedia personal, la capacidad de aguantar vientos y mareas adversas y un talento de fajador que le ha servido como tabla de náufrago tantas veces como el barco de la izquierda se ha ido a pique. Permítanme la osadía de felicitar a este hombre desde aquí y de recomendar la lectura de su obra, todo un antídoto contra la estupidez reinante y un revulsivo contra las convenciones establecidas y aceptadas tontamente con la fe del carbonero, aunque sea de carbonero laico.