El 6 de marzo de 1939, hoy hace 75 años, el último gobierno de la II República española partió hacia el exilio. Dos aviones bimotores de las Líneas Aéreas Postales Españolas esperaban en el Fondó de Monòver (Alacant). Era el final. Francia y el Reino Unido habían reconocido «de iure» a Franco el 27 de […]
El 6 de marzo de 1939, hoy hace 75 años, el último gobierno de la II República española partió hacia el exilio.
Dos aviones bimotores de las Líneas Aéreas Postales Españolas esperaban en el Fondó de Monòver (Alacant). Era el final. Francia y el Reino Unido habían reconocido «de iure» a Franco el 27 de febrero. Al día siguiente, Manuel Azaña presentó su dimisión. El día 5 de marzo, Segismundo Casado hizo efectivo su golpe en Madrid. El presidente del gobierno, Juan Negrín, había establecido su última sede gubernamental en una casa de campo (cuyo nombre en clave era «Posición Yuste») próxima a Elda (Alacant). Las máximas autoridades del PCE hicieron lo propio instalándose en la «Posición Dakar», también cercana al mismo municipio alicantino. La estrategia de Negrín era una resistencia escalonada que permitiese el repliegue y ofreciese la posibilidad de evacuar en los puertos del País Valencià y Murcia al mayor número de personas posibles. En este esquema, la «Posición Yuste» estaba situada en un lugar estratégico. Sin embargo, las esperanzas se fueron desvaneciendo. Juan Negrín, la Pasionaria, Antonio Cordón y otras figuras prepararon entonces su marcha hacia el exilio.
María Teresa León y Rafael Alberti también subirían a uno de esos aviones con destino a Orán. Habían participado activamente en el proyecto republicano. Es conocida la implicación del poeta, pero quizá menos la de María Teresa León. Miembro de la Alianza de Intelectuales Antifascistas, organizó las Guerrillas del Teatro o fue quien, entre enormes dificultades, se encargó en diciembre de 1936 de evacuar parte del Museo del Prado a València. En aquellos momentos, Madrid estaba asediada y las bombas habían llegado al Prado. La capital de la República se había trasladado a la ciudad mediterránea y la acción de María Teresa León fue fundamental para salvaguardar allí numerosas piezas del tesoro artístico nacional.
Las obras de arte se salvaron, pero la guerra se había perdido. Cuando María Teresa y Rafael subieron a uno de los aviones en el Fondó de Monòver, sabían lo que dejaban atrás. La vida se les fue en un canto. Los motores se pusieron en marcha. De golpe, se perdieron sus eternidades, se empezaron a accionar las memorias de la melancolía. Despegaron. El cielo se rompió en el aire. Uno de los últimos lugares que pudieron ver que se quedaba atrás era la Serra d’Aitana.
La hija de María Teresa León y Rafael Alberti nacería en Buenos Aires dos años después. Hasta ese momento, nadie había tenido un nombre como el que ella tendría. En aquella despedida, en aquel final de hace 75 años, se fraguó el nombre de Aitana. Aitana Alberti León.
Jorge Ramos Tolosa es historiador e investigador del Departamento de Historia Contemporánea de la Universitat de València. @JorgeRTolosa
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