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Entrevista a José A. Tapia, autor del libro Cambio climático ¿Qué hacer? (I)

“Hay demasiados datos que apuntan a que vamos hacia la catástrofe climática»

Fuentes: El Viejo topo

José A. Tapia Granados es profesor titular del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad Drexel, en Filadelfia, donde vive desde hace seis años. Antes vivió en Ann Arbor —donde trabajó once años para la Universidad de Michigan— en Nueva York —donde estudió economía— y en otras ciudades de Estados Unidos. Pero se considera madrileño porque creció y vivió casi treinta años en Madrid, donde estudió medicina. Es coautor con Rolando Astarita de La Gran Recesión y el capitalismo del siglo XXI (Madrid, Catarata, 2011) y autor de Rentabilidad, inversión y crisis (Madrid, Maia, 2017). Su libro Cambio climático: ¿Qué hacer? fue publicado por Maia Ediciones en noviembre pasado. La presente entrevista virtual realizada desde Barcelona a Filadelfia tuvo lugar a finales de abril de este año 2020 glorioso y pandémico.

¿En qué consiste el cambio climático? ¿Es equivalente a calentamiento global?

Por lo que yo sé, los científicos especialistas en el tema, que son los meteorólogos, geofísicos, oceanógrafos y demás estudiosos del clima, entienden ambos términos como fundamentalmente equivalentes, ya que “cambio climático” se refiere sobre todo a un calentamiento general, un aumento de las temperaturas medias de la atmósfera y los mares causado por las actividades humanas en la época industrial, que va acompañado de otras alteraciones del clima, fundamentalmente el aumento de frecuencia de fenómenos climáticos extremos como sequías, olas de calor, lluvias torrenciales, huracanes, etc.    

El “qué hacer” del título hace pensar en un libro con finalidades políticas. ¿Es así? ¿A quién va dirigido el ensayo?

El “qué hacer” del título hace referencia a que el propósito del libro no es describir el cambio climático ni sus causas fisicoquímicas, sino discutir diversas propuestas para enfrentar el problema, partiendo del reconocimiento de que el problema es real y debido a lo que hacemos los seres humanos. El ensayo va dirigido a todas las personas con un mínimo de formación científica (simplemente lo que se aprende en la enseñanza secundaria) que están mas o menos convencidas de que el cambio climático es un problema real y grave y piensan que hay que hacer algo al respecto.   

Dedicas tu libro a Paul Mattick. ¿Qué significado tiene hoy la obra de este gran economista marxista?

Bueno, aquí hay que aclarar que hay dos Paul Mattick, padre e hijo, ninguno de los cuales es economista. El padre, a quien no conocí porque murió en EEUU en 1981 cuando yo todavía vivía en Madrid, había nacido en Alemania y escribió varios libros y docenas de artículos sobre temas económicos, aunque no tenía ninguna formación académica y de hecho los trabajos que tuvo en EEUU fueron como técnico en la industria automovilística, creo que su especialidad eran las pinturas y esmaltados. Pero era un experto en Marx. Para quienes estén interesados en la teoría económica de Marx es muy recomendable su Crisis y teoría de las crisis, que Maia publicó en una nueva versión en castellano hace unos años (una traducción previa publicada por Península en 1977 deja mucho que desear). En Marx y Keynes, que se publicó en inglés y en alemán en los años sesenta y apareció en castellano en una edición mejicana, Mattick hizo una crítica demoledora del keynesianismo y mostró claramente que entre las ideas de Keynes y las de Marx hay una clara separación que lamentablemente no entienden muchos intelectuales de izquierdas. Hay bastantes libros de Mattick traducidos al castellano, en muchos casos con versiones en castellano casi tan malas como la traducción de El Capital de Wenceslao Roces. Una de esas traducciones malas es la de un libro, especialmente interesante por otra parte, titulado Rebeldes y renegados, una recopilación de ensayos de tema político más que económico. El Paul Mattick hijo a quien dedico este libro es amigo mío. Actualmente está retirado y vive en San Antonio, Tejas, y fue muchos años profesor de filosofía en la Universidad Adelphi, en Long Island, cerca de Nueva York. Pero siguió los pasos de su padre y se metió en los temas económicos, tanto que durante muchos años fue el editor del International Journal of Political Economy, que publicó originales y traducciones al inglés de artículos de tema económico, a menudo de autores que seguían la teoría económica de Marx. De las personas que conozco, yo diría que Paul es quizá quien más sabe sobre Marx, sobre sus ideas económicas y sobre cualquier otra cosa. Es interesante por ejemplo que a su juicio el materialismo dialéctico es básicamente un mito que tiene poco que ver con Marx. Su libro publicado en inglés en 2018, Theory as Critique—Essays on Capital, es una colección a mi juicio muy valiosa de ensayos sobre El capital. Sería bueno que se tradujera, si se traduce bien.

El ensayo se abre con tres citas, la tercera es de Ban Ki-Mon: “Tenemos el pie apretado en el acelerador y vamos hacia un abismo”. ¿Qué abismo es ese?

Por el contexto en el que Ban Ki-Mon dijo la frase, yo entiendo que se estaba refiriendo al abismo de las catástrofes que puede desencadenar o que desencadenará el cambio climático; por ejemplo, una alteración suficiente de los patrones climáticos que haga que las cosechas se reduzcan sustancialmente y haya mucha menor disponibilidad de alimentos y hambrunas terribles; por ejemplo, una subida del nivel del mar que deje a cientos de millones de personas en zonas anegadas, con las consiguientes emigraciones masivas y conflictos consiguientes; por ejemplo, una tercera guerra mundial de alguna forma desencadenada por algún proceso de los anteriores y que probablemente sería con armas nucleares. Lamentablemente, hay diversos abismos, todos posibles y todos ominosos, todos cada vez más probables si siguen en marcha los procesos económicos que llevan actuando ya dos o tres siglos. Algunos de esos abismos podrían implicar el fin de la humanidad y, casi todos, el fin de la civilización, si es que se puede hablar de tal cosa en un mundo “salvaje” como el que nos ha tocado vivir.    

Me salgo un poco del tema central de la entrevista. ¿La pandemia que estamos sufriendo tiene alguna relación con el cambio climático?

Pues no sé, yo creo que no, pero no estoy seguro. Alguna gente de izquierdas dice que esta pandemia, igual que las epidemias del Ebola o del SARS, está claramente conectada con el capitalismo y dan algunas razones que parecen plausibles, pero en el siglo XIX y en siglos anteriores, cuando esas razones no existían había también pandemias, por lo que a mí esas razones no me parecen muy  convincentes. Yo veo una conexión clara del cambio climático y el capitalismo, pero no veo que la pandemia de COVID-19 esté conectada claramente con ninguno de los dos.

En el prefacio señalas que, a pesar del gran acuerdo que existe entre las comunidades científicas, hay científicos que siguen negando la existencia de este aumento de las temperaturas medias, que sea antropogénico o que vaya a tener consecuencias significativas para nuestra especie. ¿Se trata de científicos desinformados? ¿Científicos al servicio de intereses no científicos?

A mi juicio hay que diferenciar entre los niveles de negación. Quien hoy niegue que las temperaturas están aumentando o es un ignorante como quienes piensan que la tierra es plana, o un despistado que no atiende a lo que tiene delante de las narices, o un retrasado mental. Pero hay de todo esto entre los científicos y entre la gente digamos culta, sea de derechas o de izquierdas, porque hay bastantes negacionistas de izquierdas, algunos hasta se definen como marxistas leninistas. Negar que el aumento de temperaturas medias sea causado por las actividades humanas es otro nivel de negación, seguro que hay más científicos negacionistas que niegan esto que lo otro, ya que para concluir con conocimiento de causa que el calentamiento atmosférico es antropógeno o antropogénico hacen falta conocimientos de paleoclimatología que, por ejemplo, con mi bagaje biomédico y económico yo no tengo. Que entre los científicos que saben de esos temas haya una enorme mayoría que piensan que el proceso es debido a las actividades humanas a mí me es suficiente para pensar que probablemente lo es, pero no puedo darle a esa conclusión la misma seguridad que le doy a la conclusión de que las temperaturas medias atmosféricas están subiendo. En cuanto a si los científicos que niegan el cambio climático o alguno de sus aspectos están pagados por intereses petroleros, de la industria del carbón, automovilística o lo que sea, no dudo que sea así en bastantes casos, pero tampoco creo que eso sea aplicable a todos los negacionistas. Por ejemplo, no creo que Freeman Dyson, que murió hace solo unos meses y era un físico de reputación, estuviera a sueldo de la industria. Dyson decía que el cambio climático es real y antropogénico, pero dudaba de que sus consecuencias fueran tan alarmantes como otros científicos afirman, incluso pensaba que bastantes de sus consecuencias podrían ser beneficiosas, lo cual fue muy criticado por expertos en climatología.

Cuando se habla de energías alternativas o renovables, ¿en qué energías se está pensando? ¿Debemos incluir entre ellas a la energía nuclear?

“Energías alternativas” es un término ambiguo, yo prefiero evitarlo. Energías renovables son las que no se agotan con el paso del tiempo, son ejemplos la energía hidroeléctrica, la geotérmica, la eólica y la solar. Realmente estos tipos de energía sí se agotan con el paso del tiempo, porque la materia del sol se está “quemando” y el sol acabará por extinguirse, de la misma manera que el interior de la Tierra acabará enfriándose, pero estas fuentes energéticas se debilitan tan lentamente que de hecho pueden considerarse constantes, o 100% renovables. Otra cosa son las energías que no producen emisiones de CO2, entre las que se incluye la energía nuclear que, por otra parte, no es renovable, porque el combustible nuclear también se agota relativamente pronto. Claro que algunos pronucleares dicen que hay reactores nucleares de nuevo diseño que pueden reciclar el combustible y que en ese sentido casi no contaminan y además se pueden considerar fuentes de energía renovable. Yo no soy experto en nada de eso, pero pienso que esas centrales nucleares “modernas” por ahora son una quimera a la que no puede hacerse caso. 

Desde algunas posiciones ecologistas se defiende la idea de que ya no estamos a tiempo, que la catástrofe, nos guste o no, hagamos lo que hagamos, está llamando a nuestras puertas. De lo que se trata es de ver qué “fin del mundo” es el menos dañino para nuestra especie. ¿No hay más alternativa que esa?

Yo creo que lamentablemente hay demasiados datos que apuntan a que vamos hacia la catástrofe climática, que es a mi juicio la más perentoria de las catástrofes ecológicas que nos amenazan. La idea de que se puede cambiar el curso previsible de la historia hacia metas claramente deseables siempre ha sido muy atractiva para la gente de izquierdas, pero en el caso del cambio climático, yo lo veo francamente difícil. El cambio climático amenaza llevarnos hacia situaciones catastróficas en las próximas décadas y la vinculación de los procesos que generan gases de efecto invernadero con la economía capitalista es tan fuerte que parece imposible detener las emisiones o reducirlas suficientemente para que las catástrofes climáticas se aminoren significativamente sin cambiar el sistema económico mundial. Pero cambiar el sistema económico mundial no es asunto de poca monta, a mí no me parece que, por muy deseable que sea, ese cambio sea previsible en las próximas décadas. Ojalá me equivoque, pero a no ser que nos engañen las apariencias, una gran mayoría de la humanidad no es consciente de que este sistema económico nos está llevando a la catástrofe. Y hay toda una maquinaria de propaganda destinada a mantener a la gente en esa ignorancia. Pero lo que hagamos ahora puede hacer que la catástrofe climática sea mayor o menor. No es lo mismo que las temperaturas suban 3 grados centígrados a que suban 7 o que suban 10, de la misma manera que no es lo mismo que en esta pandemia en la que estamos muera un millón de personas o mueran 20 millones o mueran 100.

Si nuestra forma de vivir es tan peligrosa para nosotros mismos, si estamos tan cerca del abismo-desastre, ¿cómo es que las clases dominantes, hegemónicas, las élites, los sectores sociales más poderosos, salvo excepciones, no toman cartas en el asunto? ¿Piensan que la cosa no va con ellos, que la gran hecatombe pasará lejos de sus casas y propiedades?

Bueno, hay bastantes que sí toman cartas en el asunto. Por ejemplo, Bill Gates parece que ha donado mucho dinero para investigar en ingeniería climática. Es una forma de abordar el problema del cambio climático buscando una solución tecnológica fácil que deja toda la estructura social tal como está, de forma que pueda mantenerse el statu quo y continuar la explotación de la mayoría de la humanidad por parte de las élites poseedoras de capital. Otra cosa es que esa ingeniería climática sea un disparate ético y científico. Es un disparate ético porque por ejemplo echar cantidades enormes de partículas a la atmósfera para que llegue menos radiación solar a la Tierra y baje la temperatura implica hacer un experimento en el que el conjunto de la humanidad es el conejillo de Indias. Y, además, a juicio de científicos con los que concuerdo, es un disparate científico porque se basa en muy pocas observaciones y además observaciones (fundamentalmente erupciones volcánicas), sobre las que no es fácil generalizar. Pero volviendo a lo de las élites, que la comunidad internacional haya aprobado por ejemplo los acuerdos de París es señal de que hoy los sectores dominantes representados por los gobiernos son conscientes de que las catástrofes climáticas que también les afectarán a ellos están acercándose, e intentan hacer algo para frenarlas. Otra cosa es que lo que hacen esté siempre limitado por una tendencia a rechazar cualquier cosa que suponga una traba para la economía de mercado. Que las élites son cada vez más conscientes de que hay que hacer algo se nota también por ejemplo por la evolución de la profesión económica, porque cada vez más economistas se muestran partidarios de políticas como los impuestos al CO2 para reducir drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero. Lo que está pasando ahora mismo con la pandemia quizá sugiere que las élites pueden actuar de forma mucho más drástica incluso contra sus intereses a corto y medio plazo. Porque para hacer frente a la crisis de mortalidad que representa la pandemia y aminorarla en lo posible, la mayor parte de las élites, representadas por los gobiernos, han actuado de formas que parecían impensables hace solo unos meses. Quizá es así porque la pandemia se ve como un problema puntual que hay que resolver, luego ya volveremos al business as usual. No sé, hay muchas incertidumbres planteadas ahora mismo. Estamos entrando en una situación de crisis económica mundial asociada a una pandemia, para esa situación no existen precedentes históricos. En 1918 la pandemia de gripe se estima que mató entre 50 y 100 millones de personas, pero entonces la población mundial era aproximadamente una cuarta parte de la población mundial actual. Y no había una crisis económica asociada. Y ni en la Gran Depresión de 1929, ni en la Gran Recesión de 2008 ni en la recesión mundial de mediados de la década de 1970 había ninguna pandemia de ninguna clase.

¿Cuáles son los temas principales que desarrollas a lo largo del libro?

Yo diría que son tres, en primer lugar, la descripción de la conexión entre nuestro sistema económico y el cambio climático; en segundo lugar, la discusión de las propuestas que hay hoy sobre el tablero para combatir el cambio climático; en tercer lugar, la discusión de algunas propuestas alternativas sobre qué hacer individual y colectivamente.

Te pregunto ahora por la conexión entre nuestro sistema económico y el cambio climático. Tomemos un descanso.

Fuente: El Viejo Topo, junio de 2020.