Para Martin Poell y Volker Gerloff, está en juego un nuevo concepto de «terrorismo» que podría exportarse. En Madrid no han visto pruebas, ni siquiera delitos. Poell y Gerloff han seguido las tres sesiones de esta semana, y han explicado a GARA las conclusiones obtenidas con preocupación evidente. ¿Qué es lo que más les ha […]
Para Martin Poell y Volker Gerloff, está en juego un nuevo concepto de «terrorismo» que podría exportarse. En Madrid no han visto pruebas, ni siquiera delitos. Poell y Gerloff han seguido las tres sesiones de esta semana, y han explicado a GARA las conclusiones obtenidas con preocupación evidente.
¿Qué es lo que más les ha sorprendido hasta el momento?
MARTIN POELL: El nivel de las vulneraciones de la libertad de expresión, empezando por el propio cierre de »Egin». Nos asombra también que no se haya celebrado este juicio hasta ocho años después, lo que va directamente en contra de la Convención de Derechos Humanos. Y en la misma línea cabe citar igualmente la actitud del tribunal:no es legal que los jueces no permitan explicar a los acusados por qué no quieren responder al fiscal. No sólo tienen derecho a hacerlo, sino que si no pueden explicar el motivo de su actitud se producen malentendidos y eso va en su contra.
Además, en los tres días en que hemos presenciado el juicio no hemos visto una sola prueba de las acusaciones que se dirigen. No hemos visto nada que pueda considerarse pertenencia o colaboración con ETA.
Escucharon a los responsables de «Egin». ¿Qué concluyen?
M.P.: El hecho de que periodistas se entrevisten con organizaciones como ETA o IRA no es relevante a nivel penal y me parece que además es una actitud correcta desde el punto de vista del ejercicio de su profesión. Si eres periodista y debes informar, tienes que tener ese tipo de relación y tienes que publicarla si consigues esa información. Y, desde luego, eso nunca puede ser entendido como un delito.
¿Encuentran algún punto de comparación para esta vista a nivel europeo?
VOLKER GERLOFF:Los procesos por terrorismo son bastante corrientes en casi todos los países. Lo que no he visto nunca es un juicio con tal dimensión y en el que, además, los imputados son personas que trabajan como periodistas, que lo hacen en favor del euskara o que intervienen en empresas. Hay otra diferencia: en numerosos juicios por «terrorismo» no se advierten pruebas, pero en todos ellos se concretan los crímenes o delitos que los acusados habrían cometido. En este caso no hay tales crímenes. No hay bombas ni armas de por medio.
¿Y el volumen de la petición fiscal? ¿Qué les sugiere?
V.G.:En una sociedad democrática, los delitos deben ser imputados de forma individual, pero aquí se hace de forma colectiva y por eso se llega a la barbaridad de proponer mil años de cárcel. Es esa imputación colectiva la que no tiene base.
Y en cuanto al desarrollo del juicio y a su contexto, ¿tienen motivos de preocupación?
V.G.: No entendimos con exactitud si lo ocurrido con los intérpretes tenía algo que ver con el tribunal. Sí se aprecian dificultades para encontrar documentos, que obligan a numerosas interrupciones, pero no tiene demasiada importancia si tenemos en cuenta la dimensión de este sumario, y parece además que se va resolviendo poco a poco. Sí es sorprendente que apenas haya público, cuando aquí está en juego la definición de un nuevo concepto de «terrorismo». Esto es muy grave y requiere mayor seguimiento.
¿Se puede hacer algo desde Europa contra estos procesos?
M.P.: Desde las asociaciones de abogados no se pueden impedir estos juicios, pero sí denunciar las irregularidades, observar si se cumplen las garantías y denunciarlo en Europa. Ver el juicio, difundirlo y protestar. Para eso estamos en Madrid.
* Martin Poell y Volker Gerloff. Abogados de Berlín, observadores en el macrojuicio 18/98