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(Desde el capitalismo al socialismo)

Hegel, Marx y Nietzsche

Fuentes: Foro de filosofìa de Arjé

Según Pablo Romero la dialéctica hegeliana absorbe la diferencia, la contradicción se revuelve, y en ese tren de razonamiento el mundo cae previsiblemente bajo las garras del autoritarismo unitario. Yo, por mi parte, planteo la siguiente respuesta: El socialismo existente en la extinta URSS fue un socialismo semifeudal y semipequeñoburgués. El motor de la revolución […]

Según Pablo Romero la dialéctica hegeliana absorbe la diferencia, la contradicción se revuelve, y en ese tren de razonamiento el mundo cae previsiblemente bajo las garras del autoritarismo unitario. Yo, por mi parte, planteo la siguiente respuesta: El socialismo existente en la extinta URSS fue un socialismo semifeudal y semipequeñoburgués. El motor de la revolución socialista en 1917 no fue la contradicción entre burguesía y proletariado, sino entre el poder feudal y los campesinos pobres. Y el socialismo soviético no resolvió las contradicciones de clases, sino que las acentuó, hasta el punto que los trabajadores de la Unión Soviética eran más explotados que los trabajadores de Occidente. También aplicaron el igualitarismo, que nada tiene que ver con el socialismo representado por Marx, y con funestas consecuencias. Ocurría en la URSS que un trabajador que no daba golpe ganaba lo mismo que uno que rendía cinco veces más. En la URSS no se cumplía con la máxima del socialis mo marxista: a cada uno según su trabajo. El socialismo de Marx supone el reconocimiento de la diferencia en cuanto plantea que quien más trabaja más debe ganar.

También plantea Pablo el siguiente argumento: «La idea marxista de una sociedad sin clases es una muestra de esa forma de concebir la dialéctica. De allí el fracaso del marxismo, por esa teología unitaria de una sociedad sin clases, que ha suprimido la lucha antagónica, que ha resuelto las contradicciones del mundo capitalista, en donde las diferencias se han absorbido». Son los socialistas utópicos, aunque muchos de ellos se autodenominen marxistas, quienes niegan el capitalismo y se imaginan cómo deber ser la sociedad socialista. Jamás Marx procedió así, se dedicó a estudiar el capitalismo, no a negarlo, y a descubrir en él los gérmenes del socialismo. Marx habla de la transición del capitalismo al socialismo. Y en el terreno de la práctica fue Ilích Ulianov, cuando elaboró la NEP tras el fracaso del comunismo de guerra, quien defendió que el socialismo era una economía de transición, que incluía tanto elementos del capitalismo como elementos del socialismo. Este es el c amino que sigue desde 1978 la economía socialista china. El buen marxista, apreciado Pablo, se destaca por su buen conocimiento del capitalismo y no por su negación del capitalismo. Y repito: en la dialéctica marxista hay también transición y unidad entre los contrarios, no sólo oposición y negación.

Hablemos ahora de Nietzsche. A mi juicio Nietzsche es un buen psicólogo de la moral y un fecundo y radical crítico de la religión cristiana, pero no un buen sociólogo ni alguien que puede aportar ideas valiosas para cambiar el mundo. Pablo Romero plantea el siguiente argumento: «Creo que, precisamente, la importancia de Nietzsche radica en la afirmación de la diferencia como afirmación de lo propio, desde la cual se pretende escapar a esa lógica del amo y el esclavo». Esta es mi respuesta a ese planteamiento: Una cosa es cómo han transcurrido los hechos históricos y otra muy distinta es cómo se los han representado los filósofos. Pensemos en las sociedades esclavistas griega y romana. El esclavo quería dejar de ser esclavo, máxime si anteriormente había sido libre o soldado. No quería afirmar lo propio, su condición de esclavo, sino negarlo. Y para negarse como esclavo debe negar al esclavista. No es que el esclavo tenga la malvada intención de negar al esclavista, sino que para negarse a sí mismo tiene que negar al esclavista. La desaparición del esclavista supone la desaparición del esclavo, y viceversa. Y querer dejar de ser esclavo es, sin lugar a dudas, una heroica lucha. Por último, Pablo hace el siguiente planteamiento: «Si te fijas bien, todo el discurso anti-capitalista se centra sobre todo en la negación de la sociedad capitalista». Por supuesto que esto es un error: el socialismo marxista, por el contrario, se base en descubrir qué hay en el capitalismo que nos permita ir hacia el socialismo, y no en negar el capitalismo. En el marxismo no se trata de afirmar lo propio obviando lo ajeno, sino encontrar en lo ajeno los elementos de lo propio. No se trata de negar el capitalismo ni de afirmar el socialismo, sino de transitar hacia el socialismo desde el capitalismo. No digo que en esta lucha no haya oposición y negación de contrarios, sino que no la habrá de forma absoluta, puesto que también habrá transición y unidad. Una de las propuestas económicas planteadas en la NEP por Ilích Ulianov era la política de concesiones. Se trataba de que el Estado socialista alquilaba una industria a un capitalista para que éste la explotara durante, por ejemplo, 15 años, se apropiara libremente del beneficio generado por la empresa durante ese periodo, pero al término del cual la empresa pasaría de nuevo a manos del Estado socialista. Esa empresa soviética explotada de forma capitalista durante quince años es un ejemplo palpable de la unidad entre capitalismo y socialismo. Los hechos también hablan.

En Las Palmas. 15 de agosto de 2004.