Recuerdo aquellos años en que vivíamos en sociedades obsesionadas por luchar contra la carrera armamentística y promover el desarme. Reivindicábamos todos los beneficios sociales que se podrían alcanzar con el presupuesto que destinaban los gobiernos a la fabricación de armas. Hoy asisto espeluznado a la euforia de la noticia sobre la fabricación en Albacete de […]
Recuerdo aquellos años en que vivíamos en sociedades obsesionadas por luchar contra la carrera armamentística y promover el desarme. Reivindicábamos todos los beneficios sociales que se podrían alcanzar con el presupuesto que destinaban los gobiernos a la fabricación de armas. Hoy asisto espeluznado a la euforia de la noticia sobre la fabricación en Albacete de los helicópteros de combate Tigre.
Un alcalde que dice que ofrecerá «todo el suelo que se quiera», unos sindicatos celebrando los puestos de trabajo, seis comunidades autónomas peleándose por acoger esa industria en sus fronteras. Sólo hay lugar para dos magníficas cifras: 1.400 millones de euros de inversión y 1.000 puestos de trabajo.
Asisto a una sociedad embriagada de alegría porque va a fabricar helicópteros Tigre HAP que, según la página web de su fabricante, combaten aire-aire, apoyan al fuego terrestre y pueden combatir día y noche. Dice también que poseen «una eficacia máxima del armamento y los sistemas asociados de control de disparos sin cargar con trabajo extra a la tripulación, y un concepto logístico optimizado con unos costes mínimos». Magnífico, disparará y matará mucho con poca mano de obra y bajo coste. También este helicóptero «está equipado con una torreta con un cañón de 30-mm; cohetes de submunición de 68-mm y misiles Mistral aire-aire» y «cuenta con una mira de disparo con tres sensores: infrarrojos, cámara de TV y canal óptico directo». Es formidable, dispone de un gran cañón que dispara mísiles y cohetes de forma muy sofisticada. Como lo puede hacer por la noche, sus víctimas podrán ser despedazadas mientras duermen, será un gran alivio.
Hay también otro modelo, el Tiger UHT, y, según afirma el fabricante, «los misiles Trigat Fire y Forget y/o los misiles Hot con los que está equipado son antitanque y además los cohetes de 68-mm aseguran apoyo al fuego aire-tierra».
Su fabricación creará mil puestos de trabajo, a los que habrá que sumar los que queden vacantes tras disparar sus misiles quien sabe si en Iraq, Afganistán, Somalia o cualquier otro remoto lugar donde solo viven desgraciados harapientos a buen seguro terroristas. El ingenuo protagonista de la película El Verdugo de Luis García Berlanga, sólo defendía la pena de muerte para garantizar un puesto de trabajo. Esto es mucho más eficaz para combatir el paro. Además, la capacidad de estos helicópteros ya se demostró en Vietnam con tres millones de vietnamitas muertos, quedaron por tanto muchos puestos de trabajo vacantes. Después se utilizaron en Afganistán y las dos Guerras de Golfo, donde sus habitantes han quedado eternamente agradecidos a sus prestaciones.
También resulta peculiar la otra cifra, 1.400 millones de euros de inversión. Pero esos euros son nuestros, no es que nos los dé nadie, es que nos los quitan de nuestros impuestos para hacer helicópteros. Esa es la otra buena noticia que nos presentan.
Los que se manifestaron bajo el grito de «No a la guerra», brindan ahora para celebrar que van a fabricar helicópteros que dispararán misiles en los lugares donde exigían que salieran las tropas.
Tengo la sensación de vivir en una sociedad miserable, gobernada por miserables y apuntalada y narcotizada por medios de comunicación miserables. No suelo compartir los puntos de vista de nuestros políticos, tampoco los criterios editoriales de la prensa, pero sólo ahora empezaron a provocarme náusea y asco.