Se define como «sindicalista ciudadano» y conjuga múltiples militancias. Además de uno de los promotores de la Plataforma de Afectados por las Hipotecas (PAH) en Murcia, José Coy es miembro del Frente Cívico, del 15-M, Socialismo 21, Ecosocialistas de la Región de Murcia e Izquierda Unida. Tras dos huelgas de hambre (la última, de […]
Se define como «sindicalista ciudadano» y conjuga múltiples militancias. Además de uno de los promotores de la Plataforma de Afectados por las Hipotecas (PAH) en Murcia, José Coy es miembro del Frente Cívico, del 15-M, Socialismo 21, Ecosocialistas de la Región de Murcia e Izquierda Unida.
Tras dos huelgas de hambre (la última, de 15 días), consiguió paralizar el desahucio de su vivienda y recuperar la parte de la misma que se hallaba embargada, por una deuda con Cajamar. Coy asume los riesgos del activismo social y, en su caso, de la lucha contra los desahucios. El próximo 19 de febrero se enfrenta a un juicio, junto con otros tres compañeros, por resistencia a la autoridad en la Audiencia Provincial de Murcia. Opina que, para llegar a la gente, «las organizaciones sociales han de adoptar lenguajes más sencillos y edificar un contrapoder informativo».
¿Cómo defines el Frente Cívico? ¿Aporta alguna originalidad al movimiento social?
En pocas palabras, el Frente Cívico es como un 15-M pero organizado; se plantea funcionar siempre desde abajo, con estructuras de base, transversales y tratando de romper las barreras del sectarismo y la atomización del tejido social. Por lo demás, el Frente Cívico habría de ser una parte del amplio movimiento social. Plantear unos objetivos mínimos y luchar por ellos.
Como activista y persona muy implicada en las luchas sociales, ¿Por qué la gente corriente se moviliza poco? ¿Influye el miedo?
Sin duda. Por ejemplo, en la última huelga general hubo mucha gente que no paró por miedo a perder el puesto de trabajo. Después se vio, en las manifestaciones masivas de la tarde, que la gente consideraba justas las reivindicaciones. Está muy claro, además, que el sistema pretende generar miedo entre los activistas. Pero más importante aún me parece la resignación. Me explico. La gente no tiene esperanza en que la situación cambie, y menos aún en el cambio social. Y lo peor es que la resignación te lleva a la insolidaridad, al individualismo y al «sálvese quien pueda».
Conseguiste, con dos huelgas de hambre, evitar que te desahuciaran de tu vivienda. ¿De dónde sacaste las fuerzas?
Te planteas iniciar la huelga de hambre con la convicción de resistir. Estaba mentalizado para aguantar muchos días. Además, me ayudó mucho recibir cada día más apoyo y solidaridad de los compañeros. De hecho, cada mensaje de apoyo era como un alimento. ¿Cómo viví el proceso? A partir del cuarto día, el hambre principal lo tienes superado. Me refiero a que se da una lucha entre la cabeza y el estómago, y se trata de que al final gane la cabeza. Para ello, la conciencia y la convicción deben ser muy fuertes. Y tener bien claro que se puede ganar. Te ayuda, también, el sentimiento de rabia ante la injusticia que se está cometiendo. Pero fue muy duro. Acabé en el hospital con una hemorragia interna.
Otra cuestión, ¿Cómo enfrentarse a la creciente represión en la calle?
Básicamente, mediante la solidaridad. Es lo que ha permitido que Alfon saliera de la cárcel. Y visibilizando esa represión, enfrentándose a ella. Es lo que haremos en el juicio al que nos enfrentamos el 19 de febrero por resistencia a la autoridad. Otra estrategia que, a mi juicio, hemos de adoptar es el derecho a la desobediencia. Porque la historia nos demuestra que es la desobediencia civil la que ha permitido las conquistas sociales que hoy tenemos.
¿Cuáles consideras que son los principales obstáculos para el crecimiento de los movimientos sociales? ¿Qué haría falta para una mayor visibilización?
Opino que el problema esencial es el sectarismo. Parto de un hecho. En los movimientos sociales existen diferentes identidades y maneras de entender las cosas. Y, en muchas ocasiones, desgraciadamente, se parte más de lo que nos separa que de aquello que nos une. Pienso que hemos de hacer lo contrario. Crear sinergias y convergencias en las luchas. Hemos de entender todos, de una vez, que una organización por sí sola no puede generar cambios profundos. Otro gran problema es que algunas personas de los movimientos sociales se consideran con la verdad absoluta y no son respetuosas con otros planteamientos.
¿Cómo llegar a la gente de la calle? ¿Habría cosas que renovar en el discurso de los movimientos sociales?
Hemos de buscar nuevos lenguajes que lleguen a las personas. Un lenguaje más sencillo, pero no más simple. Otro error es que, a veces, nos encerramos demasiado en nuestras redes sociales, sin tener en cuenta que mucha gente no tiene acceso a las mismas. Una cuestión me parece esencial: Crear medios de comunicación alternativos, algo así como un contrapoder informativo. La información llega a la sociedad a través de los medios del sistema, que son los que crean los climas de opinión. Esto hay que romperlo.
¿Qué movimientos y luchas consideras un referente? ¿En qué modelo pueden fijarse ciudadanos y organizaciones sociales?
Pienso en la lucha de la Plataforma de Afectados y Afectadas por las Hipotecas (PAH), el 15-M en sus inicios, y en el Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT), organizaciones que demuestran que es posible hacer frente a los poderes y llegar al corazón de la gente. Nos han demostrado que podemos luchar, unirnos y conseguir nuestros objetivos. También me fijaría en el ejemplo de Siryza y los procesos de carácter progresista impulsados en América Latina.
¿Y en cuanto a la Plataforma de Afectados por las Hipotecas (PAH)?
Pienso que el trabajo de la PAH ha tenido gran valor como elemento aglutinante, es decir, en la plataforma han confluido activistas de diferentes organizaciones sociales, además de los afectados directamente por los desahucios. Forma parte, asimismo, de los orígenes del 15-M. La PAH es una organización muy respetada por todos los movimientos sociales, pues ha impulsado una lucha con dos elementos decisivos: continuidad y visibilidad. Además, le ha planteado un problema al gobierno. A pesar de las multas, detenciones y endurecimiento del código penal, continuamos en la batalla.
Otro punto tradicionalmente conflictivo es la relación entre partidos de izquierda (más aún si están en el poder) y movimientos sociales. ¿Cómo debería, a tu juicio, resolverse esta dialéctica?
Los partidos de izquierda deben mantener un respeto absoluto por la autonomía de los movimientos sociales. Pero las organizaciones sociales también han de comprender que la existencia de partidos políticos y sindicatos son el resultado de la lucha antifranquista. Una gran conquista. Personalmente, no comparto esas culturas, dentro de los movimientos sociales, que se reclaman apartidistas, pero que luego también hacen política.
¿Qué valor atribuyes a las luchas sobre el terreno y a las pequeñas victorias?
Me parece muy adecuado, para responder a esta pregunta, el lema de un sindicato argentino, que dice «La revolución, ¿Cuándo?» y la respuesta es «ahora». Se trata de empezar a construir poderes paralelos ya, también en lo económico, En ningún caso esperar a que grandes empresas vengan a crear empleo, porque eso es una falacia. Quiero decir que el socialismo hay que construirlo ya. Con iniciativas de economía social y alternativa, basadas en la autogestión y el mercado social. La Red de Economía Solidaria y Alternativa es cada vez más potente en todo el estado. También es importante la banca ética, los bancos de alimentos o las «comunidades autofinanciadas», que funcionan como microcréditos. Muchas de estas experiencias vienen de América Latina.
Por último, ¿Por dónde empezar?
Hemos de apostar por la solidaridad -nunca por la caridad- frente a la pobreza y la exclusión, que son las propuestas del sistema. El gran reto consiste en forjar un movimiento de trabajadores en precario; construir asambleas de parados, en un país con seis millones de desempleados, en el que los parados se ven entre sí como competidores. Estos movimientos tendrían que implementarse en ciudades, pueblos y barrios. Pienso, por ejemplo, en la marcha contra el paro que tuvo lugar en Andalucía.
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