El Rey de España, con su proverbial gracejo, es muy dado a servirse de nombres de parentesco para referirse a los cabecillas de algunas otras monarquías, particularmente árabes: que si «mi hermano», que si «mi primo», etc. No deja de ser curioso, porque las árabes deben de ser de las pocas monarquías con las que […]
El Rey de España, con su proverbial gracejo, es muy dado a servirse de nombres de parentesco para referirse a los cabecillas de algunas otras monarquías, particularmente árabes: que si «mi hermano», que si «mi primo», etc. No deja de ser curioso, porque las árabes deben de ser de las pocas monarquías con las que los Borbones no tienen lazos familiares reales, dicho sea en los dos principales sentidos del término.
Hace escasos días -ya lo comenté- el jefe del Estado español se deshizo en halagos, cumplidos y agasajos dirigidos al heredero de la Casa Real saudí, sin importarle gran cosa que se trate de un personaje que se dedica a violar derechos humanos como quien colecciona sellos.
Suma y sigue. La pasada semana salieron a la luz datos que demuestran que el más prototípico «hermano» de Juan Carlos de Borbón, el difunto Hassan II de Marruecos, amparó la comisión de crímenes de guerra sistemáticos. Según lo establecido por una comisión de investigación marroquí, creada por no muy prudente iniciativa de Mohamed VI (que ya se ha arrepentido de ello), se sabe que, bajo la magnánima protección de su padre, muchos opositores a la ocupación militar del Sáhara ex español fueron lanzados al vacío desde helicópteros o enterrados vivos. Entre otras iniciativas del mismo género humanitario.
La novedad de estas denuncias de la barbarie patrocinada por Hassan II reside en que provienen de fuentes marroquíes vinculadas al propio régimen alauí. Su contenido, en cambio, no tiene nada de sorprendente. Hace años que quien quisiera informarse sobre las sevicias del difunto rey de Marruecos tenía a su alcance una muy amplia documentación. Desde el asesinato de Ben Barka (1965), que dio origen a una afamada película de Yves Boisset (El atentado, 1972), hasta los múltiples episodios repulsivos narrados con pelos y señales en el abrumador libro de Gilles Perrault Notre ami, le Roi (1991), nadie que haya querido saber qué clase de individuo era Hassan II se ha quedado sin saberlo.
Así que «mi hermano». Y venga abrazos, y venga piropos, y venga regalos, y venga venta de armas, y venga negocios… y venga condenas hipócritas del terrorismo.