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Herritarren Zerrenda

Fuentes: Gara

Todas las instancias del Estado español, una a una, han acabado por imposibilitar que una lista electoral, HZ, se presente a las elecciones europeas. Las razones que han dado para dicha prohibición se han ido calcando unas a otras. Y al final todo se resume en esta simpleza: los que ahora se presentan no son […]

Todas las instancias del Estado español, una a una, han acabado por imposibilitar que una lista electoral, HZ, se presente a las elecciones europeas. Las razones que han dado para dicha prohibición se han ido calcando unas a otras. Y al final todo se resume en esta simpleza: los que ahora se presentan no son sino la continuación de la ilegalizada HB. HZ se ve, así, reducida a un grupo ilegal, sin capacidad de presencia política, marginada y anulada. En todo este proceso existen dos aspectos formales y uno de contenido que me gustaría comentar. Por un lado, fijándome en los aspectos formales, quisiera poner de manifiesto que en la decisión que se ha tomado anida un buen número de malas argumentaciones que rebajan el hacer profesional de los legisladores. Y en cuanto a los aspectos de fondo o contenido desearía señalar que, detrás de la prohibición, se sitúa el miedo y la incapacidad de discutir, en términos democráticos, sobre aquellos tabúes que continúan presentes en la vida política espa- ñola. Vayamos por partes.

La argumentación para evitar que HZ sea una lista más a votar se basa en un razonamiento lógico que recibe el nombre de «falacia de la composición». Tal razonamiento, desde luego, es erróneo o falaz. Un ejemplo sería el siguiente: como un ladrillo pesa poco, dos no pesan mucho y tres se pueden sobrellevar, entonces mil ladrillos no pesan tampoco mucho. Esta pseudoargumentación recuerda también lo que los griegos llamaban sorites y que quiere decir «amontonar». Por ejemplo, si para conocer mis orígenes tengo que conocer a mis padres, para conocer a mis padres tengo que conocer a mis abuelos y así sucesivamente, entonces tendría que llegar a conocer a Adán y Eva. Como se ve, el primer ejemplo es un absurdo y el segundo igual de absurdo. Es lo que ocurre con la sentencia. Si Jon es hermano de un simpatizante de HB está contaminado y si Iker es primo de Jon, también y si Ane es novia de Iker, también. Así podemos acabar ilegalizando a un ciudadano chino o de Perú. La verdad es que produce risa es lo menos que se puede decir escuchar o leer los autos por los que se elimina a HZ. Acabaríamos todos, con un poco de esmero por parte de las autoridades, siendo miembros contaminados de HB.

Otro de los argumentos, esta vez más en manos de los que desde fuera apoyan la medida (que son casi todos, exceptuando alguna rara excepción), consiste en razonar desde lo que podríamos llamar «esencialismo expansivo». Que no se asuste nadie, que no estoy yéndome por las nubes o utilizando una terminología que nos conduzca a lo ininteligible. Tal argumentación parte de la existencia de un grupo violento que trata, de una u otra manera, de poseer un tentáculo en la sociedad. Y para ello cualquier agrupación que coincida, se parezca, recuerde o sencillamente reclame la libre determinación es la expresión concreta de aquella inmutable esencia. De ahí que si un grupo, movimiento, asociación o partido expone unas ideas que son semejantes (o simplemente el legislador considera semejantes) a lo ya prohibido, los retirará de la circulación. Serían como los brazos de un pulpo, como las ramas de un tronco que domina, omnipresente, todo. Esté donde esté ese grupo o movimiento vivirá contaminado (una vez más la contaminación) por un núcleo violento que aparece, como por arte de magia, allí en donde se reúne una serie de individuos; una serie de individuos que, ya y por definición, es contemplada bajo el prisma de la violencia. Lo virtual se ha comido a lo real. Y se puede ser violento siendo chino o estando en Perú.

Podíamos continuar describiendo este extraño razonamiento que no deja que los ciudadanos opten, sin más, por una determinada concepción de la vida política. Pero baste lo dicho como ejemplo. Si nos volvemos ahora al fondo o contenido nos encontramos con el núcleo del asunto. Molesta que se reivindique, con claridad, lo que se quiere. Y en este caso se quiere que sean los vascos los que elijan su propio destino político. Se puede estar de acuerdo o en desacuerdo con esta visión política pero lo democrático es discutir, razonar, medirse de igual a igual, permitir que todos expongan lo que deseen y que, después, se decida democráticamente y sin violencia de ningún tipo sobre lo que se ha discutido, dialogado o polemizado. Desgraciadamente se tiene miedo a enfocar con radicalidad democrática las diferencias políticas que se dan en la sociedad. Cuando es eso, precisamente, lo que elimina, de la mejor forma posible, los choques, las exclusiones, el desprecio de unos a otros o la violencia pura y dura.

En la ilegalización de HZ es como si se hubiera proyectado hacia el exterior todo el conjunto de fantasmas internos que atenazan al estado, en general, y al español, en particular (al francés, a lo que parece, menos). Más aún, es como si en ese grupo prohibido se adivinara un futuro en el que los vascos, con serenidad, sensatez y el siempre anhelado sentido común decidieran en libertad qué tipo de relación desean tener con el resto de los pueblos que les rodean. Es posible que ese símbolo los atenace y no les permita dejar el más mínimo resquicio para que, en puridad democrá- tica, cada uno opte por lo que prefiera. Y luego, cosa siempre deseable, viva mejor con los demás pueblos de este mundo. Empezando por los vecinos.

Una última observación. Hablé antes de alguna honrosa excepción a la hora de criticar la mordaza que se ha impuesto. Efectivamente ha sido una minoría exigua. Porque en general ha habido aprobación, aplauso, ánimo, complementación, complicidad o indiferencia. En vez de haber discutido con seriedad un hecho serio, todo el mundo ha dado por hecho que el derecho ha ganado. Cuando todos sabemos lo raquíticamente autónomo que es, especialmente en estas cuestiones, el supuesto derecho.