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Hielo

Fuentes: Rebelión

Por qué el hielo es resbaladizo y flota dentro de un vaso de whisky es un misterio que sorprende a los científicos, que buscan una explicación completa sobre la naturaleza del agua helada. Pero el hielo es también la mejor metáfora de un tiempo que tiende a la insensibilidad. Cientos de iceberg flotando en el […]

Por qué el hielo es resbaladizo y flota dentro de un vaso de whisky es un misterio que sorprende a los científicos, que buscan una explicación completa sobre la naturaleza del agua helada. Pero el hielo es también la mejor metáfora de un tiempo que tiende a la insensibilidad. Cientos de iceberg flotando en el océano vital, elementos preparados para cualquier choque existencial, fríos y capaces de salir indemnes de las más terribles catástrofes; siempre escurridizos y superficiales al compromiso con la humanidad; casi fluidos, serpientes que se escabullen como jaboncillos entre los dedos. Más bien líquidos, de bolsillo, si utilizamos la terminología del sociólogo Bauman.

El hielo sería, pues, un sólido muy misterioso para los especialistas. Casi un cruce entre la materia y el espíritu, un híbrido impermeable y sin peso, a ratos terrestre, y casi humano en su solidez material, pero que no lo es. Porque es sólo un señuelo tangible de huella breve, un monólogo incomunicado y aparente que por momentos se asemeja al gas en su fluidez. Sobre todo cuando se derrite sin dejar nunca de flotar, como un superviviente -o adelantado- de otro mundo, hasta su total extinción -disolución-, como azucarillo confuso y sin personalidad, egoísta y adaptable al vagar contemporáneo cada día más insustancial. De estructura cristalina endeble. Metáfora itinerante del hombre moderno, individualista, intercambiable y fútil.

La cuchilla sobre el hielo hace que la patinadora gire imparable y veloz, como si todo fuera fácil; a diferencia de cuando deslizamos su desnudez agreste por superficies más duraderas y sólidas como el cemento, el cristal o la madera. Dicen que hay doce formas más que reúnen esa extraña peculiaridad técnica, un mérito en el que probablemente nunca hubiéramos reparado de no leer por casualidad un artículo sobre el asunto; pero que se encuentran muy lejos, en las entrañas de la Tierra o en Plutón. Quizás más que formas se trate de seres intra o extraterrestres que conviven entre nosotros y a los que no sabría nadie catalogar en ningún inventario antiguo. Su única señal: su cortante y helado frescor, su capacidad para no dejar huella. Pioneros en un territorio uniforme y global en el que todo se compra y se vende. Iguales a nosotros cuando negamos la mano a la miseria y nos mimetizamos en el paisaje de la injusticia, camaleones ciegos en una realidad intrascendente sin explicaciones ni aspiraciones, diluidos en la nada de la simple supervivencia diaria.