Primero dijeron que el mismísimo Cæsar Imperator Obama visitaría Marbella con familia y séquito al completo, luego lo desmintieron y al final quedó la cosa en que sería la mujer del César quien pasaría unos días de vacaciones en esa ciudad de las mil y una noches donde algunos de sus alcaldes y concejales, que […]
Primero dijeron que el mismísimo Cæsar Imperator Obama visitaría Marbella con familia y séquito al completo, luego lo desmintieron y al final quedó la cosa en que sería la mujer del César quien pasaría unos días de vacaciones en esa ciudad de las mil y una noches donde algunos de sus alcaldes y concejales, que ni eran honrados ni lo parecían, emularon durante décadas a los cuarenta de Alí Babá. Pero este típico culebrón estival no termina aquí…
Al final, calcando el guión de la famosa película española de los años 50 Bienvenido, Mister Marshall, las berlanguianas fuerzas vivas marbellíes que ya habían comenzado a engalanar la ciudad para agasajar a la comitiva imperial (estandartes patriótico-imperiales incluídos) han acabado con su gozo en un pozo y verán pasar de largo a toda velocidad los negros haigas [*] rumbo a Benahavís, una pequeña villa cercana a la Costa del Sol con una docena campos de golf y más de dos centenares de parados que ya se afana en los preparativos sin reparar en dispendios: ampliación de calzadas para las limusinas , mejoras en pavimentos y jardines del exclusivo resort golfista, nuevos puntos de luz…
El primer edil de los benahavíes ha anunciado la buena nueva a sus vecinos y a los medios con cierto retraso debido a que «por motivos de seguridad» le pidieron «la máxima discrección». Dicen por ahí que el señor alcalde, cubierto para la ocasión con un sombrero cordobés, inició su discurso ante los lugareños con las siguientes palabras: «Como alcalde vuestro que soy, os debo una explicación…».
Paco Arnau / Ciudad futura
Nota:
[*]: Vulgarismo actualmente en desuso que significa «automóvil muy grande y lujoso». Se cree que su origen está en una incorrecta expresión de los nuevos ricos de provincias que amasaron fortunas con el contrabando durante los años de la larga posguerra española (décadas de 1940 y 1950). Cuando visitaban un concesionario de Madrid para comprar un automóvil y el vendedor les preguntaba qué modelo querían, los adinerados e iletrados villanos contestaban: «¡El más grande que haiga!» [en vez de «haya»]. Al parecer ésa es la razón por la que el ingenioso pueblo de Madrid comenzó a denominar «haigas» a sus coches y, por extensión, a todas las limusinas.
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