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El fotoperiodista Gianfranco Tripodo expone su obra gráfica sobre la migración en el Festival Photon

Historias (fotográficas) en el alambre de Melilla

Fuentes: Rebelión

Una narración fotográfica, más aún si se trata de fotografía documental, no es lo mismo que un tratado de geopolítica. Hay que buscar una historia, por pequeña que sea, para comprometerse, para acercarse a los protagonistas de manera directa. Con este planteamiento, el fotoperiodista y free-lance Gianfranco Tripodo (Manila, 1981) impulsó en 2011 el proyecto […]

Una narración fotográfica, más aún si se trata de fotografía documental, no es lo mismo que un tratado de geopolítica. Hay que buscar una historia, por pequeña que sea, para comprometerse, para acercarse a los protagonistas de manera directa. Con este planteamiento, el fotoperiodista y free-lance Gianfranco Tripodo (Manila, 1981) impulsó en 2011 el proyecto «Frontera Sur», que retrata la vida y penalidades de la población migrante en la zona limítrofe entre España y Marruecos. Una parte de sus fotografías, sobre la valla de Melilla, permanecen expuestas hasta el 8 de mayo en el Museu Valencià d’Etnologia, con motivo del sexto Festival Internacional de Fotoperiodismo «Photon» que se celebra en Valencia. La alambrada, las concertinas y el metal resumen su perspectiva. «Nunca he visto a gente tan asustada y a la vez tan decidida a cambiar su vida».


Gianfranco Tripodo. valla de Melilla (exposición Fronteras de Europa. Photon Festival).

La iniciativa «Frontera Sur» consiste en producir imágenes para difundirlas en los medios de comunicación (el autor ha publicado instantáneas en «Time», «The New York Times», «Der Spiegel», «L’Espresso» o «Rolling Stone»); en la producción de un libro con las imágenes gráficas (esta idea se ha materializado no en una publicación tradicional de tapa dura, sino en la revista «Dúo», de formato ágil, fácil de manejar y a un precio de cinco euros); y en la elaboración de un vídeo de cinco minutos que se ha proyectado en festivales. «Hoy no se trata de hacer fotografías y esperar a que un editor te las compre desde Nueva York, tenemos un gran poder como distribuidores», subraya. Con el material acumulado durante cinco años -imágenes captadas en Ceuta, Melilla y Marruecos- el autor ha diseñado una estructura narrativa muy simple, que sigue tres pasos: el origen en el Reino de Marruecos, el «salto» de la valla (la parte fundamental, donde cambia la historia) y la llegada al estado español. A partir de sus estudios en Semiótica, Tripodo defiende las historias completas (no sólo los episodios en el monte Gurugú o la represión en la frontera).

El fotógrafo documental ha retratado a los migrantes en los bosques, viviendo en cuevas sin acceso a alimentos ni agua; también la vida cotidiana de estas personas en el monte Gurugú. Ha regresado varias veces a la zona marroquí cercana a Melilla. Cuando empezó su trabajo hace cinco años, le resultó fácil tomar las fotografías, ya que no había la misma atención por el fenómeno migratorio que en los últimos meses. «Al final había tantos periodistas en Melilla que era muy difícil trabajar», declara en la Universitat de València el fotógrafo nacido en Manila y criado en Nápoles. Pero además del Gurugú, que es la cara más «mediática» de las rutas migratorias Marruecos-España, hay otras realidades que se han fotografiado escasamente, por ejemplo, la de los colectivos inmigrantes -de Malí, Senegal y otros países- que malviven en las ciudades de Marruecos. Durante una estancia de quince días en Tánger, Tripodo narró con su cámara la vida cotidiana de estos migrantes, no en los montes sino en bloques de viviendas donde se agrupan por nacionalidades. Allí captó la precariedad de la vida cotidiana, incluidos los ataques racistas por parte de los vecinos y la policía de Marruecos.

Si una condición es que la narración sea completa, la otra es que sea plural. Por eso el autor pasó unas horas en la frontera con la guardia civil, tirando fotos. «Quería saber qué es patrullar la valla desde su punto de vista». Otra arma decisiva es la paciencia: tardó siete meses en inmortalizar a los inmigrantes encaramados y hacinados en la valla de Melilla, con los policías a la expectativa. También acertó a captar con la cámara a un grupo de 20 migrantes que consiguió saltar la verja; y el forcejeo con los agentes, que pretendían expulsar a estas personas a Marruecos; gente huyendo, otros heridos en el suelo… Con una de estas instantáneas Gianfranco Tripodo resultó premiado en el World Press Photo de 2015. Además, las fotografías tienen un fin práctico, político: algunas fueron utilizadas por la organización Human Rights Watch en las denuncias ante el Parlamento Europeo. Al principio la policía negaba las «devoluciones en caliente», subraya el fotoperiodista. Pero aparecieron las imágenes; y entonces comenzaron a introducirse conceptos como el de la «frontera móvil», que se situaba -de manera casi inverosímil- allí donde estaba emplazado el contingente de la guardia civil. Es decir, primero se negaron estas expulsiones inmediatas y, ante las evidencias gráficas, el discurso que justificaba las «devoluciones» se normalizó.

Otro elemento capital del relato fotográfico es el contexto y los pies de foto, ya que la imagen es sólo un fragmento diminuto de la realidad. Según se utilice, puede dar cuenta de una realidad o de su contraria. Por ello en la serie fotográfica de Gianfranco Tripodo expuesta en el Museu Valencià d’Etnologia, cobran tanto relieve los paneles redactados por el periodista Nicolás Castellano. Informan de las largas esperas en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) de Melilla; o de las heridas y cicatrices en las manos de quienes han intentado «saltar» el vallado decenas de veces. «¿Para qué ha servido gastar más de 140 millones de euros en la construcción y mantenimiento de las llamadas defensas durante los últimos quince años?», se pregunta Nicolás Castellano. Fosos, cuchillas, sirgas tridimensionales, cámaras de visión nocturna, garitas, triple valla (con casi siete metros de altura en su cota más elevada) delimitan en Ceuta y Melilla los perfiles e la «fortaleza» europea. En 2005, recuerda el periodista, se registró el «pico» de migrantes que saltaron las «defensas», unos 5.500. «También fallecieron tiroteados una decena de subsaharianos». En el apartado represivo, el hito más cruento remite al seis de febrero de 2014, cuando 200 personas trataron de ingresar a nado en Ceuta. El episodio se saldó con 15 muertos debido al disparo de material antidisturbios, y el archivo judicial de la causa.

En las series de fotografía documental se intercalan habitualmente fotos de paisaje (como las que realiza Gianfranco Tripodo de un espigón en la frontera de Ceuta), «ya que no todo pueden ser fotones». Candidata a estas instantáneas de postín es la que el reportero logró con el ministro del Interior, Fernández Díaz, flanqueado por guardias civiles en plena valla. «No me gustan las fotos del ministro con niños, en el CETI, o la imagen oficial con un comandante de la policía», aclara el fotoperiodista. Pero éste caso era diferente: «fue como poner al culpable en el lugar del delito, y la foto salió como quería; actualmente no podría concebir el proyecto Frontera Sur sin la imagen del ministro en la verja». No faltan las instantáneas de la represión policial: cada vez que hay un «salto» se producen numerosos heridos. Pero el autor reconoce una laguna en su obra, las consecuencias de las «tremendas palizas» que se propinan en Marruecos, de las que todavía no ha podido dejar testimonio gráfico; o las «redadas» que el ejército marroquí perpetra en los montes. Por lo que el fotógrafo ha podido saber de cómo llegan los migrantes a los hospitales de este país, la información que se difunde está muy edulcorada. En su trabajo echa en falta asimismo más fotos de mujeres; ocurre que son cuantitativamente menos y algunas veces se cruzan hombres instando al alejamiento de los periodistas.

Hace falta mucha paciencia para que, a veces casi fruto del azar, surja esa foto de impacto. Una instantánea muy poderosa, pero que aparenta más de lo que es, tiene como elemento central a los tanques del ejército español en el entorno del CETI (cerca se emplaza un campo de entrenamiento militar); al fondo de la imagen asoman las alambradas, pasa un avión civil de Iberia y, en el centro, un joven migrante, sentado en el suelo, mira a uno de los costados. «Pero en unos segundos se modificó el plano», apunta Gianfranco Tripodo. Y luego…. se sucedieron los días sin que ocurriera nada. Hay que esperar entonces a que se genere una cierta tensión o atmósfera especial para que, nuevamente, se rompa la cotidianidad. El tiempo es por tanto otra de las claves de la fotografía documental, de ahí que el autor de la serie «La valla de Melilla» se tome tres o cuatro meses para realizar su labor de fotoperiodista. Sin prisas, porque se trata de un «espacio sagrado» para Tripodo, que durante el resto del año hace otro tipo de instantáneas y trabajos. El resultado no son sólo los testimonios gráficos de la represión y la ignominia. También ha captado el descanso de los migrantes durante un partido de fútbol en Ceuta; las clases de lengua castellana; los bailes africanos en la sede de una ONG ceutí; o a un grupo de cameruneses procesionando con cruces en un día lluvioso. A algunas personas les ha seguido el rastro, y pasado un tiempo han conseguido faena de aparcadores para sacarse, tal vez, dos euros diarios. Al salir del CETI y después de un largo proceso burocrático, toman el ferry en el puerto de Melilla rumbo a Málaga. Aquí termina el relato. Algunas de estas fotografías las pegó el colectivo de fotoperiodistas Dysturb en los muros urbanos…

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.