La película toma como punto de partida la obra teatral del mismo nombre, que después de su estreno en 1990 se convirtió en un emblema del Grupo de Teatro Catalinas Sur. Para su pasaje al lenguaje cinematográfico, Piterbarg fusionó documental y ficción.
El cineasta Ricky Piterbarg tiene cuarenta y cinco años, veinte de los cuales los vivió en Catalinas Sur: allí nació y se crió. Su padre fue uno de los primeros habitantes del barrio que este año cumple cinco décadas de existencia. Por ese amor que tiene por el lugar donde vivió hasta el momento de su divorcio, el padre de Ricky y de su hermana, Ana Piterbarg (directora de Todos tenemos un plan, protagonizada por Viggo Mortensen), les propuso hacer una película sobre la obra Venimos de muy lejos, que fue un gran suceso artístico del Grupo de Teatro Catalinas Sur, estrenado en 1990. Ambos rechazaron, en principio, la idea. Ricky también le dijo que «para hacer una película sobre esa obra tenía que haber un acuerdo social: tenían que estar de acuerdo los integrantes actuales del grupo, los primeros integrantes y el barrio», cuenta el cineasta en diálogo con Página/12. Papá Piterbarg decidió hablar, entonces, con algunas personas y, entre ellas, estaba Cristina Paravano, ex mujer de Adhemar Bianchi, fundador del grupo. «Ella y otras personas le dijeron que fuera para adelante con el proyecto.»
Posteriormente, se convocó a una reunión abierta en el galpón del grupo de teatro, donde había cincuenta personas, a quienes consultaron qué les parecía hacer un film sobre la obra. A partir de ese momento, hubo un acuerdo tácito. «Nos juntamos entre vecinos actuales, ex vecinos, ex integrantes del grupo e integrantes actuales», recuerda Piterbarg, para darle forma a aquello que finalmente concretó: el largometraje Venimos de muy lejos, que se estrena hoy.
Este film no aborda la historia del grupo ni del barrio ni tampoco es una representación total de la obra de teatro sino que fusiona el documental con la ficción y su estructura está compuesta por tres pilares narrativos: fragmentos de Venimos de muy lejos, ficciones pensadas para la película y escenas documentales, donde se ve al grupo de vecinos discutiendo sobre la necesidad de hacer una obra cinematográfica. La película está planteada como un homenaje a los inmigrantes (ayer, 4 de septiembre, fue justamente el Día de los Inmigrantes), un tema que siempre abordó el grupo de teatro y que es parte de su esencia. «La obra es un indiscutible homenaje a los inmigrantes de otra época y fue planteada como un deseo de mi viejo de homenajearlos», afirma Piterbarg. «Aunque más que un homenaje yo diría que es un festejo de todo lo que se produjo a través de eso: los hijos de esos inmigrantes y los nietos toman la bonhomía de sus ancestros y continúan trabajando por una vida buena», agrega el realizador.
-¿Cómo trabajó la fusión entre documental y ficción?
-Cuando empezamos a pensar la película, una de las primeras cosas que se armó fue un grupo de sinopsis. Eramos seis personas que estuvimos durante tres meses juntándonos para tratar de desarrollar una sinopsis. Ahí quedó plasmado que esto iba a ser una fusión entre documental y ficción, donde se iba a contar el esfuerzo de los inmigrantes para poder ocupar un lugar en este país, a través de ellos mismos con la obra, a través de sus hijos, de quienes armaron el barrio Catalinas Sur y de quienes crearon esa obra que remite a contar el trabajo de los inmigrantes. Para contar todo eso me pareció oportuno lo que en una escena de la obra Venimos de muy lejos se cita: «Una mezcolanza infernal» (en ese caso se refiere al comentario de un porteño sobre el casamiento entre un judío y una italiana de aquella época). Yo creo que la Argentina es una mezcolanza infernal y es interesante sacarle un rico sabor a eso, porque sale un buen guiso.
-¿Por qué en algunos casos hay escenas de la obra filmada y, en otros, las interpretaron para la película?
-Hay un agregado que tiene una de las escenas que hicimos para el film, que es un personaje llamado El Tiempo. Y hay algo también de eso en la película, donde el tiempo es algo bastante intangible: las cosas suceden sin un tiempo concreto, no se sabe si fue antes, si fue después… Hay actores que interpretan a personajes de principios del siglo XX y, al mismo tiempo, son contemporáneos. Y las cosas que sucedían a principios de siglo suceden en la contemporaneidad y viceversa. Hay un tratamiento del tiempo en toda la película que no tiene un orden. Y este juego de meter escenas filmadas y escenas documentales sobre la obra remite a lo mismo: a que el tiempo puede ser cualquiera, que las cosas están vivas.
-¿Cómo fue el trabajo de dirección de actores, teniendo en cuenta la diferencia entre participar de una puesta teatral y actuar en una película?
-Yo nunca creí y sigo sin creer en la diferencia entre actores para teatro y actores para cine. Si bien hay algunos que dan mejor en cámara, creo que están comprometidos con su personaje y son buenos, mejores o peores intérpretes de ese personaje para cualquier evento, ya sea teatral o cinematográfico. El elenco de Venimos de muy lejos se entregó de una manera calurosa, comprometidísima y con muchas ganas de trabajar en la película. Y eso me sorprendió muy gratamente en el rodaje. A ellos también los sorprendió encontrarse rehaciendo la obra no para un público en vivo sino para ser filmada. Sintieron que las escenas estaban vivas como el primer año.
-¿Cree que el Grupo de Teatro Catalinas Sur es una iniciativa cultural que terminó consolidando el espíritu comunitario?
-Más bien lo creó. Creó un espacio nuevo. Además, el grupo de teatro surgió después de la dictadura. Ese espacio de participación barrial y comunitaria estaba creado por la mutual del barrio y de ahí salió el grupo de teatro que le dio mucho más fuerza porque atrajo a muchos vecinos y el éxito lo consolidó. Pero es un espacio comunitario que nació como una reacción a la opresión que fue la dictadura, porque los que no se dedicaron a la lucha armada, los que no se fueron del país, los que no militaban buscaban una manera de poder seguir viviendo con una idea mejor de la vida. Y quedarse encerrados no les cabía. Y de ahí salió el grupo de teatro.
-¿Cómo observa el hecho de que el grupo traspasó las fronteras del barrio, pero sigue manteniendo su sentido de pertenencia?
-El grupo siempre trabajó en la necesidad de retratar su propia identidad. En todo momento plasmó la idea de que cada grupo de teatro comunitario nunca debe escapar del hecho de que está contando la historia de su vida. Y en eso la gente se siente muy bien cuando se reconoce, no en una obra, no en algo exterior; se reconoce por estar trabajando. A todos los pone muy contentos participar en el grupo de teatro porque lo hacen con otra gente y trabajando con lo que es esa persona. Cuando el Catalinas Sur presenta sus obras fuera de su barrio siempre da una charla para los habitantes de los pueblos, ciudades o de los lugares donde van, para contarles cómo nació el grupo, cómo se formó, lo que buscó. Y son muchos los que se interesan por el tema.