Ponencia dictada por el autor en el II Encuentro Nacional de Talleres Literarios «Generación de la Sangre» el 29 de noviembre de 2008 en la Ciudad de Quezaltepeque.
Según el desgastado viento que empujaba la vieja barca del siglo XX, las cartas estaban echadas y todo mundo conocía el fin del juego: La historia había terminado, la filosofía solo era posible en un viejo destello nostálgico del esplendor griego y tres que cuatro movimientos escolásticos, el materialismo y el cientifismo con que la humanidad llega a su madurez se le hundió en el cieno del utopismo tardío más que en la posibilidad transformadora de la realidad, en síntesis, nos obligaban a pensar en el fin de la vocación humana: la conquista de la realidad, el conocimiento, la constante transformación, el crecimiento revolucionario y la opción por la vida. Pero el siglo XXI, en sus primerísimos días devuelve las alas a la humanidad, nuevos procesos se instauran, el mercado es un fantasma insostenible, los imperios bailan un vertiginosos tango y portentosas voces surgidas del seno del pueblo toman la palabra.
Desde todos los frentes que posibilitan la humanización de nuestro mundo la literatura es un instrumento valioso en la presentación y debate de ideas, en la apropiación de la realidad y en la relaboración creativa del mundo. Encontrar el sentido por el cual desarrollará su cause es encontrarnos a nosotros, saber quiénes somos, qué queremos y hacia dónde vamos.
El nuevo momento de la literatura está vinculado a una visión disciplinada de estudio, la constante investigación y el diálogo con quienes nos antecedieron. No debemos dar tregua a la mediocridad, a la pereza, al simplismo y al seudopoema bonito o al tecnicismo preceptivo, no demos tregua a la tentación del escritor famoso, del escritor comerciante, del escritor mendigo de políticos y burócratas, no demos tregua a la literatura light de moda, a la literatura mercancía, a la literatura chatarra de las imprentas transnacionales y del medio de comunicación comercial. No demos tregua a la posición romántica del escritor bohemio, loco relativo, alienado y espontaneísta. Hacer literatura implica la apropiación profunda de la lengua, identificar todas sus vertientes y contenidos, desde todas sus posibilidades significativas, no renunciar al conocimiento de su formalismo estructural, apropiarse de su música y respetar su autonomía en cuanto institución construida en el devenir histórico por el pueblo. Hacer literatura, más allá de la visión burguesa utilitarista, hedonista y esteticista, demanda un compromiso con tu conciencia y con tu mundo. Tu mano debe saber qué, por qué y para quién escribe.
La literatura en El Salvador en este momento necesita del oxígeno fortificado de los jóvenes capaces de elaborar una propuesta, ahondar en nuevas betas de la realidad, volver al sueño de lo profundamente humano que hay en nuestros dioses y de lo extraordinariamente divino que hay en cada hombre y en cada mujer dueños y actuantes de su universo. El verso debe redescubrirse con una marca imborrable de lo que nos constituye como esencia última, con la musicalidad del atabal, el silbido del pájaro, el zumbido de la culebra, ¡Qué maravillosa oportunidad nos presenta la vida, jóvenes aún estamos en el camino de la definición de nuestro verso! La narrativa debe alcanzar la extraordinaria y cotidiana imaginación del mercado, del colegio, de la fábrica, de la tertulia; la simplísima pero universal filosofía de nuestros viejos que la recibieron de otros más viejos, éste es el paso que nos espera elevar nuestra maravillosa oralidad al plano de la letra viva, imperecedera. La literatura marca la hora para el inicio de un nuevo momento, ello implica trabajo estudio y sacrificio pero sobre todo la claridad necesaria para no equivocar el camino.
Claudia Lars, Gavidia…Salarrué encendieron tremendas antorchas para que no tropecemos; Geoffroy, Roque, Velado…Armijo nos adelantan con su paso firme, muchos hombres entraron en este sueño de la literatura para darle voz a su pueblo, a su hermano, al campesino, a su gente. Con todos ellos, junto a todos ellos llega el momento del relevo para custodiar la vida, nuestro legado histórico, nuestro espíritu manifiesto en la cultura. No nos embriaguemos de la extraordinaria grandeza de las apretadas urbes, no bebamos el opio de las capitales cosmopolitas donde se concentra y comercializa la única y verdadera cultura según su miopía, desde acá, en nuestros pechos tenemos todo el universo que necesitamos para abrirnos un espacio duradero, terco, concreto pero hermoso.¡Vamos a la palabra! Desde la sangre heredada donde se concentra la suma total de todos los abuelos, de todos los principios, orígenes y ayeres. Escuchemos la voz que desde el interior comanda la nueva poesía, ahí a la sombra de nuestro corazón está nuestro hermano, nuestro padre, nuestro abuelo, el abuelo de más abuelo. Volvamos nuestro tacto a la piedra para comprender lo divino de la cosa simple que nos nutre, entreguémonos al río que a pesar de todo el daño no cobra venganza, solamente nos espera. Penetremos como flauta la montaña, volvamos al monte¡volvamos al monte, aún necesitamos la perfección de lo primitivo! Abramos nuestro espíritu al gato zonto, al tigrillo, al mapache, al talapo, a la hormiga, a la mariposa, al tenguereche, a todo animal que es hermano menor pero esencia concentrada del universo. Que el poema esté repleto de amates, tihuilotes, chichicaste, huachipilin. El nuevo poema épico tiene por personaje central la toponimia que guarda profundos secretos, desbordantes metáforas y extraordinarios contenidos signitos.
Es simple la nueva literatura, la gran literatura en El Salvador solo es posible si volvemos a nuestros orígenes, a nuestro hermoso pasado precolombino que hace presencia a diario, nos llama y nos enamora, ENTIÉNDASE no de forma automática y anacrónica, no buscamos la idea absurda y romántica de lo indígena, no buscamos recuperar lo perdido, es que nunca lo perdimos siempre ha estado presente en nuestra sangre, solo debemos escuchar el grito profundamente espiritual de lo que somos y que ha SIDO silenciado por centurias de dominación religiosa, por la imposición de valores culturales occidentales, por la deliberada agresión de los fines educativos al servicio de la clase dominante de turno, por la alienación, la transculturación, la domesticación y el obligarnos sistemáticamente al olvido.
Amemos al pasado, no nos amarguemos la vida buscando al antepasado español de los ojos azules, amemos la nariz chata, la pequeña talla, el pelo lacio, la mirada profunda; amemos el barro, el río, la montaña, el pájaro y toda cosa simple, amemos la justicia, hagamos justicia a todos los que nos antecedieron y volvamos como los viejos guerreros a lanzar el grito de batalla para conquistar nuestro espacio justo en el universo.
Nada está perdido, todo está por construirse, nuestro mundo demanda hombres y mujeres valientes que acepten el reto.