Andrés Rábago, El Roto, no es amigo de las entrevistas, ni de cualquier otro evento que le saque de su rutina que no es otra que dibujar. Sin embargo, teníamos una cita pendiente -aún no habíamos tenido la oportunidad de entregarle el Premio Gràffica 2012- y el maestro de la sátira accedió con gran amabilidad […]
Andrés Rábago, El Roto, no es amigo de las entrevistas, ni de cualquier otro evento que le saque de su rutina que no es otra que dibujar. Sin embargo, teníamos una cita pendiente -aún no habíamos tenido la oportunidad de entregarle el Premio Gràffica 2012- y el maestro de la sátira accedió con gran amabilidad a responder nuestras preguntas, mostrándose franco y elocuente en sus palabras. Desde aquí agradecemos su esfuerzo por conversar sobre su trayectoria y su visión del mundo y la profesión.
-En más de una ocasión has dicho que no eres ilustrador. Si descartamos esa figura, ¿cómo te definirías: viñetista, dibujante…?
-No, ilustrador seguro que no soy. Lo que define mi trabajo es la sátira. En la sátira te encuentras con un ámbito de libertad. Con muy pocos elementos puedes decir muchas cosas.
-Entonces, ¿qué ha sucedido con el Premio Nacional de Ilustración?
-Yo sé que a mí me han propuesto los colegios de ilustradores. Y yo lo siento, de verdad, porque no me defino como ilustrador. Pero sí que pienso que la sátira pertenece al terreno de la ilustración. Es un terreno que está ahí…
-Por tanto, de humorista gráfico, ni hablamos…
-A eso es algo a lo que me niego. Yo creo que si hay algo que me define es dibujante de prensa.
-¿De dónde viene tu afición por el dibujo?
-Empecé a dibujar de niño; desde siempre he dibujado.
-Y profesionalmente, ¿cuándo empezaste?
-Profesionalmente, también muy joven. Tuve una gran fortuna en este aspecto porque en seguida empezaron a publicarme en las revistas. Desde Hermano lobo, en 1974, no he parado de publicar.
-A lo largo de tu carrera has dejado a Andrés Rábago a un lado para firmar bajo los sobrenombres de OPS y El Roto. ¿Fuiste tú mismo quien eligió esos seudónimos? ¿Por qué esa desvinculación de Andrés Rábago?
-Yo mismo elegí firmar con los seudónimos de OPS y El Roto. Se corresponden a diferentes formas de lenguaje en diferentes épocas, a su vez con sus diferentes técnicas y métodos de reflexión por parte del lector. OPS era una época sin palabras, silenciada; la época de la dictadura decadente. Entonces, las palabras eran demasiado explícitas y el lenguaje puramente visual, la iconografía, permitía decir muchas cosas, que no es que lo tuviesen que interpretar, porque en ese momento el lector era mucho más capaz que hoy.
-¿Quizás porque ese lector estaba a la espera de encontrar algo más, de leer entre líneas?
-Por eso y porque hoy, digamos, que el lector se ha hecho más vago. Hoy si tienes que interpretar algo, lo dejas y pasas a otra cosa. Entonces había una voluntad de entender las cosas y en los lenguajes que eran más complejos, el lector los interpretaba y lo entendía bien. Y a la vez podía evitar la censura diciendo las cosas de la manera que lo quería decir.
-¿Cuánto tiempo duró el trabajo de OPS? ¿Se intercaló en algún momento con el trabajo de El Roto?
-El trabajo e OPS duró un periodo de unos 10 años. Luego siguió un tiempo haciendo cosas. Paralelamente, este ya convivió con El Roto, en una primera etapa muy torpe, en Hermano Lobo.
-Estilísticamente, habría una serie de diferencias. ¿Qué rasgo o aspectos son los que diferenciaban a OPS de El Roto?
-OPS partía del Dadá y el surrealismo -más del Dadá que del Surrealismo-; el Dadá me interesaba mucho. Mientras que El Roto ya nació con las revistas underground norteamericanas. Eran distintas influencias, distintos lenguajes y, claro, yo era muy joven y lo absorbía todo.
-Sería raro en aquellos años acceder a esas revistas underground, ¿recuerdas alguna? ¿Cómo llegaste a ellas?
-Pues curiosamente tuve la fortuna de tener acceso las historias de Robert Crumb y toda esa gente desde sus inicios a través de un amigo, Chumy Chúmez, que viajó por todo el mundo y trajo las revistas underground americanas. Entre ellas había una gran colección de estas revistas y de cómics. ¡Aunque yo tampoco soy de cómics! [puntualiza El Roto], no me interesa; aunque lo admiro, admiro el cómic y a los dibujantes de cómic pero nunca me he sentido con capacidad de hacer una historieta con personajes.
-¿Te refieres a todo el proceso de crear toda una historia?
-Yo como máximo dibujaba una o dos páginas.
-¿Siempre has tenido libertad para dibujar lo que quisieras o en alguna ocasión te has visto presionado por la censura?
-Nunca he sentido la censura. En una ocasión en Triunfo tuvo que rehacerse una viñeta, José Ángel Ezcurra -el director- me dijo que había sido el dibujo más caro de la historia que habían tenido que reeditar. Y luego en alguna ocasión me han dicho ‘mira, este dibujo lo sacamos si quieres, pero quizás no sea adecuado’ y en las dos ocasiones que me lo han dicho, creo que tenían razón.
-Y ahora que estás en El País, ¿tampoco has sentido presión en el sentido contrario?
-No, nunca. La suerte es que nunca te llaman y te dicen ‘esto me gusta’, ‘esto no’. Para mí es ideal porque ni me gusta que me digan ‘qué bien está’ ni que me digan ‘qué mal está’. Yo mismo sé que hay dibujos que quizás, un día, no tienen la mejor calidad, pero al día siguiente lo mejoras.
-¿Cómo ves la irrupción del medio digital?
-Yo defiendo la existencia del periódico en papel. Estructura la mente y permite la lectura más reposada respecto a otros medios.
-¿Cómo es tu día a día? ¿Cuál es la dinámica de trabajo de El Roto?
-Por la mañana trabaja Rábago y por la tarde trabaja El Roto. La lectura de la prensa me lleva hora y media o dos horas; tomo apuntes y los dejo reposar. Me interesa mucho la mirada de las fotografías. A veces me limito a ‘escuchar el silencio’, a reproducir las conversaciones de la gente que he visto en fotografías. También por las mañanas me dedico a pintar, por la luz, independientemente de lo que es la viñeta. Luego, a la tarde, cuando vuelvo me pongo a dibujar. Retomo esos apuntes y veo las ideas que han crecido y las que se han quedado por el camino; elijo una o dos ideas sobre las que dibujar. Y ya, lo que es físicamente el acto de dibujar, puede variar. Puede que haya hecho tres dibujos porque los primeros no me gustaban, y otras veces sale a la primera. De hecho, es muy raro, ya por la experiencia que uno tiene, suele salir a la primera.
-Debes ser una de las personas que más empapadas de información socio-política-económica. No es rara la vez que tus viñetas apuntan a los políticos. Directamente, ¿qué les pedirías?
-A los políticos no les pediría nada. Ni me dirigiría a ellos. Por otro lado, sí que veo necesaria una mayor participación; no me refiero ya dentro de los partidos, que sería deseable, sino que actualmente, la sociedad se estructura al margen de los partidos. Y mi idea, mi sensación es que ahora solo estamos viendo la costra de lo que está pasando, pero que debajo de la costra hay una piel que todavía no vemos. No soy partidario de arrancar la costra, porque si eso se hace, esa tenue piel vuelve a sangrar y a romperse. Lo natural es que la costra acabe cayendo y vuelva a salir la piel. La impaciencia puede dar lugar a retrocesos dentro de esa curación.
-Lo que más te gusta y lo que menos en tu trabajo.
-Me gusta todo en mi profesión. Es una profesión muy generosa, que te permite hacer unos dibujos que te complacen mucho si te gusta dibujar; aunque es duro. Y si ves que tiene una utilidad, entonces eso acrecienta el placer. Quizás lo que menos me gusta es lo que puede conllevar, a veces cierta obligación social de tener que ir a los sitios.
-Por ejemplo, el hecho de estar aquí, dando una conferencia o en esta entrevista en la que te hemos embarcado.
-Sí, porque requiere un esfuerzo de salir de tu taller y de tus cosas. Luego es muy placentero, la gente es muy amable.
-¿Qué es lo que echas en falta en las escuelas?
-Yo siempre he sido autodidacta, nunca he ido a una escuela. Por tanto, no sé cómo se están haciendo las cosas, pero lo que estoy viendo en el territorio del arte es un camino profundamente equivocado que va a llevar a una gran frustración de una enorme cantidad de jóvenes que están siendo engañados. Porque les están prometiendo que van a poder desarrollar una carrera que realmente no tiene salida en los mercados. Porque en los mercados, todos sabemos cuáles son los parámetros que van a permitir entrar a quién, porque no hay libertad. Porque el terreno de la creación no es en absoluto libre. Si se ahorma al sistema, que parece que es aparentemente mucho más libre a lo que eran las academias, lo que era dibujar; eso no es verdad. Hay una enorme trampa para muchas personas que tienen grandes ilusiones en lo que van a desarrollar.
Rotundo y franco. Sencillo y elocuente en sus palabras, Andrés Rábago nos despide con una sonrisa. A nosotros nos queda el gusanillo en el estómago por el hecho de haber conocido más a fondo no sólo al dibujante, sino a la persona.
Fuente: http://graffica.info/el-roto/