La huelga general pacífica del próximo miércoles 29 de septiembre llegará precedida, en una u otra dosis, del silencio, el desprecio y el rechazo de los medios y los poderes fácticos: he ahí un indicio, no menor, de cuán necesaria resulta la protesta laboral convocada. En los medios sistémicos masivos no se habla demasiado de […]
La huelga general pacífica del próximo miércoles 29 de septiembre llegará precedida, en una u otra dosis, del silencio, el desprecio y el rechazo de los medios y los poderes fácticos: he ahí un indicio, no menor, de cuán necesaria resulta la protesta laboral convocada.
En los medios sistémicos masivos no se habla demasiado de ella y, cuando se hace, es para vaticinar su fracaso con un gozo no siempre disimulado. Así ocurre de manera descarada en los rampantes ámbitos derechosos y algo más comedida en los progres.
El mensaje todo el tiempo viene a ser el mismo: la huelga está de más. Las encuestas, más o menos científicas, pronostican una escasa respuesta (ver también). Algún otro medio se ríe de los esfuerzos sindicales por concitar huelguistas para el día 29. Aunque con su ambigüedad congénita, la iglesia dominante ya ha mostrado su distanciamiento a través de los obispos.
A degüello contra los sindicatos
Llama la atención, sin embargo, que los sectores más duros de la derecha no se recatan en recurrir, si es preciso, al linchamiento moral de los sindicatos de cara al acontecimiento de final de mes. Mientras algún diario del entorno montaraz cuestiona que el líder de CC.OO. tenga derecho a irse de crucero por vacaciones, la peligrosa presidenta de la Comunidad de Madrid aprovecha la coyuntura para despedir a un buen número de liberados sindicales de la administración autonómica. En ambos casos, aparte de los respectivos asuntos de fondo, el mensaje es claro: hay que aprovechar el previsible fracaso de la huelga general para desprestigiar definitivamente a los sindicatos en cuanto tales. Pero son sólo dos ejemplos de embestida antisindical y existen muchos más (ver también 1 y 2). Lejos quedan los tiempos en que Aznar asistía a los congresos sindicales, los líderes de CC.OO y UGT a los del PP, e incluso el principal dirigente de la primera central impartía conferencias en la aznarista FAES.
Es preciso comprenderlo: al núcleo duro del Poder, representado por esos sectores, no le importa tanto el paro del 29-S como seguir dando pasos rápidos hacia la eliminación de toda oposición significativa a sus planes de desmontaje del Estado del Bienestar. Y por eso se aprestan no sólo a asegurarse un fracaso de la huelga, sino sobre todo a utilizar todo lo relacionado con él para acelerar su programa.
Los sindicatos mayoritarios
Los propios líderes sindicales, quizá no un dechado de buena conciencia, parecen empeñados en desprestigiar su causa. A su tradicional connivencia con el régimen y con el Sistema, se añaden -quizá inevitablemente- sus torpezas. Crucero aparte, Ignacio Fernández Toxo salió diciendo que admitía que la huelga general sería una «putada». Cándido Méndez, en línea también grotesca, insistió en que los abuelos deberían hacer huelga de cuidar a sus nietos en el día D. Luego están esos vídeos cómico-estrambóticos producidos por la UGT… ¿Realmente buscan que la gente se tome la convocatoria en serio?
Alguien podrá pensar que tienen el corazón dividido: llaman a la huelga porque cae de su peso, pero no quieren contribuir a una victoria del PP. Ahora bien, ¿importa ya quién gobierne este país? ¿No es ya evidente, especialmente tras la rendición del gobierno a «los mercados», que gane uno u otro partido, en realidad siempre ganará el mismo? Y, sobre todo, ¿acaso no es más importante enfrentarse a una gravísima situación de recortes en los derechos sociales?
Desde el franquismo, nunca fue tan necesaria en España una huelga general como la prevista para dentro de nueve días. A la vez, y paradójicamente, toda esta lucha nunca había parecido tan fracasada de antemano. Esto es porque jamás se habían sincronizado tan bien los planes capitalistas con su programa de manipulación social.
¿Huelga la huelga?
Aunque no todo es malo en la reforma laboral (p. ej., no parece negativo que se apremie a los parados a seguir cuanto antes los cursos de formación) en su conjunto supone una serie de medidas regresivas que hace escasos decenios hubieran resultado impensables. El despido se facilita enormemente tanto por la significativa reducción de la contribución económica de las empresas al trabajador que lo sufre, como porque ahora para aplicarlo podrán aducirse razones tan laxas como las «pérdidas actuales o previstas» o «una disminución persistente de su nivel de ingresos». Eso, en la práctica, se diferencia muy poco del despido libre. No es exagerado hablar de amenaza al derecho al trabajo: a la fuente de sustento básico para la vida.
No menos grave es que las empresas podrán saltarse a la torera los convenios colectivos «cuando su estabilidad económica pudiera verse dañada como consecuencia de tal aplicación y pusiera en peligro las posibilidades de mantenimiento del empleo».
Estos elementos, junto a las medidas adicionales que ya están previstas después (como la reforma del sistema de pensiones, o «pensionazo»), nos colocan en una situación inédita desde que nuestro país, como Europa en su conjunto (cuyos países miembros, en mayor o menor grado, vienen procediendo a aplicar medidas similares), estableciese la universalización de la seguridad social y consagrase los derechos de los trabajadores y los jubilados. Tanto más inédita, sobre todo, si se tienen en cuenta los factores no estrictamente socioeconómicos que caracterizan la histórica coyuntura presente.
Desde el franquismo, nunca fue tan necesaria en España una huelga general como la prevista para dentro de nueve días. Tampoco lo fue, desde hace décadas, la protesta laboral en Europa, donde para la misma fecha ha sido convocada una jornada de movilizaciones. A la vez, y paradójicamente, toda esta lucha nunca había parecido tan fracasada de antemano. Esto es porque jamás se habían sincronizado tan bien los planes capitalistas con su programa de manipulación social. Precisamente esto, junto a muchos otros indicios, nos habla de un proyecto mucho más abarcante que el concerniente al ámbito laboral y económico.
Razones de fondo aún más graves
Aunque tardía, la próxima huelga general pacífica es necesaria por una cuestión de dignidad y subsistencia, pero la gente debería estar concienciada de que lo que ocurre trasciende a una reforma laboral (y al pensionazo, etc.). Estamos en camino acelerado no sólo hacia una regresión de derechos sociales sino del conjunto de las libertades. Recordemos una vez más que las reformas reaccionarias previstas arrancan de una imposición externa a nuestro país y a la soberanía de nuestro pueblo, lo que invalida hablar de democracia. El avance de la reacción se hace patente en muchos otros hechos, como la expulsión de gitanos en cuanto tales del suelo francés, decidida por Sarkozy y apoyada cobardemente por el «progre» Zapatero. Y todo esto tiene lugar en el marco de un mundo enloquecido a raíz de atentados como los del 11-S, tan útiles al Sistema para su actual proyección belicista, expoliadora y (pre)totalitaria.
En razón de ello, una perspectiva meramente laboral o socioeconómica de la huelga general resulta insuficiente. Incluso esa protesta, aun si llega a ser masiva, se queda corta. Sólo metiendo miedo, siempre pacíficamente, a la camarilla dirigente mundial, se podría revertir la presente situación de capitalismo salvaje y totalitarismo en marcha. Y ese miedo no llegará meramente gracias a deseables macromanifestaciones contra las reformas regresivas. Será necesario, y más seguro en todo caso, acompañar las movilizaciones con un desmontaje radical de las espurias versiones sobre los atentados de bandera falsa, base de la tiranía subyacente al peligroso mundo en que vivimos. Algo se ha avanzado en ese sentido.
La conclusión es un SÍ rotundo a la huelga general pacífica prevista para el próximo 29-S. Pero sólo desde la comprensión de todo lo que está en juego podrán ser eficaces ésa y otras subsiguientes acciones de protesta.
Fuente: http://lacomunidad.elpais.com/periferia06/2010/9/20/-huelga-huelga-
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